Su nombre ya no es Wang, sino Pedro. Trabaja en una finca dedicada a la producción de cebolla en las afueras de Pereira, a miles de kilómetros de sus arrozales de las antípodas. Es uno de los cientos de ciudadanos chinos abandonados en el puerto colombiano de Buenaventura por las mafias dedicadas al tráfico de personas, que un día les prometieron llevarlos desde el puerto de Shangai hasta los Estados Unidos de América, la tierra donde todo es posible. Atrás no dejó nada. Ni padres, ni mujer, ni hijos: ni siquiera las ilusiones, porque las lleva en un raído morral con el logo de la multinacional Nike, como un símbolo de lo que la globalización ha hecho con millones de seres humanos: convertirlos en ciudadanos de ninguna parte, que van de un lugar a otro de la tierra, empujados por los imperativos del mercado. ¿Qué hace un chino en Pereira, una ciudad con unos índices de desempleo que superan el dieciseis por ciento, sin contar a quienes se rebuscan la vida en las calles, y de donde han salido en los últimos años miles de personas hacia España y Estados Unidos en busca de las oportunidades que no encontraron en su lugar de origen?
Pues, paradójicamente, escapar de “ el milagro chino”, como se conoce a la avanzada publicitaria convertida en religión, que utilizó unos juegos olímpicos para presentarse en sociedad como la potencia del siglo XXI ante la cual los poderes de todo tipo inclinan la cerviz ; desde las multinacionales norteamericanas y europeas hasta las frágiles economías latinoamericanas, todos a una, pasando por encima de viejas y archivadas rencillas ideológicas, miran al imperio del dragón como el modelo a seguir : aprovechamiento de la tecnología para producir en masa y a bajo precio toda clase de bienes de consumo, sobre la base de unos bajos salarios garantizados por millones de brazos desempleados y la ausencia de cualquier marco legal que se parezca a un sistema de seguridad social.
Así de simple y de terrible. Buena parte de la pujanza de la nueva potencia mundial está edificada sobre la miseria de millones de campesinos como Wang… o mejor dicho, como Pedro, expulsados de sus tierras y conducidos a trabajar en factorías en unas condiciones que hacen parecer a la Inglaterra del siglo XIX , contada por Dickens y pensada por Marx, como un paraíso de los trabajadores. Sin salarios y por lo tanto sin algún tipo de prestación, muchos de ellos son niños y reciben como única remuneración una magra ración de comida que no alcanza ni para recuperar las calorías gastadas en jornadas de trabajo que alcanzan hasta catorce horas. Entre tanto, una excitada corresponsal de CNN nos muestra los maravillosos hijos engendrados por ese extraño matrimonio entre el comunismo y el capitalismo, señalando a un joven ejecutivo chino que posa en su Mercedes Benz para el publireportaje de una revista de finanzas, en cuyos análisis macro económicos no hay lugar para la historia de seres como Pedro… o Wang, según como se le mire , que padecen en el propio pellejo la versión moderna y en lenguaje tecnolátrico de los viejos y mil veces narrados cuentos chinos.
Suscribo totalmente lo que usted dice estimado Gustavo. El gran despertar del gigante asiatico es solo una fachada con luces de neon, edificada sobre las espaldas de chinos con hambre, porque a diferencia de estas latitudes, chino que no trabaje no come y siempre habrán miles para reemplazarle. Asi como la televison muestra caritas de chinos prosperos, por detras hay muchos que salen embarcados como "ratas" en busca de oportunidades. Es admirable la laboriosidad de la gente asiatica, con unos genes asi, hace tiempo que nuestra America hubiera levantado cabeza.
ResponderBorrarHola, José. Desde los tiempos de Adan Smith, los economistas saben que el rubro de más peso en la estuctura de costos es el de los salarios. Por lo tanto, si usted paga lo mínimo en mano de obra, o no paga en absoluto... blanco es gallina lo pone.
ResponderBorrarHola, Gustavo. El problema podría estar, más allá de todos los problemas, en que las economías de este lado, por copiar a China, intenten adecuarse a los salarios que pueden tener los chinos, a su remuneración económica diaria. Bueno, ya no estamos muy lejos de eso, ya los sueldos no son legales. Sueldos bajos y trabajos mecánicos. No estamos muy alejados de ello. Ahí están las maquiladoras mexicanas en el norte de este bonito país.
ResponderBorrarMucho me temo, mi estimado Eskimal, que China está más cerca de nosotros de lo que imaginábamos.
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