“No hay nada nuevo bajo el sol”, dicen que dijo el rey Salomón. Otros hablan del eterno retorno. Los más prosaicos simplemente admiten que el mundo da vueltas y pasan la página. El debate desatado por la propuesta de poner en marcha la llamada ley SOPA, en principio dirigida a contrarrestar la piratería informática y proteger de ese modo la propiedad intelectual vuelve a confirmar la premisa. Por lo visto estamos, una vez más, ante otra esperanza fallida: la que alimentamos bajo la creencia de que el advenimiento de Internet suponía una suerte de reino de la libertad para la comunicación y la circulación de información entre los humanos. Los más optimistas dijeron en su momento, repitiendo el manido cliché, que la aldea global al fin estaba entre nosotros, y que las fronteras desaparecían para hacer de todos los mortales ciudadanos del mundo.“La democracia informativa será la clave para edificar al fin sobre la tierra la fraternidad, la igualdad y la libertad prometidas por la Revolución Francesa” recuerdo que le leí al entusiasta profesor de una universidad española, con el magín reblandecido tal vez por cuatro de décadas de franquismo.
Había pasado lo mismo con la Revolución Industrial. Sus más fogosos propagandistas no se cansaron de repetir en editoriales y manifiestos que, liberados al fin de la alienación del trabajo por máquinas que realizarían la tarea por ellos, los hombres tendrían en sus manos las llaves del paraíso en la tierra, donde podrían dedicarse a la exploración de los goces sensuales, al desarrollo de sus talentos naturales y por lo tanto al descubrimiento del sentido de su existencia. Visto a la luz de lo sucedido en doscientos años, el relato parece un cuento de hadas dirigido a tranquilizar niños con problemas cognitivos : no podemos sentirnos más lejos de esa parcela de ensueño cuando levantamos la mirada y no vemos más que millones de individuos esclavizados por los objetos. A esa esclavitud la llaman comodidad, aunque tengan que pagarla a plazos durante el resto de sus días.
Algo parecido acontece con los desarrollos de la ciencia en terrenos tan vitales para el bienestar y la supervivencia de la especie como el de la ciencia médica ¿Quien no va a entusiasmarse cuando le hablan de la posibilidad de suprimir o disminuir el dolor y por lo tanto de hacer más llevadero el ineludible tránsito hacia la muerte? Solo que nadie nos contó que por eso mismo la salud no tardaría en convertirse en un colosal negocio para las corporaciones que controlan la producción de medicamentos y servicios en ese frente, al punto de que cada día son más frecuentes las noticias sobre enfermedades inventadas para vender el remedio. Nada nuevo insisto: Después de todo, los economistas descubrieron hace varios siglos que la fórmula más segura para reactivar una economía maltrecha es desatar una guerra.
Así que no debemos sorprendernos si tras el noble pretexto de proteger la propiedad intelectual se esconde una intención menos altruista: La de controlar ese millonario mercado de consumidores atados a la red, dispuestos a renunciar a cualquier cosa con tal de satisfacer su adicción. Hace unos meses tuvimos una muestra gratis con la crisis desatada entre los usuarios de Blackberries por las fallas en sus aparatos. Basta con recordar a cientos de personas, casi todas menores de cuarenta años, deambulando por calles, centros comerciales y oficinas con aire de autistas, porque se sentían desconectadas de algo esencial para sus vidas. Solo cuando las cosas volvieron a la rutina recuperaron los colores del rostro. “Para eso pagamos”, me dijeron por esos días dos atribulados estudiantes de la universidad.
Ahí está el detalle, como diría el humorista Cantinflas: La democracia la sostienen los ciudadanos y la ciudadanía no es posible si las personas no tienen igualdad de oportunidades para acceder a los bienes y servicios, entre los que se cuentan la información y la comunicación. Esa es la parte que nos escondieron del cuento de hadas: que una vez puesta en marcha la ley SOPA o sus equivalentes, muchas puertas empezarán a cerrarse a no ser que usted esté dispuesto a pagar por todo lo que le prometieron. Y ya saben lo que nos enseñaron desde niños: Si no te tomas la sopa, te llevará el Coco.
Has dado en el clavo, Gustavo. Virtualmente todos los “avances” modernos son un engendro de cosas buenas, mediocres y malas, en diferentes proporciones. Y por supuesto que cada día se hace más difícil discernir esas proporciones, asi como las intenciones de los esfuerzos para poner coto a los supuestos abusos. Es que todo trae un disfraz. Es como los trucos de los economistas y burócratas cuando te explican algo. Yo acabo de aprender, por ejemplo, que en Estados Unidos los ministros de Defensa se jactan de reducir sus presupuestos cuando en realidad los están aumentando. Y logran este milagro porque un año informan que el año próximo gastarán 1.500 millones más que éste, y en realidad sólo aumentan el gasto 1.000 millones, que es lo que querían y necesitaban, al mismo tiempo que dicen “he ahorrado 500 millones”… y la gente se lo cree!! Debo mi conocimiento de este truco a Internet, y esto es bueno, aunque por cada dato bueno que te cae encima te llueven miles malos. Esta cacofonía del blablablá en Internet, digna del Cantinflas que mencionas, no requiere de un control de los gobiernos de turno, sino de la capacidad de los usuarios para discernir lo bueno de lo malo.
ResponderBorrarAhí está el detalle, mi querido don Lalo : en el criterio de cada usuario para discenir entre el trigo y la cizaña, pero ante todo para saber si el trigo es genuino. Por lo demás, Internet si que es el escenario donde se hace visible el sentido de la bella palabra anglosajona Serendipity : buscando una cosa, casi siempre se encuentra otra, en unas ocasiones sublime y terrible en las demás.
ResponderBorrarUn abrazo,
Gustavo
Su excelente articulo, amigo Gustavo,me trae a la memoria aquel lúcido ensayo de Eco sobre la homogenizacion de los gustos artisticos de la gente, eso que conocemos como industria cultural. De acuerdo a mi percepcion, la mentada SOPA no es mas que un intento de seguir controlando el boyante negocio que supone la "necesidad" de cultura. Las discograficas, editoriales, etc, se niegan a adaptarse a los nuevos tiempos e insisten en seguir usufructuando de los autores, que en muchos casos reciben exiguas regalias. De seguir con la misma politica, siempre habra sitios de donde descargar estos contenidos culturales.Corresponde al internauta decidir si quiere ser un compulsivo consumidor "integrado" o un selecto cazador "apocaliptico" de joyas que ofrece Internet, que pese a todos sus defectos, es el mejor invento de estos tiempos.
ResponderBorrarEn Colombia, estimado José, estamos viviendo una especie de experiencia de la máquina del tiempo: grandes bandas de rock que en su cuarto de hora hubiesen sentado su protesta ( " armar una pataleta" , decimos por aquí) ante la menor insinuación de visitar a este país, en los últimos años han condescendido a bajar de su Olimpo para prodigarnos su dosis de indudable buena música.Metállica, Roger Waters, Iron Maiden, Aerosmith y Elton John se cuentan entre los visitantes. ¿Repentina bonhomía? Nada de eso: con la masificación de Internet las grandes disqueras- y con ellas sus estrellas- han visto disminuír sus ganacias;así que no tuvieron alternativa distinta a la de lanzarse a caminos tan insospechados como los de las tierras de América. Es por eso, entre otras razones, que ahora quieren retomar el control del negocio y que se vayan al carajo los que no puedan pagar su entrada al circo.
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