GUSTAVO COLORADO GRISALES |
Tengo el vicio impune de releer. De todo: desde los clásicos hasta la reseña del último partido de fútbol jugado en una remota aldea de Tanzania. En el ejercicio gozoso de esa manía me encontré un ejemplar de La Tarde , donde el periodista Juan Antonio Ruiz publicó una columna titulada “Lo que cuesta tener un ministro”, fechada el jueves 3 de Junio, es decir, cuatro días después de la primera vuelta de las elecciones que llevaron a Juan Manuel Santos y todo lo que el representa a la presidencia de la república. En el artículo, el columnista hilvana algunas puntadas sobre el cambio vertiginoso en la posición política y en las estrategias de poder de Rodrigo Rivera Salazar, un hombre que, en tiempos de bárbaras naciones, agitó las banderas de la renovación y la pulcritud pero que no tardó, como buen político, en acogerse a las prácticas que un día dijo combatir.
Sin su venia, quiero retomar algunas de las ideas esbozadas por Juan Antonio en su texto, aunque con menos corrección política y ateniéndome más a las definiciones del diccionario de la lengua castellana. En el tercer párrafo de la columna dice: “Quizá su permanencia de un año en Estados Unidos lo convirtió en un ser más pragmático, menos idealista, que piensa más en su proyección y en sus metas personales”. Pues bien, esa noción amañada del pragmatismo es una idea surgida al tenor de las enseñanzas de un hombre llamado John Dewey, que entre otras cosas le dio carta de ciudadanía a la creencia de que el fin justifica los medios, que después a nuestro hombre se le convirtió en una suerte de patente de corso para explicar giros tan retorcidos como el de equiparar el embeleco del “Estado de opinión,” tan caro a los caudillismos y totalitarismos, con la noción de Estado Social de Derecho. En este punto surge la pregunta por el significado de la palabra cinismo, tomada no en el sentido que le dieron los griegos sino en su acepción moderna de indolencia, acomodamiento o desfachatez. Que un “valeroso columnista” y “juicioso constitucionalista” avale tal engendro porque le conviene a él y a sus recién estrenados copartidarios- si tal cosa, un copartidario, existe en la política moderna- lo ubica a mitad de camino entre los cínicos y los pragmáticos.
Sumo y sigo. Más adelante el autor de la columna expresa que “Con pulso de relojero y toda su sapiencia de 12 años como congresista, Rivera se dedicó a aceitar la maquinaria del uribismo…” Vamos con calma, don Juan, que el vocablo sapiencia no es, ni de lejos, sinónimo de marrullería y oportunismo, asuntos que se aprenden de veras en ese universo de intereses creados conocido como política real. Esos mismos intereses que, con seguridad, llevarán a más de uno- tan pragmático y sapiente como el ungido- no a hacer cola sino a menearla para brindarle sus respetos al nuevo ministro. Por lo pronto, quiero contarles que esta columna- la mía, no la de Juan Antonio- lleva el subtítulo de “La caída de un bigote: Breve manual de lagartería o historia de una transfiguración política.” No sobra advertirles que, a su vez, este texto admitirá su propia relectura, ahora que los colombianos parecen haber encontrado un funcionario perfecto para el cargo que en su momento ocupó el recién posesionado presidente de la república.
Felicitaciones Gustavo. Tu Blog está maravilloso. Por favor dame el número del teléfono celular de quien te diseñó la página. Jorge Marín.
ResponderBorrarBueno...yo no estoy tan interesada en saber quien te diseñó la página como Jorge, aunque está bonita. Te felicito eso sí, por el premio Semana de periodismo y por tu maravillosa manera de escribir, fruto tal vez, de ese (según tú)vicio impune de estar leyendo.
ResponderBorrarPaty Zorro.