El comunicado de
prensa empieza así: “La junta directiva de la Fundación Arte y Cultura por
Risaralda y el Comité Organizador del festival Sinfónico de Pereira informa a
la opinión pública que por novedades de última hora que afectan el cronograma,
la programación y las finanzas del Festival Sinfónico de Pereira, tomamos la
decisión de suspender la realización de
la versión 2013 del Festival”.
Así de simple. Mientras desde hace cuatro años los discursos oficiales enfatizan el carácter cultural
de la celebración del sesquicentenario de la
capital de Risaralda, uno de los más grandes logros de los últimos años
desaparece de la agenda por arte de birlibirloque.
Desde distintos
frentes de la cultura y las artes en el orden regional, nacional e incluso
internacional, se ha reconocido la rápida
evolución de este evento recibido en principio en medio
del escepticismo: al fin y al cabo durante décadas funcionó entre nosotros el estereotipo de lo chabacano y
vulgar como única vertiente musical capaz de estimular nuestra
sensibilidad melódica. En contravía de
esa percepción, la calidad de los
músicos, la diversidad de la oferta y los distintos lugares de procedencia de los intérpretes y
compositores muy pronto hicieron del
Festival Sinfónico un espacio
respetado por creadores,
melómanos y empresarios. Ser incluido en su programación se volvió una meta
difícil de alcanzar.
Como sucede en
tantos frentes, el festival fue el
resultado del talento, la iniciativa y la
tenacidad privadas. Artistas, intérpretes y gestores hicieron posible la materialización de una idea concebida como
punto de encuentro y difusión de distintas corrientes enriquecidas a través de
un diálogo incesante. Igual pasa con el cine, la pintura o el teatro. Programas como La Cuadra, el festival de poesía Luna de Locos, Corto Circuito, el Concurso Nacional
del Bambuco o La Fiesta de la Música
tienen su origen en el esfuerzo y la
voluntad de líderes de la cultura con el
auspicio de empresas particulares. Como
son escasas, vale la pena mencionarlas con nombre propio: Cámara de Comercio de Pereira, Centro Colombo
Americano, Frisby, Alianza Francesa o Comfamiliar Risaralda. Al lado de
ellas, las universidades públicas y
privadas han estado siempre atentas al pulso cultural de la región,
convirtiéndose en valioso punto de apoyo y difusión.
Volvamos a la
letra del comunicado. Según mis fuentes las “novedades de última hora”
mencionadas por los firmantes del documento corresponden en realidad al
incumplimiento de los compromisos adquiridos por la administración municipal de Pereira. La
versión fue desmentida en una comunicación del Instituto de Cultura de Pereira
fechada el 12 de abril. Pero quedan las dudas. Por lo visto un festival de
estas características no tiene cabida en la retórica oficial del “Desarrollo cultural basado en experiencias
representativas”. Si existe hoy un evento que reúna estas últimas características ese es el Festival
Sinfónico. Los criterios para seleccionar invitados, el cuidado en la logística, la oportunidad de la información y la organización
administrativa constituyen de hecho un ejemplo para quienes trabajan en la pura informalidad. Suspender el
festival, así sea por este año, significa dar un paso atrás. Entre los artistas que ya habían confirmado su presencia
cundirán las dudas sobre la seriedad de la organización. Y bien lo sabemos: la
credibilidad es algo muy difícil de recuperar.
Cuando esta se pierde o se pone en duda provoca una reacción en cadena
que en este caso implica a artistas,
gestores, medios de comunicación y entidades de apoyo, para mencionar solo
algunos. Las energías reservadas para impulsar el festival tendrán que ser utilizadas ahora
para rehacer el tramo perdido.
Meses atrás
vivimos una experiencia parecida. En una emisión del programa de opinión
Moliendokafé, del Canal 81 de Claro, el
presidente ejecutivo de la Cámara de
Comercio de Pereira, Mauricio Vega Lemos, anunció su compromiso con la
gestación de una feria internacional del
libro en la ciudad. A la vuelta de unos
meses rectificó y anunció en su lugar un concierto de Carlos Vives. Si bien son
dos cosas distintas, la feria un
proyecto y el festival una realidad, las
dos situaciones ilustran una concepción de la cultura como un asunto accesorio y no como esa “base de
la nacionalidad” consignada en la constitución política de 1991.
"Cuando escucho la palabra cultura escondo mi billetera" me dijo un empresario un día de hace muchos años cuando le pedí una contribución para una revista cultural. Bromeaba, por supuesto, y creo que hasta nos dio unos pesos, pero estaba en claro que hasta este esclarecido empresario no veía por que debía apoyar económicamente a la cultura. Todos hablamos con respeto de la cultura, pero a pocos les importa si tiene un precio. Y es por eso, porque son tan pocos los que sacan la billetera, que debemos celebrarlos cada vez que podamos. Para que no cedan a la tentación de esconderla.
ResponderBorrarLa cultura siempre ha sido buen pretexto para inspirar peligrosos principios nacionalistas, mi querido don Lalo. Basta con recordar esa aberración del "realismo socialista" o la todavía más perversa " Revolución Cultural" China. Pero cuando se trata de asumirla como parte esencial de los individuos y las sociedades casi todo el mundo hace mutis por el foro.
ResponderBorrarPor lo menos Pereira tiene festivales de cultura, así sea con sus fallas e interrupciones, estimado Gustavo. Y es reconfortante que algunas empresas privadas apuesten por estas actividades que no son del interés mayoritario. Casi siempre prima el afán de lucro, de ahí que los promotores y empresarios se decidan por gestionar espectáculos que convoquen multitud. Y la tendencia se agrava desde las instituciones públicas, quienes son las llamadas a fomentar la cultura en sus diversas expresiones. Pero ya ve, ahora cualquiera disparate entra a ser catalogado como expresión cultural. Ya le he contado que, el alcalde de Cochabamba, que se precia de ser artista del folclore, organiza serenatas o verbenas con grupos de cumbia barata (que han crecido como hongos porque venden) o en su defecto nos trae a cantantes decadentes como Django para los festejos regionales. Actividades como ferias del libro, poesía, teatro, narrativa, son apenas reflejadas por fundaciones privadas en recintos reducidos y con muy escasa repercusión.
ResponderBorrarBueno apreciado José. Entonces digamos que el consuelo de Pereira es Cochabamba. A su vez, a usted le corresponderá buscar algo peor que el panorama cultural de su ciudad en algún otro confín de la tierra.
ResponderBorrarGustavo.Qué nefasta noticia. Es vergonzoso que la única oportunidad que tiene una Ciudad como Pereira, de darse el lujo de ofrecer un festival sinfónico, de crecer en ese sentido y convertirse en ejemplo para otras ciudades y en placer para sus ciudadanos, se vea cancelado, con pretextos tan romos. Pero ahí están «pintados» los responsables de la agenda cultural, para quienes talvez, la cultura es sólo la retórica del título y nó una manifestación tan profunda y universal como un festival sinfónico. Tal vez les quedó grande el título, o su concepto de cultura no tiene un sentido profundo, como para luchar y defender el festival. Por otro lado, en Colombia, no ha habido un gobierno que haya considera la cultura una prioridad, como para separar para ella un presupuesto importante y permanente.
ResponderBorrarHola Gustavo, se me fué el comentario sin la firma. Olga Lucía Betancourt
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