“Eso es pecado”, dicen que dijo el papa Juan Pablo II cuando conoció la noticia. No se refería al llamado sexo contra natura, ni a una masacre de pueblos indígenas en el Amazonas peruano. Tampoco a un infanticidio ni a los jornales pagados por los terratenientes de Córdoba, Colombia. En realidad, el entonces pontífice estaba escandalizado por el monto de la transferencia del futbolista Cristian Vieri del Calcio a la liga española: Cincuenta y cinco millones de dólares. Y eso que el papa polaco no vivió para enterarse de la cifra que permitió el paso de Cristiano Ronaldo del multimillonario Manchester United al no menos todopoderoso Real Madrid : Algo así como cien millones de dólares mal contados.
Fiel a una constante de su vida, el papa estaba pensando en términos políticos: En un mundo donde millones de personas tienen que sobrevivir con menos de un dólar al día, pagar esas sumas demenciales por un deportista, por virtuoso que sea, constituye una abominación. Como era de suponerse, nadie le prestó atención. Primero, porque los carteles que controlan el negocio son demasiado grandes como para preocuparse por esas minucias. Y segundo, porque al constituir en si mismo un imperio, el Vaticano no tiene mayor autoridad para hacer ese tipo de cuestionamientos. El show debe seguir, dijeron todos al unísono y pasaron a firmar el siguiente contrato.
Pero la principal razón para eludir el necesario debate ético sobre lo que sucede alrededor del fútbol y del deporte en general reside en que son demasiados los intereses en juego. Y me refiero a la cantidad y al tamaño. Empresarios, políticos, mafiosos, canales de televisión, gobiernos, publicistas, estaciones de radio, medios impresos y periodistas conforman un entramado tan complejo como peligroso. Sobre todos ellos, como entidad omnipresente, gravita uno de los más poderosos carteles que se hayan podido configurar en la historia de la especie : La FIFA , esa organización supranacional que inventa torneos por docenas, segura como está de que la pasión desatada por el fútbol entre los mortales provoca una reacción en serie que se traduce en transacciones de jugadores, transmisiones en directo o en diferido, contratos de publicidad, poder político y pingues comisiones para los intermediarios.
Pero ya es hora de contarles de dónde viene mi inquietud. En una de esas conversaciones de café a las que soy aficionado, uno de los contertulios lo planteó en estos términos: De todos estos oficios ¿Cuál es más útil para la humanidad? Acto seguido, empezó a enumerar: Médico, ingeniero, panadero, carpintero, arquitecto, enfermero, profesor, granjero y futbolista. Aclaro: Quienes participábamos en la conversación coincidimos en nuestra pasión por el deporte de Messi, Maradona y Pelé. Sin embargo eso no impidió que situáramos a los futbolistas en el último lugar del escalafón. Fue entonces cuando recordé las declaraciones de Juan Pablo II y pensé que el hombre tenía razón: En un mundo menos enloquecido, un buen médico tendría que estar mejor remunerado que un futbolista. Al fin y al cabo una vida salvada por un cirujano no se paga con los mil goles de Pelé o con las tripletas de Messi en la Liga de campeones. En realidad, ni siquiera con la mano de Dios que, según los creyentes, se hizo carne en México 86 .
Pero claro, la razón nunca ha gobernado al mundo, ni en los tiempos de Aristóteles ni durante el apogeo de la ilustración. Ese reinado de la demencia hace posible, por ejemplo, que en un café céntrico de Pereira un grupo de hinchas de un equipo millonario como el Atlético Nacional, se reúna a compartir tribulaciones con sus iguales de otro en bancarrota y al borde de la desaparición como el Deportivo Pereira. A pesar de las diferencias de chequera, ambos clubes andan hoy abrumados por el fracaso deportivo. En el primero de los casos los jugadores no rinden, cobran jugosos contratos y se van con su indolencia a otra cancha. En el segundo no tienen para llevar comida a la casa y nadie les responde. En ambos la situación se explica por la falta de algo que ya no tiene sentido ni valor en estos tiempos: El alma, la mística, el corazón, es decir, la materia misma de cualquier juego digno de ese nombre. Y ya sabemos que el disfrute o el dolor del juego solo les atañe a los aficionados, lo demás es negocio. Por eso, el que una vez fue un hermoso deporte es sorprendido cada vez con más frecuencia en fuera de lugar.
Necesaria reflexión en estos tiempos vertiginosos de inmediatez y consumismo. Acorde a esa paulatina pérdida de los valores institucionales de cada club, el mercenarismo campea en las canchas, especialmente en el seno de los grandes equipos, ansiosos por seguir llenando sus vitrinas de trofeos a cualquier precio, porque a la larga parece ser más rentable esgrimir como reclamo publicitario el número de títulos o el cartel de sus jugadores estrellas. Véase el caso Beckham, el jugador-marca por antonomasia, que sin ser un exquisito del balón, vendía mas camisetas del Madrid con su nombre que sus compañeros más talentosos.
