Desde mediados de noviembre de cada año, el paisaje que rodea al aeropuerto Matecaña de Pereira cambia de decorado. Como atraídos por un imán, los serenateros empiezan a rondar el terminal aéreo y el aire se llena de sonidos de rancheras, vallenatos, boleros o música de despecho. Los buses de escalera con sus bocinas estruendosas y adornados con globos y festones le dan un aire de carnaval al lugar. Las familias se arremolinan esperando el vuelo con los viajeros que alcanzaron a tiempo la conexión en Bogotá. ¿Cuál es el motivo para tanta agitación y algarabía? Pues que regresan los andariegos. Son los colombianos que se fueron del país en las últimas décadas en busca de mejores condiciones de vida para sus familias.
Unos residen en Estados Unidos. Otros en Inglaterra y España. Unos cuantos más vienen de lugares tan distantes como Australia o los Emiratos Árabes. Desde el momento mismo de su descenso del avión saludan y reparten besos a parientes y amigos todavía difíciles de identificar. Da igual: en ese momento, cualquier rostro desconocido puede ser el de un amigo.
Trabajan arreglando oficinas, cuidando niños y ancianos, podando el césped o conduciendo camiones. Un porcentaje de ellos, haciendo alarde de su nueva prosperidad, se dedica a actividades menos edificantes. Pero todos regresan decididos a tirar la casa por la ventana. A pesar de la crisis económica que hace cada vez más incierta su permanencia en los países de acogida, retornan dispuestos a gastarse sus buenos dólares o euros en fiestas, regalos y paseos. Cualquier cosa que garantice el reconocimiento y la admiración de familiares, amigos y vecinos. Después de todo llevan años- algunos décadas- doblando el lomo en remotos lugares de la tierra y sometidos al más duro anonimato.
Muchos ya adquirieron las costumbres de sus sitios de residencia y muy pronto lo que añoraban en la distancia empezará a molestarles. El carácter pedigueño de la parentela, la adulación provinciana y la estrechez de sus pueblos y ciudades encabezan esa lista incómoda. Impacta la manera como algunos hacen resaltar un improvisado acento andaluz, valenciano o de Asturias para diferenciarse de sus iguales en la tierra natal.
Pero ya habrá tiempo para el aburrimiento y la decepción. Por ahora, se pasean por los salones del aeropuerto Matecaña, sobrecargados de paquetes y maletas, en medio de muchas músicas que se confunden con la algarabía de los comités de recepción. Una que otra muchacha le parte el alma al novio que se quedó esperándola en su barrio, pues llega de la mano de una pareja conquistada en tierras lejanas: un plomero de Chicago, un mecánico de Vallecas en Madrid o un traficante de alguna cosa en el barrio chino de Barcelona. Por lo pronto, mientras el amante desairado se escabulle con sigilo en medio de la multitud, las familias de los risaraldenses andariegos celebran la vuelta a casa de esos héroes anónimos que con su tenacidad se echaron a cuestas la responsabilidad de garantizar buenas condiciones de vida para quienes permanecieron en casa.
La duración del jolgorio dependerá del monto de los ahorros o de la capacidad de endeudamiento del festejante. Podrá ser cosa de dos semanas o de un par de meses. Para entonces podrán andar rebuscándose los dólares para el tiquete de ida. No importa. En últimas se trataba de recuperar energías para soportar otros cinco años trabajando en cosas que poco o nada tiene que ver con las ilusiones tempranas. Tendrán además que hacer la vista gorda ante el tamaño de la crisis económica que sacude el planeta. Al fin y al cabo en su país las cosas no mejoran para la mayoría de la gente, a pesar de los indicadores alegres. Así que la víspera del viaje pasarán la noche en vela tratando de redondear las conversaciones dejadas a medias y apurarán un trago doble de aguardiente o de ron que les ayude a sobrellevar la nostalgia. Andariegos que son.
Me pone a pensar ud, Don Gustavo, con esta columna, en lo azarosa que es la vida y en general la historia de los seres humanos. Durante milenios ese ha sido el destino de pueblos y culturas: andar de aquí para allá, moverse, desarraigarse. Los mismos que una vez vinieron a esta América a buscar la fortuna que hizo rico a su continente ahora le dicen a sus nietos bastardos que no tienen nada que ir a hacer a esa tierra de promisión que es Europa. No sé si la inmigración sea algo evitable, al menos no creo que dependa sólo de factores económicos; el destino del hombre es andar, ahora y siempre, aunque no quiera.
