Como todo en la vida, la política es puesta en escena, representación de algo que nunca resulta visible: el entramado de las ambiciones y expectativas humanas, oscuro e impredecible como corresponde a los más insondables atavismos.
Con el advenimiento de los medios masivos de comunicación, el político se convirtió en personaje de un dramatizado, capaz de calar en las entrañas de la gente con facilidad digna del más truculento de los culebrones. Bastan un par de ejemplos: el matrimonio de J.F. Kennedy y Jacqueline, así como el de Perón y Eva Duarte trascendieron los límites de la política y pasaron a ocupar un sitio en las radionovelas y en las revistas del corazón. Por sus connotaciones, la célebre relación, o mejor dicho, felación de Bill Clinton y Monica Lewinsky pertenece más bien al mercado apetecido y maldito de los videos porno.
La mutación no es un asunto menor: hasta finalizar la primera mitad del siglo XX, por inclinación propia o por imposiciones del oficio, los políticos y sus asesores tenían que remitirse a los textos fundacionales de su actividad, de La República de Platón y El Príncipe de Maquiavelo, hasta Marx, John Locke o Stuart Mill, dependiendo de las filiaciones de cada quien.
Operado el salto, los programas de gobierno desaparecieron y los pensadores fueron remplazados por libretistas, asesores de imagen, publicistas, genios del mercadeo y toda una legión de expertos dedicados a fabricar productos para satisfacer los gustos- ya que no las ideas- de los electores. Y esos gustos a menudo deparan sorpresas: después de todo, la “política es dinámica y cambiante”, según reza la frase acuñada por los mismos políticos para justificar sus volteretas y componendas .
Fue así como los colombianos nos despertamos un día frente a las pantallas de teléfonos, computadoras y televisores, presenciando el desarrollo de la fábula de El abuelito bueno y el alienígena.
O mejor dicho, la contienda electoral entre Rodolfo Hernández y Gustavo Petro. Y como en toda telenovela los buenos lo son hasta la estulticia y los malos lo son hasta la perversidad, aquí estamos, con la capacidad de análisis paralizada y sometidos a los designios de las pantallas.
Como si no se estuvieran decidiendo asuntos importantes de nuestras vidas.
Por supuesto, en el libreto, Hernández es el abuelito bueno al que los hombres veneran y por el que todas las mujeres profesan un amor platónico. En cambio Petro … bueno… Petro es ÉL, y en ese él con mayúsculas caben todas las formas del miedo y la descalificación a ultranza. ¿ Han visto y leído los carteles ubicados en grandes avenidas en los que se pide “ Votar por cualquiera menos por ÉL”? Despojado de su nombre, queda reducido a la condición de alienígena, de proscrito, de innombrable. El mensaje, por sí solo, atemoriza y predispone.
Como todos sabemos, el lenguaje funda y modifica la realidad, de modo que no estamos ante un asunto menor.
¿ Cómo llegamos hasta aquí? Bueno, me temo que tendríamos que remontarnos a los orígenes de la especie y a las raíces del miedo como fuerza que paraliza y mueve a la vez. Pero estamos en un blog. Así que sinteticemos.
En el principio fue el miedo
En el colmo de la simplificación, los grandes medios colombianos repiten al unísono la misma cantilena : “El candidato Rodolfo Hernández sube como espuma sin más ayuda que las redes sociales”. Aparte de fácil, la afirmación es tendenciosa. Para empezar, le adjudican su ascenso a una suerte de magia, de empatía entre el candidato que hace apenas dos meses era calificado en los corrillos y en los directorios políticos como “ ese viejo loco” y un electorado ávido de alternativas políticas distintas.
Dejemos de lado el hecho de que , a fin de cuentas , las redes sociales son apenas eso: un medio de comunicación rápido y efectista, y por eso mismo bastante útil para sacarse de la nada fenómenos musicales, deportivos, artísticos y políticos. Pensemos nada más en el caso de Nayib Bukele, ese cruce entre yuppie, Youtuber y estrella de cine convertido de la noche a la mañana en dictador mediático. No fueron las redes sociales: fue el miedo de los salvadoreños la fuerza que lo elevó a esa condición. Miedo a las pandillas, miedo a los vecinos, miedo a los narcos, pero sobre todo miedo a sí mismos: quien se siente incapaz de asumir su destino necesita un redentor. Y si no lo encuentra se lo inventa: esa es una de las claves del poder político aquí y en todas partes.
Así que no son las redes sociales sino el miedo a Petro lo que produjo el ahora conocido como “ Fenómeno Rodolfo”, que pasó de ser una sombra, un dato menos que anecdótico a convertirse en el que se se perfila como aspirante más fuerte en la contienda electoral.
