Debo aclarar de entrada que Julio
César González Quiceno- mayor de edad y vecino de esta parroquia- hijo de
Alicia y Ovidio - alma bendita- hermano de Diego, Carlos Andrés y Mauricio, esposo de Alejandra, además de padre de Sara y Mateo, más que un amigo es un
hermano de toda la vida con quien he compartido las subidas y bajadas de un
camino largo y culebrero.
Pero, sobre todo, es un gran ser humano este Julio. Y eso es- en últimas- lo único importante en este mundo.
Precisada esa salvedad, me
ocuparé de Matador, el personaje
creado por Julio, devenido marca registrada
con el paso de los años, aupado por los medios de comunicación y multiplicado a
ritmo de vértigo por las redes sociales.
Pues bien, esa presencia
transgresora que una vez fuera el caricaturista gracias a su brillante trazo y
a una al parecer inagotable dosis de incorrección política a prueba de buenas
conciencias, migró con inusitada rapidez al mundo de la farándula, al punto de
que algunas señoras bien lo invitan a casa para que anime sus veladas.
Aprovechando la
ganga, se toman fotografías a su lado que
publican como trofeos de caza en Instagram y Twitter, esa suerte de
hoguera de las vanidades, pero virtual.
Hoy, descafeinado,
deslactosado y despolitizado, Matador
luce como un tigre de peluche. Ya no es
la bestia fiera que alcanzó a asustar al establecimiento social, cultural,
político y religioso.
Despojado de sus temibles garras,
con los colmillos bien limados y mimado
por la industria del entretenimiento es ahora parte de un engranaje fundado en
la liviandad, la ligereza y, sobre todo, la banalidad.
¿Por qué lo volvieron así, si era
de tan ácida familia?
Bueno, a esta altura del camino,
con tres lustros largos del siglo XXI a
cuestas, está más que probada la capacidad del sistema para convertir en
mercancías y en sujetos decorativos hasta a sus más acerados enemigos.
El caso más ilustrativo y
patético es, claro, el del Che
Guevara. De demonio que amenazaba con hacer saltar en pedazos el capitalismo entero
pasó a ser monigote de bisutería que se vende en aeropuertos y centros
comerciales al lado de Mickey Mouse, Supermán, Batman y las sucesivas
generaciones de súper héroes que nacieron para disolver los miedos de unos
ciudadanos inermes frente a los grandes poderes planetarios.
La que un día parecía imposible
boda entre la Barbie y el Che se consumó al fin en un
centro comercial.
Una vez lograda esa proeza, a las mentes más perversas del
entretenimiento les quedó claro que no había misión imposible.
Unas décadas más tarde, el efímero y veleidoso “Subcomandante Marcos” se convirtió en otra prueba de laboratorio.
Guardo un llavero en mi casa con
su figura embozada tejida en lana
virgen: es todo lo que sobrevive de tanta alharaca.
¿Por qué extrañarse entonces de que un talentoso caricaturista haya
terminado en lo mismo?
Pues porque siempre es bueno
otorgarse el beneficio de la duda.
Para poner a prueba mis
prejuicios hace cosa de un mes sucumbí a una tentación.
Como las encuestas de toda laya son la gran plaga del siglo XXI, me
dediqué a formularles una sola pregunta a personas adultas - entre quienes se cuentan el profesor, investigador y
ensayista Diego Leandro Marín, aparte de la profesora Mariela Domínguez- que por
una razón u otra se mueven en la llamada
“Franja de Opinión”.
¿Quiénes considera usted que son los principales propagandistas del ex presidente Álvaro Uribe y del ex procurador Alejandro Ordoñez? Les pregunté a quemarropa, sin enterarlos de mis andanzas.
Debo confesar que mi muestreo fue
modesto: apenas diez personas.
Pero lo sorprendente fueron las
respuestas.
Siete encuestados, es decir, el
setenta por ciento de la muestra, coincidieron en la respuesta, aunque con una que otra variación en el orden.
Para ellas Vladdo, Matador y
Daniel Samper Ospina son los principales promotores de imagen de los
mencionados políticos.
