Wilmar Vera Zapata
El asunto empezó
a ir mal desde que la información dejó de ser un servicio para convertirse en
otro producto más en el mercado. A partir de allí, las noticias viven sujetas a las leyes de la oferta y la demanda.
En principio, alguien las produce en serie: los medios. Acto seguido el
consumidor las devora y luego las desecha en un gigantesco basurero, que en
este caso es el propio cerebro. En ese punto la rueda vuelve a girar hasta el
infinito. O lo que es lo mismo: hasta el sin sentido total.
Ustedes habrán
notado dos cosas: que las noticias no las producen los acontecimientos y sus
protagonistas sino las empresas de
información. Segundo, que entre el
productor y el consumidor no media escenario
alguno. Ni tiempo ni espacio para la necesaria reflexión dirigida a ubicar los
hechos en un contexto, y de ese modo proceder a su valoración. Esta
última es la que permite acercarse a lo que es verdad y a lo que no lo es. A la certeza o a la simple conjetura. Esos conceptos, los de verdad y certeza, nos lo repiten desde
hace mil años, son la base de la justicia.
Y de esto último quiero hablar. En la reciente
historia de Colombia tomamos un rumbo
tan retorcido, que la justicia, llamada a ser el eje de cualquier acción que ponga en discusión la inocencia o la
culpabilidad de un ciudadano, pasó a un
segundo plano. En el primero están la policía y los medios. Y lo digo con
conocimiento de causa: que lo sepa,
hasta ahora soy director de noticias del Canal 81 de televisión local en el
área de influencia de Pereira, Dosquebradas , Santa Rosa y Manizales
. Sumo y sigo: el último lugar de la
fila lo ocupan las víctimas y los sindicados, que deberían ser objeto y sujeto de la justicia.
La lista de
episodios es demasiado larga para emprender una enumeración. Pero voy a citar dos casos antes de entrar al que
me ocupa- y me duele– hoy . Se trata del asesinato de Luis Carlos Galán y de
la llamada Operación Libertad que afectó
a más de un centenar de habitantes del municipio de
Quinchía, en Risaralda. En el
primero de ellos, un colombiano de ascendencia libanesa llamado Hubiz Hasbun fue condenado
a prisión y murió poco después de que se probara su inocencia. Algo
similar sucedió con varios de los
detenidos de Quinchía. En ambas situaciones hay un elemento común: la condena
se dio primero en los comunicados de las autoridades y en los reportes de los
medios de comunicación radiales, televisivos y escritos. Cuando quisieron rectificar era tarde, porque muchas vidas habían sido arruinadas, dejando una estela
de huérfanos y de familias desintegradas.
Disculpen la tardanza para llegar a la esencia de este
artículo , pero necesitaba llenarme de argumentos. Hoy menos que nunca puedo
ser objetivo. La detención de mi amigo y colega como profesor, escritor y
periodista, Wilmar Vera Zapata,
sindicado de ser el determinador del homicidio de un joven ex
candidato al Concejo de Pereira , me tiene con el alma en vilo. En un mundo
donde primara la razón, su culpabilidad o inocencia tendría que probarlas
el aparato de justicia. Pero ocurre que
los medios y la policía ya lo condenaron. Para empezar, el comandante de la Policía Metropolitana ,
proclive a a cerrar sus declaraciones
con moralejas, en lugar de limitarse a reportar la captura dijo ante los micrófonos que “ No se concibe que un profesor, llamado
a dar ejemplo, pague por asesinar a un joven por asuntos de dinero”. De los
medios, ni se diga. El solo uso de una fotografía que muestra al sindicado en compañía del joven asesinado constituye para muchos
una prueba de la relación directa entre los hechos. Pero hay más: mientras algunos, para curarse
en salud ante eventuales problemas
legales, utilizan por protocolo la palabra presunto, un correo electrónico remitido por el periodista
Álvaro Rodríguez empieza diciendo sin
rodeos que “ Capturan asesino de
candidato al Concejo”. En otras palabras, un periodista y un investigador ya sentenciaron sobre lo que, en
derecho, debe ser competencia de los jueces. Por ejemplo, decidir si las llamadas y correos
electrónicos de una persona que le cobra
a otra un dinero, constituyen en si mismos una prueba de culpabilidad.
Eso para no hablar de los corresponsales
de los medios nacionales, obligados a
llegar a la presa más rápido que sus competidores. Insisto: solo Wilmar sabrá la verdad, pero nada bien le hace a su
caso y al de muchas otras personas este tinglado en el que medios, policías y
periodistas acabaron suplantando a los
jueces.
Yo tampoco quiero ser juez de nadie, me duele mucho lo que le pasa al profesor Vera. Fuí alumno suyo en la UTP y lo recuerdo como un excelente maestro, una personalidad excepcional, de esas que le trasmiten a uno el amor que tienen hacia su profesión, en su caso el periodismo y la docencia. Sólo él sabrá la verdad, yo prefiero creer en la inocencia de ese hombre, aunque como bien dice D. Gustavo, la policía y la prensa ya lo crucificaron ante la opinión pública. Me dolió mucho verlo en la página Judicial del periódico, aunque eso sólo viene a confirmarme que este es un país de mierda en todos los sentidos.
ResponderBorrarCamilo.
Ese es el punto, apreciado Camilo : Que, independiente de la determinación de los jueces, ya le jodieron la vida.
