Para Felipe Pérez Salazar
Aunque nacionalismos y regionalismos invoquen por
igual las músicas vernáculas para
afirmar una probable identidad, la
vida cotidiana nos recuerda una y otra vez que las músicas no son
de parte alguna , porque en realidad son
de todas partes. Eso explica, por ejemplo, que los japoneses hayan acogido el
tango como si fuera propio o que el cancionero gitano cale tan hondo en tantos
lugares distintos.
Al abrevar en la fuente
inagotable de los miedos, las ilusiones, las desdichas y las alegrías de la
gente, las músicas pulsan una cuerda común : la de la memoria colectiva. Esa
condición le permitió al viejo José
Barros- sí : el compositor de La Piragua y
uno de los más frondosos
artífices del cancionero del Caribe
colombiano- anidar en el corazón
de los argentinos con una docena de tangos de su autoría. En Fuerte Apache, la
barriada donde nació el futbolista Carlos Tévez, los malandrines del siglo XXI
escuchan cumbias en las esquinas, con el mismo fervor que sus bisabuelos les dedicaban a los
poemas escritos por Enrique Santos
Discépolo. En contraprestación , en los bares de Pereira se escucha Yira- Yira
o Cambalache como si fueran cánticos religiosos vueltos de revés.
Todo lo anterior explica que un músico como Carlos Elliot Jr.,
nacido aquí en el vecindario, en cercanías del río Otún –un vocablo de origen
africano- haya encontrado en el profundo sur norteamericano a sus hermanos de
ritmo. Al fin y al cabo, en Pereira
también tuvimos negros cimarrones
atrincherados en palenques, último refugio ante la persecución de sus
amos esclavistas.
Siguiendo ese hilo misterioso, el
músico llegó a las riberas del Mississippi, a uno de esos lugares donde, según la
leyenda, Robert Johnson le vendió el alma al diablo a cambio del
genio musical que lo haría célebre en el mundo entero. Allí se encontró, entre
otros, con The Cornlickers, una banda
tradicional reconocida como parte del patrimonio del blues contemporáneo. Aunque
Carlos Elliot Jr. Se había formado en los años noventas, escuchando el grunge
de Seattle, pronto descubrió en
Eric Clapton el puente que lo
conduciría a las raíces del blues, esa
poética del dolor en la que guitarra, armónica, bajo y
batería se conjugan con voces broncas y
desgarradas para curar las heridas de los eternos exiliados.
Son las mismas heridas de los
desterrados del Caribe llegados a Nueva
York después de la Segunda Guerra Mundial. Si estos crearon la salsa para mitigar sus nostalgias, los esclavos de las plantaciones de algodón
habían hecho de los spirituals, el gospel y finalmente el blues su forma
particular de resistencia.
En ciertas vertientes del bambuco y el pasillo- dos
ritmos “ autóctonos” de la región andina colombiana- alientan músicas llegadas desde África. Venían en la sangre de los
millones de esclavos secuestrados por los traficantes en
aldeas remotas donde coros y
tambores marcaban los ritmos del nacimiento y la muerte, de la cópula y la invocación a los dioses de la tierra, el aire y el fuego.
Tal vez sin darse cuenta, Carlos Elliot Jr., un
músico dotado de una asombrosa capacidad para la improvisación ( Jam session, le dicen en el mundo anglosajón) identificó desde
muy temprano en esos acordes parte de los
fragmentos rotos de unos ritmos que se remontaban a los albores de la sangre.
Buscando el resto, llegó a orillas del Mississippi, ese río cantado por poetas
de muchas razas, hasta que se cruzó en
el camino con un puñado de hombres consagrados a buscar lo mismo, pero en dirección
contraria. Por eso, ese blues suyo creado al alimón con The Cornlickers suena
tan nuestro, tan de todos.
PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada.
https://www.youtube.com/watch?v=8e65OrJ8XMg
PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada.
https://www.youtube.com/watch?v=8e65OrJ8XMg
Supongo que no soy el único que encuentra semejanzas textuales entre las letras de Yira Yira y Like a Rolling Stone. Hay un enlace, un nexo, un nervio que conecta todos los ámbitos que mencionas. La soledad, la amargura, la desesperación, genera música y poesía de contenido semejante, tanto en el Río de la Plata como en el Mississippi o el Orinoco.
ResponderBorrarNo es el único , mi querido don Lalo. Existe un lazo entre las músicas que conecta con cualquier corazón roto o gozoso.
BorrarNo es casualidad que , a partir de los años noventas, toda banda de rock en español que se respete tiene su cover de Julio Jaramillo, Javier Solís, Carlos Gardel, Agustín Lara, Daniel Santos y otros poetas del cancionero hispanoamericano.
A propósito, le comparto enlace de la versión que la banda argentina Ataque 77 hizo de la célebre Dame fuego, de su paisano Sandro.
https://www.youtube.com/watch?v=VoYLgIc1wd4
Me alegra el trabajo de Carlos Elliot Jr, Gustavo, me alegra porque nos trae otras opciones, otras formas de la música, porque ayuda a innovar, a elevar la calidad, en fin, a crearnos otras nostalgias de Pereira, a unirla con el mundo. Usted tiene razón, no hay duda de que suena nuestro y es tan de todos. Ponerle barreras chovinistas al arte solo traerá moldes que no se estiran. Claro, se respeta la raíz, pero respetar no es dejarlo estático, es recordar y agradecer.
ResponderBorrarSu entrada me hace pensar en la cumbia, en sus maneras de ser cantada y tocada en América Latina, en el sur de Estados Unidos, en partes de Europa, en su origen caribeño, en su Edén africano. Es, me parece, un género que no tiene mucha diferencia con el blues, hablando en su esencia, no en la forma.
Saludos Gustavo.
Apreciado Eskimal: ahí nada más , en su vecindario mexicano, alienta la herencia que dejaron los bambuqueros colombianos llegados a Veracruz a comienzos del siglo XX. Bambuco yucateco le dicen a esa fértil fusión.
BorrarY sí, tiene usted razón : por cuestión de supervivencia, las raices deben renovarse constantemente. Es la única manera de conjurar los poderes de la muerte.
Heme aquí de vuelta, amigo Gustavo, luego de un receso provechoso que, al margen de una necesaria ociosidad, estuve empleando el tiempo en desempolvar mis viejos archivos de John Lee Hooker, Muddy Waters, BB King y demás virtuosos del blues. Debo decir honestamente que nunca había oído hablar del padre de todos, esa suerte de Fausto del Mississippi que fue Robert Johnson. Curioso aquello de que tanto por el Otún como el delta del gran rio norteamericano sean canalizadores del mismo sentimiento, de esa misma melancolía existencial que arrastra la gente sufrida.
ResponderBorrarAh, y qué tendra de especial el vocablo 'cimarrón' que en inglés se oye mas exquisito y evocador, tal vez por esta canción del country, otro ritmo de raices profundas y entrañables.
Borrarhttps://www.youtube.com/watch?v=1dd8Yj1Zqkc
La clave está ahí, en las raíces, apreciado José. Es lo que tenemos en común todos los mortales: la conexión ineludible con la tierra, en el sentido metafórico y literal de esta palabra.
BorrarAh... y mil gracias por el enlace.
La cultura Pereirana, como la cultura Paisa de Antioquia La Grande, es muy variada y rica en referentes que nos hacen orgullosos de la nación paisa. manifiestopaisa.blogspot.com.
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