lunes, 25 de abril de 2011

Lo sencillo y lo necio


En un mundo donde la sofisticación y el artificio se volvieron valores  de primer orden, la sencillez  representa poco menos  que una tara.  Tal vez por eso  la esencia de los seres y las cosas, que tanto preocupó a  filósofos  y poetas , fue suplantada por  imágenes  intercambiables y fabricadas  a criterio de publicistas y expertos en mercadeo, al punto de convertir en norma de existencia  una  superstición anclada en la certeza de que lo importante no es ser  sino  parecer.
Todos esos asuntos  se le vienen a uno a la cabeza después de leer  La Herencia  de Eszter, la  novela del escritor húngaro Sandor Marai, un artista que después de padecer los horrores  por parte de los nazis primero y de los comunistas después, acabó  quitándose la vida frente a las  playas de   California como una prueba  de que no hay rincón sobre la tierra capaz de brindar sosiego a los desesperados.
 La protagonista de la novela es  una  mujer perteneciente a la rama decadente de una familia centroeuropea, que una vez vivió una trunca historia de amor  con Lajos, uno de esos vividores caros a toda una tradición literaria. La relación siempre estuvo basada en la manipulación física y emocional por parte del hombre, que además  sometió a la familia a múltiples estafas, hasta dejarla en los límites de la ruina. Veinte años después  Eszter recibe el anuncio del regreso de su antiguo amor, que no tiene un propósito distinto al de culminar su obra de devastación económica y espiritual. A pesar de saberlo y de recibir  advertencias de todos lados, o quizás precisamente por eso, ella sabe que no hay apelación y espera su llegada con un ahínco  bastante parecido al amor. Histrión como es, Lajos cumplirá al pié de la letra  su cometido  y al final del relato dejará a Eszter sin más recompensas que la reafirmación de su derrota y  a las puertas de una indigencia que  a esa altura del camino parece importarle bien poco.
Con un profundo  conocimiento de la condición humana, el autor nos conduce a través del drama de los protagonistas sin utilizar trucos y menos remitirse a las fórmulas que en nuestros días garantizan  un caudal de  lectores, sin que importe mucho la calidad de las propuestas.  El suyo es un intento por develar las claves del destino, esa vieja noción surgida a la lumbre de  las cavilaciones   humanas a través de los siglos, que al final del camino nos devuelve, reflejadas en una  sucesión de espejos enfrentados, las mil caras del absurdo y fascinante asunto de estar vivos.
Tampoco hay florituras ni explosiones del lenguaje. Mucho menos innovadoras técnicas de narración : la tragedia humana por sí sola es suficiente razón para  emprender la aventura de contar una historia, como para estropearla con alardes propios de la pirotecnia y la política. Y es en ese punto donde la obra de Sandor Marai, como la del italiano Dino Buzzatti, obliga a pensar que todo ese asunto de  estructuras,  claves secretas y  técnicas narrativas que tanto excitan a los editores contemporáneos no es otra cosa que el último recurso de  autores que poco tienen para decir y entonces  optan por desviar   la atención del lector hacia su ingeniosa  manera de contar las cosas :  la pura fascinación del vacío que, dicen, obsesiona a los trapecistas.
Para avalar el truco  parecen existir los expertos que interpretan , recomponen  y explican   el sentido de  esas estructuras, olvidando de paso que, como bien se desprende de   la novela de Marai,  el  propósito de la literatura y del arte en general nunca ha sido otro que el de iluminar  las tinieblas del corazón  humano, sin necesidad de hacer malabarismos en esa peligrosa frontera  que separa a la sencillez de la necedad.

viernes, 15 de abril de 2011

Terra nostra


Durante el mes de marzo se  originaron en Risaralda  tres noticias en apariencia aisladas, pero que al ser  observadas  con atención revelan un entramado que  permite al menos entender parte del  drama   derivado de unas violencias que a los colombianos se nos volvieron seña de identidad. Aunque pretendamos eludirla amparados en  esa retórica dulzona  basada en la idea de que “los buenos somos mayoría” omitiendo de paso que  también – y sobre todo- se es malo por omisión.
Hagamos memoria  entonces.  Primero fue el Incoder anunciando que se recuperarían las treinta y ocho mil hectáreas de tierra entregadas de manera irregular en el Vichada al ex senador Habib Merheg y  sus amigos en Pereira. Unos días después, y sin conexión de causalidad con lo anterior, fueron asesinados en zona rural del municipio de Pueblo Rico los integrantes de una familia de desplazados -  “ emigrantes” diría el sofista  José Obdulio Gaviria- que había llegado a la zona  alentando la esperanza de que las cosas podían empezar de  nuevo y de  mejor forma. A la semana siguiente  desembarcó en    la región el ex presidente  Ernesto  Samper Pizano  con el fin de  exponer   lo que, en lugar de una tesis parece un juego de pirotecnia verbal: “El  manejo  del conflicto dentro del posconflicto”. O al revés. Da igual.
Allí están dibujadas  con  claridad- para utilizar  una  palabra cara al lenguaje militar- las coordenadas de esta nueva  avanzada de   una guerra que no cesa  aunque,  los agentes  cambien de nombre a cada momento. Paramilitares,  guerrilleros, bandas emergentes, Bacrim… para el caso da lo mismo, porque el despojo y los muertos son reales, tan reales que tienen biografía y nombre propio. En el caso de Pueblo Rico, tres de las víctimas  se llamaban José Laureano, María Fabiola y Andrés. En primer lugar,  como si no acabáramos de salir del feudalismo aunque utilicemos el ropaje  tecnológico de la modernidad, la apropiación de la tierra  ya sea mediante métodos violentos  o a través de recursos en apariencia legales, sigue siendo una constante. Y no es para  menos: aquí ya no se  trata de la tierra como medio para sembrar alimentos. A lo que asistimos  es  a la disputa por la tierra como un fin, pues está llena de agua y minerales, bienes bastante codiciados y  ya sabemos que cuando la codicia está de por medio la gente se vuelve muy, pero muy mala. En el caso colombiano entonces la ecuación violencia- tierra sigue siendo la misma que en los tiempos de la colonia, de la Guerra de los Mil  Días y de la disputa entre  liberales y conservadores, aunque eso sí, con métodos más brutales.
Para cerrar el cuadro, viene entonces ese truco perverso de no llamar a las cosas por su nombre, haciéndole de paso el juego a quienes saben muy bien  que las palabras pueden   tanto aclarar la realidad como oscurecerla. Por eso hablamos de falsos positivos en lugar  de crímenes y convertimos a los desplazados en emigrantes. Ahora entonces se nos volvió moda decir  que estamos en una  situación de  “ posconflicto” El resultado  es que empezamos a  creernos el cuento de que lo peor  ya pasó, cuando en realidad los agentes  de la guerra andan plantando las semillas por todas partes. Solo que  ahora despojan en el campo y habitan en las ciudades, generando estragos en los dos frentes, como si fueran los emisarios de una plaga encargada de arrasar esta terra nostra que un día se  nos antojó tierra de promisión.

