Unos, acaso fieles a la tradición , lo celebran el 9 de febrero, recordando al cubano Manuel del Socorro Rodríguez y su Papel Periódico de Santafé de Bogotá, esa hoja que quiso dar cuenta de las convulsiones sufridas por una sociedad anclada en el vórtice mismo de la avanzada colonial. Otros trasladaron la fecha para el 4 de agosto, en honor a don Antonio Nariño y su tan citada traducción de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Algunos más hacen moñona y celebran el llamado Día de los Periodistas tanto en febrero como en agosto, cuando desde los sectores público y privado se acuerdan de esas personas que van por el mundo, grabadora y libreta en mano, arriesgando la vida en ocasiones y en otras vendiéndole el alma al diablo en una nefasta modalidad de trueque donde se cambia independencia por publicidad.
En cualquiera de los casos se trata de enfatizar en la necesidad que tiene toda sociedad con aspiración de alcanzar unas condiciones mínimas de libertad y dignidad de remitirse al periodismo como herramienta para contar y pensar la realidad. De contarla para que sus integrantes sepan de dónde vienen los fenómenos y hacia dónde pueden llevarlos. De pensarla para que puedan ubicarse en un contexto que les permita comprenderse a sí mismos y al entorno del que forman parte. Contarla implica reconocer la historia como el escenario donde los seres humanos se asoman a las claves de su discurrir vital y por ese camino se descubren parte de un entramado donde la economía, la política, la religión, el arte y la cultura devienen expresión visible de la suma de ambiciones, temores, dichas y desventuras que son la materia de la que está tejido el destino de la gente. Pensarla demanda sentirse parte de esa historia y no meros agentes de un designio que los poderes de toda estirpe quisieran imperecedero.
Una celebración del Día de los Periodistas en un país como Colombia implica entonces, más allá del siempre saludable brindis, un ejercicio de autocrítica por parte de medios y de profesionales del oficio, que permita pensar el papel jugado hasta ahora en medio de los equívocos de unos regímenes políticos cada vez más soportados en los viejos y efectivos trucos de los caudillismos, que tan buenos dividendos le dieron siempre a los gobiernos totalitarios, fueran estos comunistas, fascistas o con ínfulas democráticas : la invocación permanente a conceptos tan abstractos como esos de patria y destino manifiesto, la manipulación descarada del lenguaje a través de la propaganda y la apelación reiterada a la irracionalidad de las masas expresada en índices de popularidad.
A todas estas, con una democracia en ciernes amenazada desde el mismo Estado, la tarea de los periodistas tendrá que ser doble: luchar para mantener una dosis de independencia cada día más escasa y confrontar a una sociedad sumida cada vez más en un unanimismo forjado a la medida de los encuestadores y las agencias de publicidad. Por supuesto, esa tarea no la emprenderán los grandes medios de comunicación en poder de los grupos económicos, tan satisfechos como viven con el estado de las cosas. Será más bien un ejercicio solitario y terco cuyo instrumento fundamental es la lucidez, tal como lo sugería en su declaración de principios la revista Alternativa, una publicación que jugó un decisivo papel en la escena política de los años setentas. Esa premisa está basada, ni más ni menos, que en la simple y contundente convicción de que atreverse a pensar es empezar a luchar.
Muchas gracias. Así lo haremos.
ResponderBorrarHola Gustavo. Soy Gustavo también, un ex alumno suyo que anda de aventura en Ciudad de México. He leído el post (je, es columna pero en un blog es post también).
ResponderBorrarEl periodismo al que es bueno apostarle es el independiente, con lo poco que llevo en periódicos, uno en México, trabajando, me he dado cuenta de que los directores ejecutivos y los integrantes del grupo coordinador de publicidad y mercadeo son quienes crean la agenda noticiosa. Los periodistas sólo miran el suelo y aceptan, a regañadientes, y son muchos, qué y cómo se publica. Un abrazo Gustavo. ¿El día del periodista? Para qué ese día: una generosa invitación de gobiernos a un desayuno. Me gustaría más el día del periodismo. Allí entran a jugar todos los actores.
Hombre Gustavo, supongo que Vargas. Me alegra mucho saber que anda explorando otros caminos. Y mucho cuidado se indigesta con el desayuno del Día de los Periodistas.
ResponderBorrarUn abrazo.