Las razones son fáciles de
entender. Basta con que Ordóñez o Uribe
pongan alguna nueva sandez en sus redes
sociales para que de inmediato salten los tres humoristas a responder con una
caricatura, si entendemos que las columnas de Samper o sus puestas en escena de
Youtube son también eso.
De inmediato los contadores de la
red se disparan hasta unas cotas de
insania.
Ordóñez luciendo colmillos
draculescos por aquí o Uribe calzando
crocs por allá bastan para que la histeria se desate.
“Revienten el twitter” es la consigna de los prestidigitadores. Y los suscriptores,
obedientes, lo consiguen en pocos minutos.
Mediante ese sencillo truco, sin
necesidad de costosas oficinas de
comunicaciones y publicidad, los
políticos en cuestión no solo se mantienen
vigentes sino que multiplican el número de sus seguidores.
Y los caricaturistas, creyéndose
acaso rebeldes y contestatarios, les hacen el trabajo.
A modo de recompensa, aumenta su
popularidad entre los fieles seguidores y el negocio sigue su marcha.
Lo que en principio parecía un
refrescante y a veces brutal desafío al sistema se convirtió en parte del
mismo.
En ese escenario, el primer gran
damnificado es el humor, con todo y su
poderosa carga política y existencial.
Al final del espectáculo solo
queda la mueca, el rictus, la cáscara vacía de la risa.
El pensamiento crítico y la
necesaria toma de distancia quedan así neutralizados.
A estas alturas los poderosos
nada tienen que temer. El gran contradictor fue engullido en menos tiempo del
que toma devorar una hamburguesa.
Conjurados así los demonios, con
el caricaturista devenido caricatura de sí mismo, solo resta recitar el viejo
mantra de la industria del espectáculo:
El show debe seguir.
PDT . les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
Que un caricaturista devenga en caricatura de sí mismo es el chiste supremo, pero triste y absurdo a la vez, como para reir llorando. Si el humor es tambien domesticado, ¿qué nos queda para vivir? Lamentable que Matador haya sido tragado por el vacio farandulero. El sistema que todo lo absorbe, como un implacable agujero negro, debe estar de fiesta.
ResponderBorrarEl sistema siempre anda de fiesta, apreciado José. Al regresar de las rondas de caza sus aúlicos suelen traer un alijo de piezas atrapadas en el camino.
ResponderBorrarY cuanto más indómitas hayan sido esas piezas, tanto mejor.
Una nota peculiar con sabor a Jengibre que diferencia el sabor entre arte, comercio y publicidad que maneja el joven Julio César "Matador". Recordé a Vicente Verdú en el enfoque. Abrazos querido Martiniano.
ResponderBorrarDiego Firmiano
¿Sabe que consumo Jengibre todos los días, apreciado Diego?. Creo que el cuerpo me lo pide... Supongo que para mantener el toque entre picante y ácido de este blog.
ResponderBorrarNo por casualidad una célebre actriz porno de los ochenta utilizaba el seudónimo de Ginger.
Mil gracias.
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ResponderBorrarInteresante observación sobre lo expresado por la imagen: La caricatura como herramienta de crítica política y el dibujo como elemento de divulgación jocosa de un comportamiento.
ResponderBorrarMil gracias, señor Manuel Ome.
ResponderBorrarGustavo, parte de este viraje, de esta vuelta de hoja donde lo contestatario entra en las estrategias de perpetuidad del mismo orden criticado, es pensar que las posturas de un personaje público frente a cierto temas son sólo espontaneidad. Los humoristas, y nosotros, también debemos encontrar las trampas de oso en los comentarios, en las entrevistas, en sus conversaciones secretas muy divulgadas. Matador volverá recargado, lo sé, con ese humor tan suyo, como ese E.T. que le hace pistola a un niño. Saludos.
ResponderBorrarAh bueno, si es así puedo dormir tranquilo, apreciado Eskimal.
ResponderBorrarLa evocación de esa imagen de E.T. resulta al menos tranquilizadora.