Tengo una compañera de trabajo
que vive aterrorizada por los medios de comunicación.
Sus niveles de colesterol y de
secreciones gástricas se disparan cada vez que ve y escucha noticias sobre
asuntos como:
Magistrados
corrompidos hasta el tuétano.
Congresistas prestos a atender
las exigencias de quienes financiaron sus campañas en lugar de los intereses de
quienes los eligieron.
Colegiales que se drogan con
jarabe para la tos.
Expresidentes que amenazan con
darles en la cara a los maricas y a todos los demás.
Actrices, modelos y reinas de
belleza que un día ascendieron a punta de sexo y veinte años después de cumplidos sus deseos decidieron presentarse
como víctimas.
Grupos políticos que se roban los
dineros de los niños, de los ancianos, de los campesinos.
Organizaciones sociales creadas
con el único fin de apropiarse los recursos para la paz.
Personas que se mueren esperando
una cita médica mientras el negocio de la salud no para de crecer.
Pulcrísimos padres de
familia dedicados al negocio de la
pornografía infantil.
Caricaturistas amenazados por
ejercer el derecho a la risa.
Exguerrilleros que siguen
delinquiendo a pesar de haber suscrito acuerdos de paz.
Redes sociales en las que se propagan la calumnia y la
mentira y, además, se las cobija bajo un
eufemismo pomposo y huero: posverdad.
Terratenientes que ordenan
masacres para no devolver los predios
que una vez usurparon.
Potentados como Trump y Putin que
amenazan a sus súbditos con la inminente exterminación.
Y aquí suspendo la letanía, porque el aliento
no me da para más.
Además, cuando termine de
escribir esta entrada ya habrá aparecido
otra ristra de escándalos que nunca conducen a puerto alguno, porque la
trampa reside en hacerles creer a las personas
que el abordaje noticioso equivale en sí mismo a un acto de justicia y
no a un espectáculo que acaba por beneficiar a los delincuentes.
La solución es simple, le digo a
mi compañera: desconecte el televisor, apague el radio y renuncie a las redes
sociales. En su lugar léase un buen libro (La
caverna de Platón podría ser una buena manera de empezar). O escuche la Sinfonía
Cuarenta de Mozart. Es una maravilla para alegrar el alma y apaciguar los nervios (en cualquier
caso es mejor que el Sosegol y el Prozac).
Pero si no le gusta leer o escuchar música-
insisto- vuelva al más antiguo y grato
de los inventos para reconfortar el cuerpo y el alma: ¡Échese un buen polvo! Preferiblemente clandestino: está comprobado
que tiene más propiedades curativas que
las aguas termales. Es asunto de imaginación.
¡Pero si los ciudadanos necesitamos estar informados! Grita al
borde de un ataque de nervios.
Preocupado por su salud, reprimo
la tentación de decirle que se joda.
Entonces, apelo a la persuasión.
Sucede que la información es el
producto que más se consume hoy en el mundo. Mucho más que la comida, por
ejemplo.
Piensen nada más en un detalle:
Si uno tiene el privilegio de comer, se
alimenta en promedio unas dos o tres veces al día.
En cambio, los medios de
comunicación muelen información las veinticuatro horas de los trescientos
sesenta y cinco días del año.
No pueden parar, porque si lo
hacen el adicto a la información cambia de canal y el tiburón más grande los hace trizas.
A
ese ritmo endemoniado nadie puede pensar mucho. Ni los responsables de
los medios, ni los periodistas y mucho menos los consumidores de información.
Los sucesos y sus protagonistas son espumas que se van
sin que nadie pueda aprehenderlos.
Por eso los escándalos se suceden
a una velocidad de vértigo y en lugar de acabar la jornada dotada de elementos
para interpretar el mundo la gente se
acuesta experimentando los
síntomas inequívocos de una intoxicación :
cefaleas, nauseas, punzadas en el bajo vientre, calambres en las
articulaciones y una confusión mental que insinúa ruina.
Resultado: De tan bien informados
no pueden dormir tranquilos.
A esas horas de la noche ¿Cuál es el remedio
para el insomnio?
Ustedes ya lo adivinaron:
conectar el televisor, encender la radio
y sumergirse en la internet… a ver si las redes sociales traen algo nuevo.
Alguna vez se lo escuché al
personaje de una película de Sidney
Lumet, que citaba a su vez a un personaje de Orwell: “El infierno acaecerá sobre la
tierra cuando todas las personas estén
conectadas”.
No sé si resulte conveniente
transmitirle esa terrible verdad a mi compañera de trabajo.
No. Más bien no.
A lo mejor su supervivencia ya depende de esa papilla
nauseabunda llamada información.
Y como se trata de seguir
viviendo…
PDT . les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
Certera analogía esa entre la comida y la información. Las noticias basura se han convertido en el pan de cada día, inevitablemente. Al igual que con la comida chatarra, toca a cada uno cuidar su salud espiritual seleccionando sus opciones informativas o, siguiendo su consejo, apagar todos esos cacharros electrónicos que nos tienen esclavizados. Pareciera que nos hacemos obsoletos o que el mundo se va a acabar si no estamos enterados de la última.
ResponderBorrarA mayor información menos conocimiento, parece ser la ecuación derivada de todo esto, apreciado José.
BorrarHay que ver a los consumidores de información citando las fuentes noticiosas como si se tratara de verdades rebeladas.
Con la mente intoxicada de esa manera resulta muy fácil caer en las rdes del primer embaucador que aparezca.
Tipos como Donald Trump y Vladimir Putin son en buena medida resultados de ese fenómeno.
Recuerdo cuando nos informábamos sobre lo que estaba ocurriendo en el mundo... por supuesto que a través del filtro de los medios que difundían las noticias, claro, no hay que ser ingenuos. Pero nosotros, los informados, también éramos responsables de la información, nos sentíamos capaces de cerrar esta espita y abrir aquella, de distinguir entre los diferentes flujos... Ahora casi todo es propaganda, disfrazada de entretenimiento y con una máscara informativa. El libreto de los noticieros podría escribirse antes de las noticias, y nada cambiaría. Dame un tema y te escribo un noticiero que podrás poner en el aire la semana que viene... no problemo, decía Schwarzenegger.
ResponderBorrar" El espectáculo de las noticias en Todelar", rezaba el lema de esa cadena radial en nuestro país.
BorrarCreo que ahí está la clave del meollo, mi querido don Lalo : al construirse sobre los mismos códigos de los culebrones, de los realities y de las transmisiones tipo Super bowl la información pierde su valor como herramienta de análisis para aproximarse a la " realidad".
En ese sentido uno puede preguntarse quien gobernó realmente a California ¿ Schwarzenegger o Terminator?
No culpo a los periodistas de a pie, que trabajan de buena fe. En esto somos todos responsables. Somos nosotros los que queremos alimentarnos de propaganda.
ResponderBorrarEl periodista de a pie viene a ser un simple recolector de datos.
BorrarLa información propiamente dicha se cuece en otros lados.