Internet es pródiga en autorreferencias. De hecho, en si misma la red es un juego de espejos que multiplican las imágenes hasta el infinito, formando una trama cuya principal característica es la fragmentación.
O pixelación, para usar el lenguaje digital.
En uno de esos espejos leo que la transmisión de funerales durante la pandemia de Covid -19 a través de medios como Facebook live y Youtube se incrementó mes tras mes desde que los rituales de velación y entierros desaparecieron al ritmo del miedo y de las restricciones impuestas por la emergencia .
Y, claro, los visitantes pulsan el inefable Megusta, esa suerte de santo y seña de los tiempos utilizado de forma indistinta para calificar tanto las cosas buenas como las malas.
Desconozco si esos visitantes obedecen a una suerte de solidaridad a distancia, o si son movidos por el viejo y conocido impulso humano de arremolinarse en la calle alrededor de quien acaba de morir atropellado por un automóvil, acribillado a tiros o fulminado por un infarto.
Ustedes ya saben : asomarse al abismo de la muerte y experimentar el repentino goce de comprobar que el difunto no es uno. Todos conocemos ese instante de dicha suprema y egoísta que nos hace tan humanos. La muerte ajena como un espectáculo propio de los dioses olímpicos.
Sólo que ahora se ha trasladado al reino de la virtualidad.
A lo mejor eso explica el aumento de las visitas virtuales a ceremonias fúnebres durante la pandemia: la certeza de nuestra finitud, lo más inapelable y acaso lo más importante que nos sucede en el breve tránsito por la tierra, convertido en algo distante, impersonal, etéreo y acaso inexistente. Dije lo más importante, pero es más preciso decir: lo único importante. Lo que cierra el círculo y le da sentido a la vida. Lo demás son anécdotas, hermosas o terribles, pero anécdotas al fin y al cabo.
La muerte como ilusión plantea así su contrapartida: la vida es, entonces, otra ilusión. Y , miren por dónde, estaríamos ante la demostración de las viejas intuiciones de los sabios budistas. Internet como recurso para descorrer el velo de Maya.
Pero estamos lejos de alcanzar ese reino de silencio sugerido por los sabios de oriente. En nuestro caso es al revés : si hay algo que nos agobia en la red, es la perorata eterna de quienes han decidido desconectar la mente y dejarlo todo en manos de otra palabra mágica: ¡Click! . No por casualidad hemos acuñado el verbo cliquear para referirnos a lo fácil que es unirse al coro. Es cuestión de segundos, resulta barato y, lo más importante, no tenemos que asumir responsabilidad alguna, porque siempre podemos escondernos detrás de un avatar, otra palabra heredada en parte del lenguaje budista.
¿ Los asistentes a los funerales en la red serán reales o son avatares creados por una mente traviesa cuyo objetivo es conseguir que los dolientes se sientan acompañados? Por lo que sabemos, los políticos y los expertos en mercadeo ya han dado pasos de gigante a la hora de crear audiencias imaginarias cuya principal conquista consiste en convencer a los consumidores de que se encuentran frente a un producto de propiedades milagrosas, dado que lo avala tanta gente.
Siempre he pensado que el único homenaje respetuoso que se le puede hacer al difunto y a quienes lo querían es el silencio. Si la muerte es inexorable ¿para qué explayarse en verborreas inútiles?
Pero, de nuevo, los humanos transitamos en otra dirección. La muerte ajena suele desencadenar una absurda sucesión de palabrería plagada de lugares comunes, que agobia en lugar de sanar. Incluso los que detestaban y envidiaban al finado- o mejor, lo odiaban porque codiciaban sus bienes y logros- son presa del paroxismo y sólo hallan virtudes donde antes veían lacras. Certero como es, el lenguaje de la calle acuñó una frase para referirse a esa paradoja : “ No hay muerto malo”.
En tiempos de redes sociales, el fenómeno se ha multiplicado. Muchos de quienes soltaban por aquí y allá su dosis diaria de veneno se convierten de un momento a otro en amigos entrañables del finado. La lista de lugares comunes puede hacerse interminable: “amigo del alma”, “pérdida irreparable”, “nunca te olvidaremos, “vacío infinito”, “hermano incomparable”, “dechado de virtudes”, “ser humano insustituible”- como si pudiera ser de otra manera-.
Para variar, hasta en esas circunstancias los campeones de la corrección política encuentran un atajo para salir del apuro : “ Mi dolor es tan hondo que no tengo palabras para expresar lo que siento”, escriben y dan ¡Click!
Si hemos de ser justos, debemos reconocer que esas maneras han estado siempre allí. Sólo que los viejos y reducidos libros de visitas que la gente firmaba en las funerarias antes de escapar a toda prisa ahora se hicieron públicos y masivos. Qué le hacemos: es una de las características de los tiempos.