sábado, 9 de abril de 2011

Disculpe el señor



Hoy me pidieron que llevara-  ¿O que trajera?- una razón a través de esta ventana. Resulta que tengo varios conocidos, entre ellos  honrados y trabajadores profesionales varados en el sótano de la desocupación en esta tierra donde la palabra progreso se repite  con la monomanía de quien oye llover. Bueno, como esos ciudadanos tienen tanto tiempo disponible por estos días, se enteraron de que entre los meses de  julio y agosto de este año  Pereira será   sede de cinco partidos de un mundial  Sub 20 de fútbol como parte del negocio global montado  por la FIFA  alrededor de este deporte que millones de mortales amamos con genuina pasión.
Me cuentan , además, que han escuchado  a  un puñado de periodistas  y dirigentes gremiales repetir en todos lados que este  será  el evento más apoteósico  en la historia de la ciudad, desde que hace  tres mil años una erupción volcánica borró de la faz de la tierra a los pueblos indígenas que habitaban por estos pagos. Por eso mismo nos dicen que una oportunidad como esa  - la del mundial, digo- no la volveremos a ver en lo que nos resta de vida.
Vamos al grano: como esos conocidos además de bien informados son imaginativos resolvieron juntar lo poco que les restaba de sus ahorros  para adquirir media docena de máquinas de coser de segunda mano compradas  a una de esas fábricas  de confecciones que se han cerrado por decenas  desde los tiempos de la apertura económica de su paisano César Gaviria. Pues bien, estos hombres y mujeres andan dedicados día y noche a  producir  camisetas, banderines, banderas y bufandas con los  colores de los equipos que  participarán en el mundial, de modo que nadie puede decir que no  están  dispuestos  a  aprovechar la oportunidad tan pregonada. Pero  les ha surgido una pregunta: ¿será que los van a dejar trabajar? ¿A qué autoridad sensata tendrán que dirigirse? Por eso no puedo publicar de momento la dirección donde  funciona su fábrica improvisada: por temor a que alguna multinacional  y sus aliados locales ya tengan los  derechos exclusivos de las prendas y muevan sus poderes para que les allanen  el taller, violando de paso su  derecho al trabajo.
Y es que el asunto  no termina allí. Son cientos o talvez miles las personas del Eje Cafetero que se preparan  para vender todas esas cosas  que encuentran los visitantes en las grandes ferias. Hablo de  refrescos, así como de golosinas de dulce y de sal.  Tengo noticias  de una mujer de Mistrató que  piensa  reencauchar  su ya envejecido lorito  de adivinar la suerte. Conozco  incluso- no lo suficiente, por desgracia- a un par de muchachas prepago que ya han invertido lo suyo en silicona, liposucciones,  gimnasios y demás artificios que las hagan competitivas. Sé además de algunos periodistas  y políticos que  aspiran a vender lo que les resta de alma  en ese  evento.
Como se me está acabando el espacio y a pesar de lo importante del acontecimiento no  he conseguido volverme serio del todo, si alguno de ustedes tiene una respuesta concreta  para mis amigos confeccionistas hiperinformales, por favor  me la hacen llegar al correo electrónico que yo  sabré transmitirla de manera oportuna.  Al fin y al cabo son ciudadanos de esta  región de oportunidades y tienen muchas bocas para alimentar. De modo que por  este conducto le mandan a decir a Joseph  Blatter, capo di tutti capi de la FIFA y a sus socios colombianos que harán el negocio de sus vidas si no  hay  un campo para ellos sin que corran el riesgo de un canazo o de ser correteados por   los agentes de impuestos  que son tan ciegos para otras cosas. Independiente   de si la respuesta es favorable o no insisten  en que le diga a través de estas líneas que disculpe el señor.