Inquietos por las andanzas del poeta Miguel Aranguren, dos lectores solicitan mi mediación para
publicar algunos de sus versos.
Después de mucho insistir, logré sonsacarle tres, que rompen
de entrada sus deseos de convertirse en autor de publicación póstuma.
Aparte de poeta inédito, Aranguren es pescador, abuelo de
Miguel y Manuel, bebedor, fornicador compulsivo, juglar vallenato, sembrador
de ñame, futbolista en uso de buen retiro y devoto
seguidor del Unión Magdalena.
Aquí van los frutos anunciados.
I
PESCADITO
Al alba,
Entre finos hilos de plata y rosa,
Los hombres se hacen a la mar.
La mar: así escribían los viejos poetas
“Niña me voy a la mar/
si no me llevas contigo/
Te olvidaré, capitán”.
Cantaba don Antonio Machado.
La mar: hembra pródiga y cruel con sus amantes:
Los huesos de más de uno resplandecen en el fondo
De su vientre oscuro.
Aurelio, Alfredo y Rosendo ofician hoy el
Milagro de los peces.
Desde el puerto de Pescadito vierten su pócima:
Sangre de tiburón, yerbabuena, clavos, canela
Y mucho Ron Tres Esquinas.
A las dos de la tarde, con el sol a las espaldas,
Sudorosos, calcinados y felices,
Regresan con un
milagro nuevo
Temblando entre sus manos.
II
LA SIERRA
Muy arriba,
En lo más alto del camino,
Los dioses dejaron
sus dibujos tallados
En las piedras.
El decálogo para que los hombres venideros
Honraran la sierra como un lugar sagrado
Circuido por la niebla y los vientos de salitre.
El lugar del nacimiento y del amor,
De la vida y la muerte.
Los invasores no tardaron en falsear
El mensaje de los buenos dioses.
Entonces, los hombres regaron los caminos
Con su sangre
Y la ira reinó en los corazones.
La codicia, la anciana codicia,
Se hizo dueña de lo más alto de la sierra.
III
MIS
CALLES
En las calles de Santa Marta ya no se ven samarios.
Solo turistas
Esa nueva especie creada por las agencias de viajes.
Con sus cámaras al cuello
Quieren tragarse el mundo entero
Para congelarlo después
En sus archivos:
La estatua mohosa de un prócer
El aire denso de los manglares,
Las curvas de una mulata
Confundidas entre el naranja del atardecer.
Ya no hay samarios en mis calles.
Por eso escapé un día hacia estas montañas
Donde cada mañana me saluda el mono aullador
Estas montañas de Pereira
En las que al fin recuperé, al menos,
Una parte de mí mismo.
M.
Aranguren
(Alegrías,
Pereira, 2014-2016)
PDT: les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
Finalmente vemos algo del poeta Aranguren, del que sigo creyendo que es un personaje metafísico antes que uno de carne y hueso. Por como usted lo presenta parece un híbrido entre el viejo pescador de Hemingway y el marinero en tierra de Alberti. Justamente el aire cotidiano y sencillo que se respira tras estos bellos versos me retrotraen a mis antiguas lecturas de Alberti, especialmente esa evocación de "la mar" como amante insaciable, devoradora de hombres.Sugerencia: aumente la ración de ron para sonsacarle más versos.
ResponderBorrar"Las curvas de una mulata
Confundidas entre el naranja del atardecer".
¡ah, inmejorable sensación!, como que ya me siento respirando el sugerente aroma del azahar.Y gracias adicionales por el descubrimiento musical.
Ja, ja, ja. El desafío es conservarme sobrio mientras Aranguren destila sus alcoholes y sus versos, apreciado José.
ResponderBorrarY sí, mucho de esos viejos queridos- Alberti y Hemingway- tiene este Aranguren " Versificador y desflorador de putas" como el mismo se define.
Qué placer. Más, más...
ResponderBorrarJa. Paciencia, mucha paciencia, mi querido don Lalo.
ResponderBorrarEl poeta Aranguren debe ser amigo de Bruno, el poeta de Sobre Héroes y Tumbas. Claro, con toda la vitalidad que a la amistad ofrece el contraste; mejor, la amistad perpendicular.
ResponderBorrarBruno Bassán se llama el hombre, apreciado Eskimal. Jamás olvidaré el comienzo de ese párrafo : "De pie, en el umbral de Guido y Junín, Bruno vio venir a Sábato".
ResponderBorrarY bien sabemos que ese hombre es portador de un mensaje del infierno.
Yo viví varios años en Las Heras y Junín, a 200m de esa esquina famosa. Equidistante entre ambas direcciones está la plaza Mujica Lainez. Apartes de las tumbas ilustres (también infames) que veía desde mi terraza con vista a la Recoleta, tenia un panorama bastante amplio de los hoteles alojamiento de la calle Azcuenaga, que Naipaul describió erróneamente como burdeles en su famosa diatriba contra Argentina y los argentinos, probablemente encendida por su necesidad de agraviar a su sufrida amante argentina.
BorrarQué gran dato ese, mi querido don Lalo. Digo, lo de injuriar a un país entero para tratar de curarse las heridas que deja el sexo a su paso.
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