Creí que estaba curado de espantos desde que sucesivos gobiernos en Colombia decidieron imponerles más impuestos a los ciudadanos, dizque “para aliviar las cargas del sector financiero” que es , por definición, el más parasitario de la economía. En su momento nos dijeron que esos tributos eran provisionales. “Son necesarios para mantener en marcha la economía” dijo ante los periodistas un ministro de cuyo nombre no quiero acordarme. Los impuestos nunca se desmontaron , a pesar de que los bancos reportan cada año ganancias que se cuentan en billones de pesos mientras los usuarios del sistema no pueden realizar operación alguna, así sea la rutinaria de consultar el saldo, sin que les cobren por ello. Una vez mas se puso en acción el viejo y letal truco de privatizar las ganancias y socializar las pérdidas.
Años después, y siguiendo la misma línea, nos vienen con el cuento de que la sociedad tiene que salvar de la bancarrota a los equipos del fútbol profesional colombiano. El argumento no podía ser más espurio. Según nos dicen, los clubes son patrimonio de las ciudades y los departamentos, de modo que su quiebra no solo derivaría en perjuicio de un bien público, sino que privaría a la sociedad de una de sus más socorridas fuentes de recreación y de uso del tiempo libre. Para ser justos, esta última parte no admite discusión.
En el caso del fútbol, el mecanismo sería el préstamo de recursos, que en primera instancia ascenderían a cincuenta mil millones de pesos ( si señores, cincuenta mil millones de pesos en un país asolado por los efectos del último invierno y con el sistema de salud pública siempre el borde del colapso), aparte de inversiones publicitarias por parte de las empresas del Estado, empezando por Ecopetrol.
Dejemos a un lado la nada desdeñable pregunta sobre quien y como garantizará que los clubes van a saldar la deuda o si no invocarán en el futuro nuevas quiebras para eludir sus compromisos. Porque lo que sucede en realidad es que desde hace mucho tiempo los clubes de fútbol son lucrativas empresas en manos de particulares que los aprovechan como vitrinas para foguear y mostrar jugadores que son transferidos preferiblemente a equipos del exterior. En el campo regional son bien conocidos los casos del Deportes Quindío y el Deportivo Pereira. Los negocios con futbolistas como Rodallega , Toloza, Mosquera, Santoya, Cárdenas , Uribe y Arias para citar solo algunos, les han reportado pingues ganancias a quienes trafican con deportistas, mientras sus equipos de origen siguen en la inopia.
Justo en ese escenario aparecen los directivos a llorar ante los micrófonos y los periodistas deportivos a hacerles el juego llamando a los hinchas, así como a los alcaldes y gobernadores a defender “el patrimonio de la ciudad” según reza la conocida salmodia. En momentos como esos, y ante el temor de que nos quedemos sin circo, el Estado , tal como aconteció con los banqueros, en lugar de defender el bien común , se ocupa de salvaguardar los apetitos de unos cuantos, recurriendo en este caso a créditos de improbable recuperación o destinando recursos públicos para resolver mediante inversión publicitaria las secuelas del caos y la irresponsabilidad generados por ambiciones particulares, en una muestra más de nuestra proverbial capacidad para hacernos autogoles.
Saludos Gustavo. No es de extrañar lo que usted cuenta. Acá lo perfeccionamos todo: no hace mucho nuestro gobierno se metio un autogol de campeonato. Se le ocurrio promulgar un decreto, (ya se sabe la intencion)con la finalidad de igualar el precio de los carburantes a los precios internacionales. La medida le duró una semana, porque los precios de los articulos de priemra necesidad se subieron a las nubes. Se vinieron las protestas generalizadas y ante el efecto dominó, el gobierno tuvo que derogar el decreto. Para intentar salvar su imagen ya de por si deteriorada, recurrio al eslogan demagogico y facilon de "gobernar obedeciendo al pueblo".Pero el daño ya estaba hecho, al dia de hoy, los precios no han vuelto a su cauce anterior. En consecuencia el costo de vida se incrementó significativamente.