ResponderBorrarMuy cierto, los equipos de hoy juegan sin alma, sin corazón, sin sentir los colores, pocas excepciones como la del Athletic de Bilbao, al que muchos critican superficialmente como un equipo xenófobo y discriminador, sin adentrarse en los pormenores de sus valores comarcales profundamente arraigados en la sociedad vasca. Un equipo quijotesco, que por el hecho de ser fiel a unos principios, lo pasa mayormente sufriendo y como no podía ser de otra manera la hinchada incondicional sufre al mismo ritmo. El Athletic, al tenor de los tiempos en que vivimos, parece que va quedando en permanente offside, aunque a momentos regale a su afición y a los románticos del futbol, destellos fugaces de juego exquisito pero ingenuo. “El business debe continuar” dirían los mercachifles de la FIFA.
Atinado eso de proponer al Athletic de Bilbao como excepción a la norma, apreciado José. A lo mejor es por la juventud de sus jugadores, sumada al carácter obsesivo del entrenador ¿Ha pensado usted en el caso de Cristiano Ronaldo? A pesar de ser un extraordinario jugador, no fueron sus goles , sus gambetas y sus remates fulminantes los que convencieron a Florentino Pérez de llevarlo al Madrid : Fueron, como usted lo indica, las proyecciones de venta de camisetas y otros ejercicios de mercadeo.
ResponderBorrarMe llama la atención esa clasificación de profesiones que hace tu amigo, Gustavo. Conversando con mi mujer, que es sinóloga, salió a relucir recientemente la clasificación jerárquica de las cuatro profesiones en la cultura china clásica. En primer lugar, ella me recuerda ahora, estaban los shi, o sabios, que habían aprobado el examen para ingresar en la administración; luego los nong, o campesinos con tierras, después los gongs, o artesanos, y finalmente los shang, o mercaderes. Pregunté por qué los mercaderes, tan necesarios para la riqueza común, estaban últimos en la escala: al parecer, en la cultura clásica les reprochaban que no produjeran nada, que fueran más o menos parásitos, que traficaran con los productos requeridos, diseñados y trabajados por las otras clases. O sea, tan inútiles y al mismo tiempo tan necesarios como los futbolistas, si me permites retorcer un poco la paradoja.
ResponderBorrarSobre tu apunte de la "inutilidad" de los futbolistas,caro Lalo, hay una anécdota graciosa del francés Karembeu que contaba que en una ocasión le preguntaron a qué se dedicaba, y él respondió: soy futbolista. ¿pero de qué trabajas?, le respondieron.
BorrarOtro caso historico es cuando Osvaldo Zubeldia cito a sus pupilos (no se si del Estudiantes de la Plata o de otro equipo) muy temprano por la manana a la estacion de trenes (o de omnibuses) unicamente para mostrarles "a la gente que verdaderamente trabaja y se levanta temprano". Despues hubo mil variantes de esta anecdota pero yo creo que fue Zubeldia el pionero.
BorrarBueno, esa misma pregunta se la formulan a los escritores cuando no son ricos ni famosos: Muy bien ¿Pero cómo se gana usted la vida? Poco más o menos es lo que sucede con los deportistas anónimos y, por lo demás, con todo aquél que consagra sus días al perfeccionamiento de una disciplina que no le reporta renta aparente, amigo José.
ResponderBorrarBueno, la esencia de las paradojas consiste en ser retorcidas, mi querido don Lalo. En realidad, si nos limitamos al perímetro del estadio, una buena gambeta o un gol de tiro libre a la brasilera bien valen una vida (con perdón del cirujano y su paciente).Por algo se insiste una y otra vez en las "inutilidades esenciales" cuando se habla del arte en general y de la poesía en particular.
ResponderBorrarLeí hace poco una crónica en Gatopardo sobre el superclásico argentino: Boca - River. Es del mes de abril la edición y también allí Andrés Burgo (el autor del texto: 'El clásico Boca vs River) comenta en parte lo que usted maestro escribe: el Fútbol es un deporte manipulado por intereses en el cual el hincha no ha perdido aún su pasión. Porque ahí está el punto a analizar, mentiras, ni tanto, es notorio: son los espectadores quienes más sufren y sudan por el equipo que el mismo jugador.
ResponderBorrarUn equipo como el River en descenso, el Boca quien fue campeón, un nuevo sistema de juego en Argentina donde los de la segunda pueden hacer competencia con los de primera. Y un partido que por cuestiones de seguridad se realiza a más de doce horas de Buenos Aires, en la Provincia de Chaco, en el cual su gobernador avala este encuentro de también dos barras bravas poderosos y violentas gastando una fortuna en una de las zonas más pobres de Argentina, eso es que tiene pretensiones para un alto cargo político. Vuelvo Gustavo después de unas bonitas vacaciones en la tierrita.
Apreciado Eskimal : Me alegra mucho encontrarlo de nuevo en este territorio. Por algo fueron los argentinos quienes bautizaron al hincha como " El jugador número doce". Mientras para el resto el fútbol es poco más que una fuente de ingresos, el aficionado lo vive como una forma contemporánea de la experiencia religiosa : No es casual que la palabra pasión- en su sentido de goce y sufrimiento- sea una de las más utilizadas para referirse a sus sentimientos.
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