“Tres puntos de oro”. Así dicen en la jerga del fútbol para
referirse a un triunfo obtenido en tiempo de reposición.
Y
así fue.
Pero hoy no escribiré sobre la victoria, por lo demás rutinaria en
ese estadio, alcanzada por la selección colombiana de fútbol sobre Paraguay en Asunción.
Ese dato pasa a un segundo plano.
La noticia del día- de muchos
días- es el otorgamiento del Premio
Nobel de Paz al presidente Juan Manuel Santos y lo que eso puede significar.
El modelo de administración del
presidente no ha sido santo de mi devoción. Es más, su política de dilatar la solución de los
problemas sociales y económicos lo ha
conducido a elevados niveles de descrédito.
La expresión de ese estado de cosas se traduce en paros
constantes impulsados por distintos sectores gremiales y sindicales,
inconformes con el incumplimiento de lo pactado. Camioneros, taxistas,
maestros, agricultores, obreros y trabajadores de la justicia han expresado su malestar durante estos seis años.
Pero a todo señor todo honor. El Premio Nobel de Paz no se creó para juzgar esos asuntos. Como bien se lee en la declaración del comité , al presidente
colombiano se le premia : "Por sus decididos esfuerzos para
acabar con los más de 50 años de guerra civil en el país, una guerra que ha
costado la vida de al menos 220.000 colombianos y desplazado a cerca de seis
millones de personas".
Ahí está la clave. Santos se jugó toda su credibilidad en la
búsqueda de unos acuerdos que finalmente fueron firmados el
lunes 26 de septiembre, en
Cartagena de Indias.
Por supuesto, sin la buena
voluntad y el pragmatismo político de
las Farc, esa firma no hubiese sido posible.
Luego, el domingo 2 de
octubre sucedió lo ya sabido. Y los resultados de esa mecánica electoral
nunca han estado en discusión.
En la declaración del comité del
Nobel también se expresa que el premio se otorga como un aporte “"para que el proceso de paz no
muera tras el fracaso en el referendo".
Y
ese es el otro punto. Sin desconocer los resultados del plebiscito, lo
que significaría una intromisión en los asuntos internos del país, el premio
supone un valiosísimo elemento simbólico
que reviste el presidente de una nueva dosis de autoridad moral y ética
para comprometerse aún más en la tarea.
Por lo demás, en el texto se expresa un claro reconocimiento a los
protagonistas de estos diálogos, aunque
sin referirse con nombre propio a las guerrillas, quizás por razones de
corrección política. En la declaración
se dice que el premio es también "un tributo al pueblo de Colombia que,
a pesar de las grandes dificultades y los abusos, no ha perdido la esperanza en
una paz justa, a todas las partes que han contribuido al proceso de paz".
De modo que, en cuestión de cinco días, nuestra frenética realidad ha dado más de una voltereta. De una fe ciega
en la victoria del Sí se pasó a la
desazón y al nuevo tono de los promotores del No.
Y
ahora nos encontramos con una nueva carta sobre la mesa.
Esa carta obliga el presidente Santos
a redoblar los esfuerzos para sacar adelante el proceso de paz.
Compromete también a los voceros
de la guerrilla a no flaquear ante la crisis.
Les exige a los líderes del
No deponer su oportunismo electorero y
pensar , por una sola vez, en términos
de país y no de Patria, ese concepto tan vago y peligroso que aviva las
confrontaciones.
Y al resto, es decir, a
usted, a mí , a todos, nos demanda una
reflexión en términos de sociedad y no de
nuestro “Yo diminuto. Nuestras pequeñas obsesiones”, según una frase afortunada
de mi hermano Juan Carlos Pérez.
Gracias a la decisión de los
responsables del Nobel, la madrugada del
viernes 7 de octubre convertimos un gol en tiempo de reposición.
Y no podemos darnos el lujo de echar esos tres puntos de
oro por la borda.
NOTA : todas las citas de esta entrada fueron tomadas de BBCMundo.com
Las frase: “ Mi yo diminuto” fue
extractada de@juancarlosperezsalazar twitter
PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
Sólo digo que Juan Manuel Santos en el fondo ha sido un tipo decente si lo comparamos con la procesión de escorias que han gobernado este país desde siempre. Apegado a las formas, ceñido a las leyes cuando hubiera podido hacerlas saltar en mil pedazos, respetuoso de las instituciones (sus instituciones, con las que no comulgo), gobierna con compostura, sin bravatas, sin arrebatos, sin goticas de valeriana. Un tipo decente.
ResponderBorrarSi fuera de otro talante hace rato se hubiera sacado de encima al señor que sabemos como en su momento hicieron con Álvaro Gómez, acostándolo en una calle bogotana a plena tarde.
Saludos, Camil
tan respetuoso que se robó el plebiscito que perdió
Borrarpara favorecer a sus amiguetes de las Farc
Apreciado Camilo : en este caso se valora eso: la decencia y la entereza para jugársela por un acuerdo de paz ( no por La Paz en abstracto) en un país adicto a las soluciones que usted plantea : " Acostar" a los contradictores en cualquier calle.
ResponderBorrarNo se me confunda, no estoy diciendo que aquella sea la solución, simplemente constatando que ha sido la manera de equilibrar las cargas desde hace mucho (Uribe Uribe, Gaitán, Galán, Pizarro, Bernardo Jaramillo, Pardo Leal, etc, etc). El hecho de que el señor que ya sabemos ande por ahí armando mierderos desde hace 6 años y no lo hayan "acostado" indica algo que quizá no hemos sabido valorar del todo: que así de manera tibia "los tiempos están cambiando" como en la canción de Bob Dylan. Ojalá.
BorrarOjalá que así sea: digo, la sospecha del viejo Dylan.
BorrarUn abrazo, Camilo.
No conozco los entretelones de la política colombiana, pero tengo la impresión de que el resultado del referendo, el resultado histórico verdadero, será el fortalecimiento del espíritu del "sí". Porque el impulso, la inercia, lleva en esa dirección. El "no", en definitiva, es como un dique en un río crecido. Ilusiones, wishful thinking, pio desiderio?
ResponderBorrarPensar con el deseo? a lo mejor, mi querido don Lalo. Pero a veces esa actitud, que muchos consideran simple quimera, nos da la fuerza necesaria para afrontar las grandes encrucijadas.
ResponderBorrarLamento llegar tarde al coloquio. En definitiva, el otorgamiento del Nobel es un espaldarazo, más que al presidente Santos, a todo el proceso de negociaciones. Como bien remarca, obliga moralmente a los actores comprometidos a continuar con el diálogo para sellar un acuerdo definitivo. Por otro lado, el reconocimiento internacional es un mensaje claro para Uribe y demás objetores para que dejen de polarizar a la sociedad colombiana en aras del bien común. Aunque pedirles a los políticos que dejen a un lado sus obsesiones y apetitos personales parece impracticable.
ResponderBorrarMire quiénes son los que polarizan. El Sí perdió en franca lid, pero ustedes quieren hacer de cuenta que ganaron, y así fue. Nos metieron ese proceso y no hay ninguna paz, pero sí mucha impunidad. Quienes estaban equivocados?
BorrarAsí es , apreciado José : la política es más un asunto de pasiones que de grandes ideales... aunque estos últimos siempre se utilizan para disfrazar las primeras.
ResponderBorrarMucho me temo que en Colombia acabamos de entrar a una zona muerta, porque de aquí en adelante todo será utilizado como elemento de campaña para las elecciones presidenciales de 2018.