El combustible para avivar ese miedo abunda: la sola frase “ Democratización de la riqueza”, defendida en el mundo por empresarios, políticos, pensadores y hasta magnates situados a años luz de cualquier pretensión comunista o colectivista, generó tanto pánico entre las élites colombianas que fue capaz de lograr en pocas horas lo que no ha conseguido la izquierda en toda su historia: formar un solo cuerpo en defensa de sus intereses. Poco después de conocerse los resultados de la primera vuelta electoral anunciaron su respaldo al “ viejito loco” de días atrás, en defensa- cómo no- de “ los altos intereses de la patria”. El resto de la leña es bien conocido. Conceptos tan vagos y amañados como el “ Castro chavismo” cobraron nuevos bríos en la campaña, como si el líder cubano y el militar venezolano resucitaran de entre los muertos para aterrorizar a los biempensantes. Si a eso le sumamos los propios desaciertos de Petro y sus asesores, tenemos combustible de sobra para incendiar- una vez más- el país y el vecindario.
Volvamos a la inquietante frase del cartel mencionado atrás: “ Por cualquiera, menos por ÉL”. Esto se parece cada vez más a esas absurdas imágenes de los dibujos animados en los que el perseguido tiene tres opciones: arrojarse por el abismo situado a su izquierda, por el ubicado a su derecha o dejarse atrapar de su perseguidor. Mejor dicho: no tiene opciones. Por lo visto, la historia de El Corrrecaminos y el coyote tiene muchas cosas que enseñarnos.
El gran problema para los colombianos es que , a diferencia de Petro, reducido a ser ÉL, cualquiera ahora tiene nombre : Rodolfo Hernández. Y hasta hoy, ese candidato, salvo un difuso y contradictorio discurso sobre la corrupción, no tiene un programa de gobierno. Se lo van a armar sobre la marcha los dueños de los votos que lo llevarán al poder, empezando por Federico Gutiérrez, convertido de soberbio espadachín en humilde escudero, pasando por los despojos mortales del uribismo y la izquierda vergonzante, hasta llegar a los pedigueños de siempre: César Gaviria, Andrés Pastrana y todos los demás. Ustedes ya saben.
Durante los últimos meses he leído artículos de furibundos columnistas donde advierten que Colombia no puede dar un salto al vacío, refiriéndose a la propuesta política del candidato de la izquierda. Extrañamente, como en los dibujos animados, por eludir un salto al vacío estamos a punto de dar otro acaso más mortal.
Por lo pronto aquí seguimos, atados al nuevo capítulo de El abuelito bueno y el alienígena.
PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
https://www.youtube.com/watch?v=8UXKX8gQy88
Tocayo, la publicidad en lo instantáneo se ha convertido en el posicionamiento más fuete en las campañas. Un plan de trabajo, su lectura, no llega tan rápido a las personas como un mensjae en Tik Tok, y eso se debe a la facilidad de reaccionar a los mensajes por medio de plataformas sociales, pero también a los sentimientos desesperanzadores que partieron desde 2008 y que muchos movimientos verticales, rígidos, conservaduristas, nacionalistas aprovecharon para etiquetar lo diferente y cambiante como debacle, salto al vacío y otras palabras extrañas, y así evadir su responsabiliad. Porque esos sentimientos patrioteros y cerrados nunca se fueron, no desparecieron como intentó motivar la apertura global de finales del siglo pasado. Fueron encubiertos para las necesidades de poder, y surgen cuando son necesarios. La defensa de la patria contra el comunismo está en la defensa del gran extractivista que ve una amenaza ante sus intereses particulares. No le importan sus errores cometidos porque se pueden tranformar en palabras para futuros amenazantes. Por lo menos en Colombia la crisis se la quieren dejar al futuro, ellos no tuvieron ninguna injerencia porque en los presentes que vienen no estarán, desaparecen de la crisis, transforman la crisis en una oportunidad para seguir.
ResponderBorrarMás certero no podía ser usted, mi querido Eskimal: nada más cómodo e irresponsable que endosarle las crisis al futuro. No olvide que somos un continente experto en la dilación: aparentamos disposición a resolver los problemas, para incumplir los compromisos poco después, y que pase el siguiente señores.
ResponderBorrarVeremos, ahora que la izquierda está en el poder, a quién le endosarán la crisis cuando la profundicen todavía mas , ¿al pasado?
ResponderBorrarUd lo ha dicho: "quien se siente incapaz de asumir su destino, necesita de un redentor". Y qué mejor redentor que Petro para esta generación de progres que quieren ser diferentes, aunque no sepan en qué consiste esa diferencia.