Una vieja sentencia anónima nos recuerda que por muy alto que esté ubicado su trono el rey siempre tendrá que sentarse sobre su propio trasero. La idea me volvió a la memoria leyendo un reclamo del editorialista del periódico La Tarde de Pereira sobre la forma como el Polo Democrático Alternativo en particular y la izquierda colombiana en general dilapidaron, una vez más, la gran oportunidad de convertirse en alternativa de un país más moderno y libre de tantos lastres históricos, entre ellos el de la corrupción.
La nota se escribió a propósito del paso de Samuel Moreno por la alcaldía de Bogotá y la segura pérdida de ese cargo para el partido político que consiguió importantes niveles de gestión para la capital del país, aprovechando desde luego lo edificado en las destacadas administraciones de Jaime Castro, Enrique Peñaloza y Antanas Mockus.
La letanía en cuestión se parece bastante a la cantilena de esas mujeres que, pasada la fase fervorosa del enamoramiento, le reclaman a sus hombres “porque ya no son los mismos de antes” según la manida expresión santificada por boleros y baladas.
Y es que no existe nada más patético y desolador en este mundo que una utopía realizada. Y no porque eso sea malo en si mismo, si no a raíz de que una vez cruzado el límite que lleva del reino perfecto de las ideas a la prosaica realidad terrestre las cosas se despojan de su hálito heroico y romántico para adquirir el tono gris y deleznable que caracteriza el mundo de los humanos, lugar donde finalmente se realizan los negocios del poder.
Porque aquí hablamos en esencia de esto último y bien sabemos que en todas partes el poder se configura y consolida a través de las componendas, los negocios turbios y los arreglos bajo la mesa, disfrazados eso si tras el ropaje de los grandes ideales. Es por eso que a través de la Historia las revoluciones no tardan en convertirse en enormes decepciones, en la medida en que quienes toman el mando no dudan en replicar las prácticas y lenguajes de aquello que combatieron con tanto ahínco a costa de muchas vidas ajenas y de poner en riesgo la propia. Por esas mismas razones los guerreros que mueren jóvenes y en combate se convierten en mito : porque nunca tuvieron tiempo de degradarse en los meandros de las renuncias y permanecen en la memoria de la gente palpitando siempre al borde de lo imposible. Abraham Lincoln, Alejandro de Macedonia o el Ché Guevara le deben su precaria inmortalidad no tanto a lo que consiguieron en vida como a sus muertes tempranas.
De manera que poco importa si las utopías provienen de la izquierda o de la derecha. Si corresponden a un mesianismo religioso o si se remiten a las improbables “leyes” de la economía que tantos estragos han ocasionado a lo largo de los siglos. Al final el resultado será el mismo : la decepción y el consiguiente volver a empezar, porque el poder es , en últimas, una colosal montaña de excrementos y es imposible, por nobles que sean los ideales, transitar aunque sea cerca de el y sus agentes sin terminar oliendo a eso : a mierda.
Saludos Desde algún lugar del Ciberespacio!... :)
ResponderBorrarEs indudable que el poder siempre es corrupto y corrompe... Pero cuando aparecen en lugares como Colombia "tipos" hablando del "poder para el pueblo" y una manada de de verborrea intelectual pseudoizquierdosa... ahí si le digo que salga corriendo: Porque esos son peores que los corruptos: porque desean mas el poder (que no tienen)... y cuando llegan y lo poseen se enloquecen con el... el ejemplo: El máximo representante de la izquierda latinoamericana: El simio Chavez: ¿Eso es lo que queremos que nos dirija por el camino hacia el futuro?.
De nuevo felicidades por el Blog y las columnas! :)
att: Trejos!
Hoombre, amigo Trejos. Sus comentarios siempre serán bien recibidos. Me alegra mucho tener noticias suyas en este nuevo año.
ResponderBorrar"Es por eso que a través de la Historia las revoluciones no tardan en convertirse en enormes decepciones, en la medida en que quienes toman el mando no dudan en replicar las prácticas y lenguajes de aquello que combatieron con tanto ahínco a costa de muchas vidas ajenas y de poner en riesgo la propia", ese fragmento me recuerda siempre la difícil que es ser periodista y no caer en la monotonía que vuelve frío al ser humano: hay un momento donde el sólo hecho de publicar por publicar, sólo por conseguir noticia y sobrevivir, ganar algo de sueldo. Es dura la realidad, no?
ResponderBorrarPero hay que ser lo suficientemente duro para no dejarse abatir por la gran montaña. Yo no sé cuando no me rendiré, pero estoy seguro que no me rindo es por rebeldía hacia mi ser.
Hola, Amarillo Blanco. Creo que lo mejor es atender el consejo de las viejas sabidurías y vivir cada día como si fuera el primero... pero también como si fuera el último.
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