ResponderBorrarCami.
Hola, Camilo. Como siempre, mil gracias por sus inteligentes y oportunos comentarios. La migración en sí misma es algo natural : desde los organismos unicelulares hacia arriba, todos los seres vivos se mueven de un lugar a otro. Avanzando un poco más allá, la tradición oral del Urabá antioqueño nos habla de bananeras que caminan.
ResponderBorrarDe modo que,como en casi todos los frentes de vida, la pregunta es de índole política : Nuestro oprobioso modelo de desarrollo económico concentra la riqueza cada vez más, obligando a la migración de millones de personas que no poseen nada distinto a su fuerza de trabajo para emplearse en los oficios que los más afortunados se niegan a desempeñar.
Una vez mas, amigo Gustavo, qué hermanos de suerte e infortunio somos los cochabambinos con los pereiranos, es increible que hasta los festejos de bienvenida sean tan parecidos.Tal vez la sutil diferencia de que aca utilizamos banda de musica y no mariachis (ya sabe, nos gusta meter el maximo ruido posible). Curisoamente los bolivianos mas emigradores son los de Cochabamba, y cómo no, cuando vuelven "tiran la casa por la ventana", sobre todo los de origenes mas humildes. Tal vez usted no ha mencionado, pero ese afan de demostrar la "prosperidad" ante los conocidos tiene una profunda connotancia de estatus social, y claro, remarcada por ese afan de diferenciacion que les lleva a adoptar el modo de hablar de los paises de acogida. Sabe Dios las duras circunstancias que atraviesan para retornar a casa con aires de prosperos.
ResponderBorrarTu observación sobre los andariegos y su retorno, que has contado con tanto vigor, me hace pensar en lo que está detrás de esto, en los países donde esos andariegos viven: la asimilación o falta de ella a la sociedad anfitriona. Vivo en el extranjero desde hace mucho tiempo y creo saber algo sobre las costumbres de los exiliados, de los emigrados en general. Pero no quiero afligirte con mi experiencia personal, sólo para decir que mis conclusiones son bastante parecidas a las del Manhattan Institute for Policy Research (aclaro que no vivo en Estados Unidos e ignoro la inclinación ideológica de este think tank. Pero veo en el Times algunas de sus conclusiones y me parecen razonables. Hay tres puntos básicos:
ResponderBorrara) Los inmigrantes que llegan a Estados Unidos de niños, son virtualmente indistinguibles de los nativos.
b) Los inmigrantes llegados de países desarrollados no necesariamente se asimilan mejor que los otros.
c) Los inmigrantes que hablan inglés no tienen necesariamente un resultado económico mejor que los otros.
Dicho esto, aclaro que el instituto dice que los inmigrantes de origen latinoamericano se asimilan más lentamente que los de otro origen. La fuente no da una razón, sería interesante ahondar un poco en esto. Pero no conozco el paño.
No olvidemos, amigo José , que uno de los impulsos humanos más fuertes, aparte del que empuja hacia el alimento y la sexualidad, es el de la necesidad de reconocimiento. Por eso emigran miles de personas cuando las probalidades de obtenerlo en su lugar de origen se reducen.
ResponderBorrarEl planteamiento que usted hace, mi querido don Lalo, ubica la discusión sobre la naturaleza de las migraciones en una de sus líneas más complejas : la cultural. Es bien sabido que, por una especie de atavismo, muchas comunidades tienden a formar guettos, lo que facilita el accionar de los sectores más reaccionarios de las sociedades de acogida, al tiempo que les impide emprender el diálogo enriquecededor implícito en toda experiencia viajera.
ResponderBorrarUno de los casos más patéticos es el de los miles de latinoamericanos que llevan décadas viviendo en Estados Unidos y sin embargo no saben hablar inglés. A pesar de eso, insisten en reclamar su derecho a la nacionalidad, lo que es , a todas luces, una contradicción.
Me he topado con su blog gracias a un comentario que ha puesto ud. en el sitio de la bbc. Que agradable sorpresa. Gracias por sus palabras, son un verdadero manjar para los ojos.
ResponderBorrarSaludos desde Aguascalientes, México.
Estimado Javo : Muchas gracias por su mensaje. El propósito de este blog es ese : entablar un diálogo fructífero a través de este curioso universo de la red, en el que todo parece tan lejano y cercano a la vez. Seguimos en contacto.
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