ResponderBorrarA diferencia de Colombia, aqui el futbol sigue siendo un negocio privado, y en ningun momento a ningun gobierno se le ocurrio dotarle de fondos públicos, o acudir a su rescate. La gente se aguanta todo menos que le toquen el bolsillo. Muchos gobiernos han caido por ello. Pero nuestros dirigentes deportivos son tan creativos como los politicos para esquilmar a los aficionados del deporte. Tienen una vieja treta que consiste en añadirle un porcentaje al precio de las entradas con el rótulo de "pro divisiones inferiores" de cada club, que logicamente no tienen registro tributario y no es dificil saber a dónde van a parar. He ahi la razon de que los dirigentes de los equipos se aferren a sus cargos, a pesar de las fracasos estrepitosos de sus gestiones.
Simpre habrá un truco, amigo José. Por una vía o por otra los ciudadanos terminamos pagando los grandes negocios de los capos de los carteles, sean estos legales o ilegales.
ResponderBorrarEstimado Gustavo, a veces tengo la impresión de que los aficionados al fútbol son prisioneros, o que son tratados como si fueran prisioneros. Acorralados entre los dirigentes, los periodistas y los matones de las tribunas, cada uno con su propio proyecto de lo que debe ser su club y su fútbol. Tú agregas ahora otra dimensión, y la visión de la cárcel, o mejor dicho del asilo, se completa. Me pregunto si el “caso Neymar” no es un ejemplo del tipo de maniobras que describes, salvando las distancias, por supuesto. Cordial saludo.
ResponderBorrarHola, don Lalo.Como siempre, es muy grato tener noticias suyas. Creo que por ahí va el agua al molino : los clubes de fútbol y sus estadios quedaron reducidos a la condición de vitrinas para que los especuladores exhiban sus mercancías. Una vez consumado el negocio toman las de Villadiego. En parte eso es lo que explica el descalabro de instituciones tan prestigiosas como River Plate en Argentina.
ResponderBorrarEn Pereira el caso más reciente es el de un futbolista llamado Carlos Darwin Quintero, que estaba varado en Rusia. Lo repatriaron, lo pusieron a jugar tres meses y luego lo transfirieron a México. En el trámite los intermediarios se ganaron dos millones de dólares, mientras al equipo de la ciudad no le ingresó un centavo por el negocio. Eso quiere decir que estamos ante verdaderos carteles de "Tráfico de piernas" para utilizar la expresión del escritor uruguayo Eduardo Galeano.
Tráfico de gambetas, decía otro uruguayo al que escuché en una tertulia. Seguramente en Colombia ustedes conocen la expresión “gambeta”, “gambetear”, tomada, supongo, del italiano “gamba”, pierna, que es como en el Río de la Plata se refieren al regate, al drible. Y eso, gambetear, es lo que están haciendo con el aficionado, lo están “mareando” (es el equivalente que usábamos en mi pueblo, en Mendoza), y como ocurre siempre, cuando te marean, los otros se quedan con el dinero.
ResponderBorrarNo solo conocemos la expresión, don Lalo : somos expertos en poner en práctica ese verbo en todas las esferas de la vida pública y privada.
ResponderBorrarAcabo de leer esta reflexión de Juan Villoro en El País:
ResponderBorrar"Es un delirio compartido: traspasos, derechos de televisión, camisetas... el fútbol se administra hoy más que nunca como un casino: se apuesta a lo loco; el dinero de un club no depende de la obtención de títulos sino del traspaso de jugadores, con equipos que ya se especializan en eso; es la economía del tráfico frente al éxito deportivo, que casi te penaliza"
Hola, don Lalo. Y eso que Villoro escribió un libro titulado " Dios es redondo" ¿Estará volviéndose ateo?
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