José Fernando es un amigo cuyo mayor defecto consiste en ser hincha de Millonarios, lo cual es grave cuando se trata de sentarse a la misma mesa con un fervoroso seguidor del Atlético Nacional. Algo así como la crispación que se siente en el aire durante los intentos de negociación entre israelíes y palestinos. Pero bueno , el cuento es que, como la ciudad lo acogió desde hace más de dos décadas , al hombre también le preocupa el destino del Deportivo Pereira, aunque solo sea para incordiar a los fanáticos de este equipo que, lo he dicho en otras ocasiones, parece predestinado por una sobrenatural inclinación hacia el fracaso.
En uno de esos encuentros de trabajo, nuestro amigo soltó la pregunta por la clase de material de que están hechos los corazones de unos hinchas que, después de un año sin ganar un partido y de apurar el cáliz amargo de ver triunfar a sus vecinos y rivales milenarios, seguían desplazándose hacia otras plazas muchas veces lejanas y por carreteras en mal estado alentando la esperanza de que el esquivo ángel de la victoria desplegara por fin sus alas sobre ellos.
Es al revés, le dije. No es a pesar de la derrota, sino precisamente por eso. La vida nos enseña a cada momento que el éxito, por escaso, vuelve a las personas veleidosas y vanas, como si estuvieran vacunadas contra el infortunio. Por eso cuando tarde o temprano este les llega, las encuentra con la guardia baja y terminan volándose la tapa de los sesos, afiliándose a una secta milenarista o buscando en una bola de cristal el punto exacto del mapa en que extraviaron el camino. El fracaso en cambio, nos vuelve más lúcidos y obstinados ¿o acaso han visto ustedes a alguien más lúcido y obstinado que al hincha de un equipo nacido para perder, sobre todo después de apurar el segundo trago de ron? No por casualidad un hombre como el escritor Albert Camus- futbolista él mismo- declaró una vez que lo mejor que aprendió en la vida lo había tomado del fútbol. Claro: un autogol o un penal errado lo convierten a uno de entrada en filósofo. Muy amargo, eso sí, pero filósofo al fin y al cabo. O si no, miremos a esos muchachos de baja estatura, habilidosos hasta la exasperación, capaces de gambetear a todo el equipo contrario, incluido el portero y cuando están frente al arco vacío la tiran varios metros por encima del travesaño. Hay que ver la expresión que tienen pintada en el rostro, como si llevaran años preguntándose por la cuadratura del círculo.
Llegados a este punto tendríamos que emprender un estudio tendiente a averiguar en qué población de hinchas se producen más suicidios: si entre los equipos perdedores o entre los exitosos. Mucho me temo que, tal como acontece en otras facetas de la vida, los suicidas se acumulan mas entre los segundos. Por eso mismo, por su incapacidad para asumir las derrotas y convertirlas en sabiduría, como aconsejaban los estoicos. Otro escritor mítico, el argentino Julio Cortázar , puso a decir a uno de sus personajes que “ la esperanza es una puta de vestido verde”. Cortázar era aficionado al boxeo, así que sabía mucho de golpes. Limpios y arteros. De manera que, puestos a pensar en todo lo que nos enseñan el fútbol en general y los estertores de agonía del Pereira en particular, solo atinamos a concluir que sin el fracaso tanto la vida como la condición de hincha serían insoportables. Una sucesión infinita de triunfos puede convertir a un hombre en un idiota, en un infatuado, o las dos cosas a la vez. En un escenario así sería imposible plantar la siempre esquiva semilla de la esperanza que todos necesitamos para seguir viviendo.
Querido estafilococo con hongos, quiero desde este escenario renovar mis votos de humor...doña Amelia almita comprensiva loada sea y perdonada tambièn por parir a este caucho roto...pero con infinidad de neuronas.
ResponderBorrarExtrañandolo etilicamente
matador
Esa es una muy buena manera de extrañar a los amigos... aunque acabe con las neuronas. Un abrazo grande, "Celebrity".
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