Durante las décadas del setenta y ochenta del siglo pasado, las unidades investigativas de los periódicos jugaron un importante papel en la vida de los colombianos, que a través de sus publicaciones tenían acceso a una mirada crítica y con buen nivel de independencia sobre la forma como se manejaban los asuntos públicos. Todavía se recuerda el impacto que tuvieron las denuncias de periódicos como El Espectador sobre las irregularidades en el sector financiero, que incluso llevaron a juicio a gente tan poderosa en su momento como los banqueros Félix Correa Amaya y Jaime Michelsen. Fue en ese mismo diario, dirigido entonces por la familia Cano, donde se empezaron a revelar las nefastas relaciones entre el narcotráfico y amplios sectores de la sociedad colombiana.
El diario El Tiempo no se quedó atrás. Liderada por el periodista Daniel Samper Pizano, su unidad investigativa sacó a la luz más de una irregularidad en los sectores público y privado. Por supuesto, no podemos olvidar el valioso trabajo de gente como Alberto Donadio, autor de libros tan controversiales en su momento como “El espejismo del subsidio familiar” o “Los Hermanos del presidente”, un recuento de las andanzas y tráfico de influencias de la familia del entonces presidente de la república, César GaviriaTrujillo.
Como puede inferirse del último de los títulos mencionados, durante esas décadas nuestros periodistas se vieron muy estimulados por el ejemplo de Woodward y Bernstein, reporteros del Washington Post investigadores del caso Watergate, cuyas revelaciones desencadenaron la renuncia del presidente de los Estados Unidos, Richard M Nixon.
Sin embargo, con el paso del tiempo las unidades investigativas de los medios se vieron arrinconadas y reducidas a su mínima expresión, entre otras cosas como resultado de la rápida toma de las empresas informativas por los grandes conglomerados económicos, que por su multiplicidad de intereses y relaciones no veían con buenos ojos unas publicaciones que podían afectar sus negocios. Una a una fueron desapareciendo, hasta el punto de que hoy esa tarea es desempeñada por unos cuantos columnistas de opinión, con todo el riesgo que pueda representar para sus vidas, pues de hecho ya no cuentan con el respaldo de los medios, bastante puntillosos a la hora de salvar cualquier responsabilidad institucional acerca de lo que los autores de las notas denuncien.
En el caso de las regiones, el panorama en ese campo siempre ha sido desolador. La cercanía de medios y periodistas con el poder político los ha convertido en muchos casos en meras extensiones de las oficinas de prensa de alcaldías y gobernaciones. Si a eso le sumamos una actitud permanente de autocensura podemos decir que, de hecho, no hemos tenido periodismo investigativo entre nosotros.
Por eso resulta tan saludable la irrupción en nuestro medio de un blog que lleva el elocuente nombre de Tras la cola de la rata, diseñado y alimentado por un grupo de jóvenes de la Universidad Católica de Pereira, bajo la tutoría del profesor Abelardo Gómez, orientador del taller de reportaje Con la independencia y la libertad que da el mundo de Internet estos muchachos han conseguido en pocos meses lo que los medios tradicionales han eludido durante mucho tiempo: sacar a la luz la naturaleza de los manejos de grupos legales o ilegales que controlan sectores enteros de la vida pública y privada . Con un rigor y una disciplina que ya desearía más de uno, el equipo de trabajo de Tras la cola de la rata le ha devuelto la esperanza a un sector de la sociedad reacio a aceptar que todo está perdido y sobre todo le ha proporcionado una refrescante dosis de oxígeno a un periodismo que desde hace tiempo renunció a la tarea de contar y pensar la sociedad con unos mínimos elementos de independencia y que por eso mismo se acostumbró al triste papel de amanuense del poder político y económico.
Recuerdo haber leido alguna repercusion en los diarios locales de las denuncias de El Espectador, especialmente cuando imperaba en Colombia el cartel de Pablo Escobar. Periodismo valiente y consecuente. Ciertamente esa pelicula de los dos periodistas sobre el caso Nixon es magnifica y aleccionadora. Aca sucede casi lo mismo, el periodismo de opinion pasa por sus horas mas negras. La autocensura se impone, porque al igual que en Venezuela, los medios tienen miedo de que se les cierre el negocio con cuialquier pretexto. De acuedo a una reciente ley ya no vale eso de "la opinion de este espacio es de exclusiva responsabilidad de sus dueños y no representa la postura de este medio".Le echaré un vistazo a esa pagina que comenta.Saludos.
ResponderBorrarVale la pena echarle la mirada, José. Sobre todo porque, como lo planteo en el texto, el periodismo investigativo es hoy una rara avis, a medida que mercachifles de toda laya se apoderan de medios grandes y pequeños.
ResponderBorrarHe visitado el blog Tras la cola de la rata y la impresión es óptima: en estas voces está el futuro del periodismo independiente. El proceso que describes, amigo Gustavo, es muy cierto y lo hemos visto en otros países de América Latina. Yendo a un ámbito que llegué a conocer bien, los medios locales son impotentes o cómplices, les cuesta enfrentar al poder sin recursos y la lección está tan bien aprendida que muchos ni siquiera lo intentan, o caen en la esfera de los medios pulpos de las grandes ciudades, que acuden en su “socorro” ya sabemos que con la intención de aprovechar la palanca política en la provincia, negociando las noticias o siguiendo la línea que conviene al centro.
ResponderBorrarMuchas gracias, don Lalo. Pienso que el gran problema reside en que los grandes pulpos económicos no solo se tomaron los medios sino la conciencia misma de los periodistas. El caso es tan grave que mucho antes de que los dueños impongan alguna clase de censura, ya los directivos y trabajadores de periódicos, emisoras y estaciones de televisión ya se la han autoimpuesto, por miedo o por puro espíritu de servilismo. Por eso brillan y se destacan tanto las expresiones independientes : lo que una vez fue norma se volvió excepcional.
ResponderBorrarHola Gustavo, por acá de nuevo luego de un tiempo de crisis virtual.
ResponderBorrarEn estos tiempos es importante entrar a un medio periodístico grande, de circulación generosa, de salas de redacción con historia para aprender, perderse en la presión del cierre, salir presuroso a la calle, correr, escuchar, redactar, discutir sobre adjetivos, títulos, calentar un debate con el editor, en fin, vivir algunas buenas experiencias de lo que creo fue el periodismo antes de que lo intentáramos los nuevos periodistas. Había más fe, creo, en un oficio para el bienestar social. Pero no creo que sea necesario quedarse en esos medios gigantes, llenos de empresarios y boletines de prensa (Hasta El Especta`or los copia como si nada) Por eso me alegra que ya los jóvenes en el periodismo piensen en otras opciones. Tras la cola de rata es una muy buena. Esperemos no la dejen caer y la conviertan en algo más que un ejercicio universitario, que sea su forma de hacer periodismo y no la olviden cuando encuentren su práctica en El Tiempo o El Espectador.
Qué bueno tener de nuevo noticias suyas, apreciado Eskimal. Si. Uno espera que la red virtual no se convierta en un fin, sino en un medio para seguir explorando territorios que en otros formatos y lenguajes ya están copados por los grandes carteles de la información. Por lo pronto, experiencias como las de Tras la cola de la rata le devuelven a uno cierta dosis de esperanza.
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