A menudo olvidamos que
durante mucho tiempo la experiencia
poética y la religiosa eran una sola. El verbo como agente creador y a la vez iluminador
de los misterios del universo
está presente en infinitud de rituales. Conjuros, mantras, invocaciones,
bendiciones y maldiciones son parte de un vasto catálogo que pervive hasta nuestros días.
Dentro de esos rituales, los
santones y sabios de la antigüedad hicieron del insomnio y el ayuno formas de conocimiento. Mantenerse despiertos para ver el otro lado de las cosas era uno de los
mandamientos. El cuerpo y la mente adquirirían así una levedad capaz de
llevarlos a territorios vedados. En esa medida, el sentido profundo de la palabra
religar (recuperar la unidad perdida), adquiere validez para los dos campos.
El lenguaje poético utiliza
distintas expresiones para referirse a
los estados de percepción provocados por el insomnio. En la liturgia católica se
habla de “El día de la luz” para aludir a la transfiguración de
Cristo en el monte Tabor, mediada según los cronistas por varias noches sin dormir.
“Noches blancas” es una suerte de
oxímoron para designar las jornadas pasadas en vela. Recogiendo
elementos de uno y otro lado, la banda de rock sinfónico The Moody Blues tituló
Noches de blanco satén a una de
sus más bellas y conocidas canciones.
Cuando uno termina de leer Lo invisible, el intenso y breve libro de poemas de Giovanny Gómez, experimenta la sensación de estar ante un conjunto de imágenes y reflexiones rescatadas entre las algas del insomnio, y por lo tanto dotadas de una especial forma de la lucidez, ese ingrediente imprescindible a todo ejercicio poético digno de ese nombre. Es decir, capaz de conducir al conocimiento de uno mismo y de las cosas y los seres que lo rodean. Los títulos de dos capítulos nos dan una pista: Fulgor invisible y Un bosque para nuestras sombras. Son esos fulgores los que nos permiten sospechar entre la penumbra del bosque la esencia de lo que somos: meros presentimientos a los que solo es posible aproximarse a través de la palabra.
Pero no se trata aquí de la
palabra empobrecida por el comercio
cotidiano y banalizada por los medios de
comunicación. La búsqueda del poeta apunta en otra dirección: encontrar el
vocablo preciso y recuperar su significado profundo para desvelar en su ritmo interno el silencio
que media entre el creador y los
fenómenos del mundo. “Sólo la noche toca las cicatrices en mi cara”,
leemos en un poema titulado Dedos.
Son los dedos del tiempo que bucean en
la oscuridad y tratan de descifrar la urdimbre tejida por la vida en el rostro
de cada hombre. Gracias a ese
sortilegio, a la mañana siguiente el insomne descubrirá en la cara del extraño que le devuelve el espejo
el surco de un dolor o de una dicha nuevos. No por casualidad uno de nuestros
ritos matutinos consiste en mirarnos en
ese fondo de azogue para comprobar que
algo del yo, del nosotros, permanece allí.
Hace años lo descubrí: no es que
las noches de insomnio sean más largas: es solo que las experiencias se
duplican. La piel del cuerpo y del alma está al acecho de la más leve señal
para convertirla en materia de la propia historia. Lo que durante el día es
fugacidad durante la noche deviene persistencia, tozudez, casi. En un poema
titulado Departures, el poeta
Giovanny Gómez lo dice de la siguiente manera : “Quien sabrá
responder ante controles de frontera/ si lo que vuelve es un pedazo de uno/ y
no puedo decirlo ante miradas extrañas”.
Pero lo dice. Siempre es un pedazo de uno, transfigurado sin remedio, lo que regresa de las aguas profundas de la noche. De ahí la aprensión que nos genera el mundo de las sombras, no importa si son físicas o metafóricas : algo irrecuperable perdemos y algo inefable ganamos en el descenso a esas simas.
La tarea, el oficio del poeta
consiste en eso : en tratar de descifrar al menos parte del misterio. Y al autor de
Lo invisible la ha emprendido con la certeza de quien espera la única recompensa en cosas que no tienen
precio.
PDT: les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
El insomnio nos da y nos quita, pero nunca en forma equilibrada. Ya sé que muchos destacan su aporte de inspiración, de esos atisbos que sólo parecen darse en esa "vertiginosa lucidez" (Ciorán) pero el balance casi siempre se da en rojo, con la pérdida magnificada por el pesimismo de esa hora crucial de la madrugada, cuando se enciende el horizonte y sabemos que se nos acaba el tiempo.
ResponderBorrar"Cuando ladran los perros del amanecer", con esa frase define el músico y poeta andaluz Joaquín Sabina el momento más duro del insomnio, mi querido don Lalo. Y más adelante concluye, lapidario: "Cuando el olvido tarda en acudir/ cuando diseña el preso el plan de huída/ y el usurero oculta su botín / y cuenta sus pastillas el suicida".
ResponderBorrarMaestro, volví. He tenido dos meses bastante movidos, difíciles. pero desde hoy retomaré en serio. Acá la vida está algo difícil, digamos que es otro espacio del insomnio, de esa oscuridad que altera la piel, la intenta descifrar. Creo que es el momento, uno de los pocos que hay,en el cual la naturaleza es quien intenta interpretar a sus hijos, al hombre.
ResponderBorrarHay que leer a los nuestros, bueno todos somos todos de alguna manera, pero hay buenas letras en Pereira, en la región. Espero poder compartir algunos poemas de Giovanny.
Ah, Gustavo, algo bonito de Internet es la posibilidad del hipertexto. He leído su reseña, pero puedo leerla mientras escucho NIghts in white satin. De una manera extraña,, la noche llega con ansias.
Qué gusto volverlo a tener por aquí en estos territorios de encuentro, apreciado José. Bueno, creo que lo de " días movidos, difíciles" es casi un pleonasmo : al fin y al cabo de eso se trata este juego de estar vivos.
ResponderBorrarY sí, como usted bien sabe, esta es una ciudad donde se publica bastante. En mi condición de lector agradezco lo que pasa por mis manos. Ya serán el tiempo y otros lectores quienes decidan sobre lo que perdura o perece.
Discúlpeme, apreciado Eskimal. La respuesta iba para usted y se me cruzó el nombre de José.
ResponderBorrarUsted sabe, estimado Gustavo que hace mucho tiempo abandoné la lectura de poesia, por lo que no me siento autorizado a comentar al respecto. Pero hace poco le lei a su compatriota Salcedo Ramos que quien no lea poesia dificilmente tendra buena prosa, si mal no recuerdo. Suena a sentencia definitiva y me tiene algo preocupado, ja. ¿usted que me recomienda?
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