jueves, 8 de septiembre de 2016

El señor de las moscas



En la tradición judeocristiana  Baal- Zabuh, Belcebú, es el demonio, el señor de las moscas  que sobrevuelan la carne putrefacta de los holocaustos.
Nunca  mejor pensado un seudónimo como el escogido por Fernando Garavito para firmar  y titular sus columnas de opinión: Juan Mosca, El señor de las moscas.
Como el insecto que se agita  sin tregua alrededor del blanco elegido, los textos de Garavito-devenido Juan Mosca- revolotean (porque siguen haciéndolo) sobre la conciencia de un país escindido entre sus intentos de acceder  a  la modernidad y la obstinada tentativa de un sector de sus dirigentes por devolverlo al pasado.
Ninguna de las facetas del poder escapó a la fina y ácida mirada de este hombre formado en la mejor tradición clásica. Los universos de la economía, la política, la historia, la cultura y la religiosidad  fueron abordados con un estilo forjado a la  luz de los grandes cultores de la lengua castellana. De  Cervantes a García Márquez y de sor Juana Inés de la Cruz a León de Greiff, la impronta de la buena escritura se hace visible en unos textos cuya seña de identidad siempre es la lucidez. La misma clase de lucidez que llevó a Juan Mosca a fustigar  a las élites colombianas, que no dudaron un instante  a la hora de castigarlo con el exilio.


A desvelar las fuentes y motivaciones de este pensador indómito y descreído   dedica el periodista y escritor  Edison Marulanda Peña las  doscientas páginas de su libro Más que Juan Mosca, Fernando Garavito, escritor y hereje publicado por la  Editorial Universidad de Antioquia en 2016.
El  ensayista forjado en una tradición  que se remonta a don Miguel de Montaigne. El poeta  que abrevó en lo más hondo del Siglo Oro  Español y el columnista iconoclasta que  nunca  ocultó su deuda con José Martí o  don Ramón María del Valle- Inclán, se despliegan en el minucioso  ensayo relato de Marulanda Peña. En un contrapunto que va de las pasiones  literarias del columnista,  a su obsesión por el devenir   político y social de Colombia, el autor del libro nos remite al papel jugado por la prensa  en un país asolado por su propia versión de las plagas bíblicas: violencia, indolencia y corrupción.
Autor de una biografía del cardenal Darío Castrillón Hoyos y otra del periodista César Augusto López Arias,  Edison  Marulanda se vale de la experiencia adquirida para husmear en archivos  y fuentes testimoniales,  con el fin de identificar las claves  de una vida consagrada a la disidencia, a la más pura expresión de la herejía asumida como razón de vida.


En un país controlado por los partidos liberal y conservador, que en realidad son uno solo apuntalado por la Iglesia Católica, como lo demuestra la actual resistencia a reconocer derechos  avalados por la constitución política, el ejercicio de la autonomía y la lucidez es cuestión de  supervivencia.
Allí reside la importancia de este libro que rescata, analiza  y valora el legado de un hombre como Fernando Garavito o Juan Mosca, que irrumpió con su zumbido en sacristías y despachos oficiales, agitando un aire enrarecido y suspendido en el tiempo desde los días de la colonia.

Con un atinado prólogo de Mariluz Vallejo, autora de varias antologías sobre periodismo colombiano, el libro Más que Juan Mosca, Fernando Garavito, escritor y hereje se suma a una corriente empeñada en recoger algunos episodios de nuestra historia fragmentada, con el fin de animar la reflexión en un país que se  niega a mirarse de cuerpo entero en el espejo de sus infamias.

PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
https://www.youtube.com/watch?v=CCDoCBExYtY

2 comentarios:

  1. Me pregunto cuánta gente se habrá MOSQUEADO, así con mayúsculas (qué delicioso y expresivo verbo, por cierto), por la corrosiva pluma de su compatriota (¿hay forma de leer digitalmente algunas de sus columnas?). Es dificil de hallar en nuestra época escritores indómitos y descreídos. El apoltronamiento, es ya casi moneda común.

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  2. Apreciado José: indagaré y si encuentro algo de inmediato le cuento.
    Ah... coincido con lo de la belleza del verbo: "¡Mosquéeese, mijo!" decían mis abuelos cuando uno hacía las cosas sin ganas.

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