jueves, 2 de enero de 2014

El tiempo recobrado





Todo avance tecnológico trae su instante de euforia: el momento en que la humanidad cree haber encontrado, por fin, el remedio para todos sus males. El dolor, el miedo, la fatiga y los afanes cesarán para dar paso  a un estado de plenitud que a lo largo de los siglos ha recibido distintos nombres: Paraíso Terrenal, Arcadia o Shangri- La.
La última esperanza fue alentada por  el advenimiento de dos hechos vertiginosos: la  revolución industrial y la digital. Desde la primera  se nos dijo que los humanos se ahorrarían una cantidad  nunca imaginada de energía, delegando lo más duro y alienante de su trabajo a  las máquinas, para empezar a disfrutar así de  una dosis de tiempo libre que les permitiría desarrollar lo mejor de sí, en un ejercicio  incesante de inventiva y creatividad que los  convertiría en dueños de su destino.  Tres siglos y varias revoluciones después, las máquinas solo consiguieron demostrar  su capacidad para producir más mercancías por segundo, engendrando un mundo en el que la cantidad de objetos disponibles en el mercado es directamente proporcional al grado de insatisfacción de sus  consumidores, ya sea por  hastío y saturación o por imposibilidad  de obtenerlos.
Los profetas de la revolución digital fueron más allá : al alterar de manera sustancial las nociones de tiempo y espacio, los recientes prodigios  proyectarían a los habitantes del planeta a un escenario de lúdica y comunión, donde el universo  perdería sus contornos y los límites serían establecidos por los deseos de cada quien.
Corrida  la primera década del siglo XXI,  no podemos estar más lejos de esa edad  dorada. Mientras   el ritmo de reproducción  y acumulación se multiplica, la miseria se hace más visible entre la ostentación y el despilfarro. Al tiempo que  los aparatos se hacen más sofisticados, más  parecen controlar la vida de la gente. Para probarlo bastarían unos cuantos ejemplos. Veamosunos ejecutivos modernos participando en un consejo de  administración: mientras el expositor de turno trata de hacerse comprender mostrando unas gráficas en power point ambientadas con muñequitos, su  audiencia mira con ansiedad   la pantalla de la Black- Berry a la espera de un mensaje desde  el más allá, que en este caso puede estar ubicado en el salón contiguo. Unos segundos después  todos, incluido el expositor, estarán recostados contra la pared atendiendo llamadas telefónicas de alguien que los urge a ponerse en movimiento.


Pasemos  a un almuerzo de viejos amiguetes que hace años no se ven: nada más lejano a un ambiente de camaradería, porque  una vez instalados en sus sillas todos a una empiezan  a responder o a hacer llamadas de toda índole, según dicen “para aprovechar mejor el tiempo”. La siguiente escena  pude mostrarnos  a los integrantes del mismo grupo, mal almorzados y conduciendo sus  vehículos con una sola mano, mientras  con la otra sostienen el teléfono celular. La conversación – o lo que sea- transcurre entre gritos y gesticulaciones  frente a un interlocutor invisible. Al final, si lo consiguen, llegarán a su destino inconcientes de que provocaron o estuvieron a punto de provocar un accidente. Para entonces, los desadaptados como yo estaremos pensando si no  sería mejor  emprender  el camino de regreso hasta encontrar la encrucijada donde perdimos el rumbo. A lo mejor por  la otra ruta  nos esperaba esa porción de tiempo recobrado que una vez nos fue  prometida entre  los destellos de los inventos que para entonces eran tan nuevos y hoy se tornan obsoletos en el momento mismo de aparecer.

4 comentarios:

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  2. A tono con su texto, amigo Gustavo, qué difícil resulta recobrar el tiempo, o más bien, recuperar el ritmo que poseíamos el año pasado, cual si hubiese pasado una eternidad. Cuesta una enormidad ponerse a la labor, como si se estuviera empezando de nuevo. Volver a recobrar aliento es como cerciorase de que estamos envejeciendo. Sobre la ultima parte de su post, recuerdo haber leído alguna anécdota u observación de un veterano escritor que se quejaba de que en un restaurante elegante había visto a una pareja joven, en un ambiente muy romántico con velas y demás, muy concentrada en sus smartphones respectivos, en vez de mirarse o conversar. La ultima esperanza del escritor era que al menos estuvieran chateando entre ellos pero era muy pesimista al respecto. Singular y cruel paradoja ha traído la tecnología, que no obstante haber facilitado la comunicación, en la cercanía aleja cada vez más a las personas.

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  3. La suya si que es una gozosa y saludable manera de recobrar el tiempo, mi querido don Lalo.

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  4. " Tan lejos y tan cerca" podría ser la frase que resume ese extraño estado de cosas. Un año atrás, el escritor Mario vargas Llosa publicó un artículo en el que, precisando que no es un ludita ni un enemigo a ultranza de las tecnologías de la comunicación, nos advertía sobre sus evidentes peligros.
    Una vez vez, resulta claro que la sociedad del consumo y el despilfarro es bastante hábil para vendernos cadenas disfrazadas de comodidades.

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