El único consuelo lo brinda la certeza de que, en menos de una semana, tanta agitación será olvidada y sustituida por algún otro evento capaz de suscitar atención: el paso de Messi al París Saint Germain, el embarazo de una actriz, la avanzada de un nuevo virus de tintes bíblicos o las declaraciones de un político, no importa cuál ni a propósito de qué. Sólo entonces, el difunto podrá descansar en paz y nosotros entender el sentido de aquella dosis de lucidez consignada en los libros del Chilam Balam y , de paso, honrar por fin a nuestros muertos:
Toda luna, todo año,
todo día, todo viento
camina y pasa también.
también, toda sangre llega
al lugar de su quietud.
PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
https://www.youtube.com/watch?v=9ZpGgY9dnzI
Tocayo, recuerdo que en 2008 me tocó cubrir la velación de un colombiano que murió en Europa, pero que por no tener la posibilidad de trasladar su cuerpo a Cali, su ciudad de origen, la familia optó por hacer el ritual en línea. Los parientes caleños acondicionaron una sala en una funeraria cerca a la terminal de Cali, lo recuerdo, mientras que en Europa otros familiares, creo, realizaban algunos actos ceremoniales. En 2008 Facebook no mucho auge. Incluso, apenas estaba entrando como aplicación web de comunicación e interacción, como red social. Un dato raro es que en sus inicios latinoamericanos, Facebook tenía más usuarios en Colombia que en México. La familia, entonces, realizó fue una especie de acceso por cámara web. No recuerdo con cuál aplicación, pudo haber sido Windows Live Messenger, de Microsoft. En todo caso, lo importante allí no era una instantaneidad masiva que ni siquiera el mismísimo MacLuhan pudo premeditar, sino la posibilidad de hacer presencia en un momento difícil. Ahí el morbo estuvo en el periodista, o sea, yo. ¿Acaso hice el primer cubrimiento de un funeral en línea? Pero bueno, ahora, quizá con tono ludita, puedo decir que sí hay un espacio de espectáculo de los funerales al postearlos en redes sociales, en este presente. Pero el tono ludita desaparece cuando pienso en lo jodido de acercar a otros familiares al espacio donde se vela el cuerpo, donde se hace el ritual. En todo caso, Gustavo, leí en una nota del New York Times que las interacciones físicas sin una aplicación como mediador (porque aunque utilice un aparato digital todavía hay una acción física, eso de que perdemos toda corporeidad en lo digital no lo creo mucho maestro) serán un goce exclusivo, hasta se podría pagar un costo más elevado por interactuar en un cara a cara. Y las interacciones mediadas por una TIC, serán más baratas y una caracterización de desigualdad entre quienes tienen la posibilidad de viajar a un espacio, y quienes solo pueden visitarlo por medio de un tour virtual. Y ahí cabe esa palabra perniciosa, el presentismo, la aceleración: el clic que nos hace pasar del funeral a la noticia de Messi.
ResponderBorrarAh carajo, apreciado Tocayo: me quito el sombrero ante el pionero de los funerales por internet. No cabe duda de que ese es el mundo en que nos fue dado vivir. La pandemia lo que hizo fue acelerar la llegada de un futuro situado a la vuelta de la esquina.
ResponderBorrarYa la película Matrix nos había dado pistas, pero siempre somos ciegos y sordos a los anuncios de la llamada ciencia ficción. Por lo demás, mi problema- si hay tal cosa como un problema- reside, acaso en la edad : estoy justo a mitad de camino en el tránsito de un siglo a otro, con los desafíos que eso implica para la mente.
Pero, como dice un contemporáneo mío: " eran más sanadores los velorios con ron, anécdotas, chanzas al difunto indefenso y abrazos, por falsos que fueran estos últimos".
Como siempre, muchas gracias por el diálogo.
Gustavo El bueno.
Buenos dias licenciado querido,admirado y kleido por reste negrazo que esdto escribe.Muchas gracias por tenerme presente en tu vida.Besoabrazo como el sol,con salsa y control, Javier.
ResponderBorrarEs delicioso leer tu ZEBRA. tus escritos son soles para mi existencia,GUSTAVO qquerido,leido y tintiHado.Muchas gracias por tenerme presente.Abrazo como el viento,que hace parpadear una vela y...alarga la llamna. Salutis frutis maestro-Javier.
ResponderBorrarQué bueno tenerlo de nuevo por aquí, negro querido. Usted es parte de estas historias.
BorrarMuchas gracias por el diálogo.
Un abrazo y hablamos.
Gustavo