ResponderBorrarEl caso que cuentas es típico, Gustavo. Y todos sabemos cómo funcionan los espacios de “policiales” en muchos medios de comunicación: la policía manipula la información para aceitar sus propios engranajes y cuando tienen un sospechoso suelen entregarlo a los sabuesos periodísticos, con datos que, si se manejan en forma irresponsable, convierten en culpable a cualquiera. Se supone que esas cosas no ocurren en países como Gran Bretaña, por ejemplo, donde no se puede prejuzgar la culpabilidad de los sospechosos, que muchas veces ni siquiera son identificados, pero lamentablemente también lo hemos visto. En el invierno de 2010/2011 se armó un gran revuelo porque una chica, Joanna Yeates, apareció estrangulada en Bristol, suroeste de Inglaterra. Su novio había ido a visitar a su familia: por eso se salvó de ser sospechoso, ya que en estos casos la policía lo primero que hace es sospechar de los “seres queridos”, esa entelequia que suele ser mortal. Sospechó, en cambio, del “landlord”, el dueño de la casa donde vivían Joanna y su novio. Este hombre, Christopher Jefferies, un profesor retirado, es bastante excéntrico y entonces la prensa se cebó: recogió y publicó mil informaciones y/o declaraciones que lo incriminaban (“miraba a las chicas en las clases con ojos libidinosos”, “tenía una sonrisa cruel”, “estaba medio chiflado”, etc) y en cuestión de dos o tres días era un criminal endurecido a ojos del público. Bueno, resultó que el verdadero asesino era un vecino de Joanna, que estaba obsesionado con ella, un holandés de nombre Vincent Tabak. Ahora bien, el caso es que Jefferies, a quien llenaron de mierda, ha recibido jugosas compensaciones de varios diarios, además de disculpas públicas. En esto sí que se nota la diferencia entre la forma en que funciona la justicia en Inglaterra y (¿algunos de?) nuestros países. Pero queda una cosa: la mierda siempre deja su marca, y Jefferies, ahora, es inocente pero… “medio raro”, ¿no?
ResponderBorrarNo sabe cuánto le aporta un análisis tan juicioso como el suyo a este océano de confusión, mi querido don Lalo. Qué digo análisis: Breve ensayo sobre lo letal que puede llegar a ser la manipulación de la información cuando se cruzan intereses y pasiones. El comprensible dolor de la familia de una víctima y el interés de las autoridades por mostrar resultados, por ejemplo. Para completar el cuadro tenemos- cómo no- la voracidad de los medios por llegar con la presa fresca a las audiencias antes que sus competidores.
ResponderBorrarComo es posible que en los medios tachen y se ataquen entre colegas ¿donde están los buenos periodistas? quienes van en busca de la verdad, investigando y no señalando, soy alumna de Wilmar y si solo el sabrá la verdad , pero sigo creyendo en su inocencia
ResponderBorrarAquí el llamado es a la responsabilidad en el manejo de la información, Sara. Insisto: Decidir corresponde a la justicia... si tal cosa existe en el mundo.
ResponderBorrarQué retorcida es nuestra historia común de países hermanos, amigo Gustavo, como usted dijo hace poco “una vez más estamos empatados”: hace unos cinco años atrás tuvimos un célebre caso de fusilamiento mediático a un humilde individuo que trabajaba de portero de una escuela a quien sindicaron de haber violado y estrangulado a una niña en las instalaciones de la misma escuela. El individuo pese a jurar su inocencia fue inmediatamente encarcelado por la presión de la sociedad civil, azuzada cómo no por medios sensacionalistas. Ante la falta de pruebas incriminatorias y la poca pericia de los investigadores de la policía, los jueces tuvieron que mandar muestras de ADN a un laboratorio del FBI para garantizar imparcialidad y eficacia. Los resultados establecieron que el sospechoso era inocente, pero entretanto el individuo tuvo que pasar dos años de pesadilla en la cárcel (los otros presos a menudo matan a violadores de menores). Y al contrario de Inglaterra, como cuenta Lalo, no fue reivindicado públicamente por la justicia ni mucho menos compensado monetariamente y los medios de prensa se limitaron a informar que había sido liberado como si fuera una noticia cotidiana. Como es de suponer, ahora ese individuo es un apestado social, nunca recuperó su trabajo, ni la dignidad porque quedó marcado para el resto de su vida.
ResponderBorrarComo usted dice, solo el señor Vera Zapata sabe la verdad, y espero que no lo salpiquen de lodo a usted por defender a su colega y amigo, de quien, seguramente muchos “amigos” ya se apartan como de la peste.
Adictos a la sobrerbia,medios y periodistas desconocen el verbo reivindicar,apreciado José. Una vez le echan el lodo encima a las personas pasan a la siguiente presa,como si nada. A l fin y al cabo,lo suyo es facturar. Del análisis y la confrontación de pruebas, que se ocupen otros.
ResponderBorrarNo se puede ser objetivo cuando se conoce a la persona Gustavo, bueno, eso creo yo. Quizá por tal razón a los psicólogos no los dejan tratar a sus pacientes. Wilmar ha sido un buen maestro, no hablé mucho con él, no fui su más cercano alumno, pero las pocas veces que platicamos encontré motivación. Sólo queda esperar que quienes están capacitados, en lo que entra dentro de las leyes, para analizar y sopesar la investigación tengan integridad. Ni la policía, ni los periodistas, ni un juez tienen el derecho a lanzar juicios de valor, más si es un tema tan delicado. Creo es parte de la ética.
ResponderBorrarGustavo, le dejo acá mi correo eleskimal@gmail.com ya que quisiera escribirle. No le pido su correo electrónico por acá, y el que tenía lo he perdido, por eso dejo el mío.
Abrazos.
La verdad es que nunca se puede ser objetivo, apreciado Eskimal: Siempre se habla desde un sujeto que cuenta y piensa el mundo. O al menos intenta hacerlo. Ni que decir cuando el horror lo toca a uno de cerca.
ResponderBorrarCon gusto le pasaré mi correo electrónico.
Un abrazo,
Gustavo