Para el gran Gilipollas
Recién tuve noticias suyas en una fase tardía , pero no por eso menos fértil de su carrera musical. Para entonces, andaba recién escapada “ De una cárcel de amor/ de un delirio de alcohol /de mil noches en vela”. Fue en los años noventas del siglo anterior. Mientras el mundo-siempre raro- se debatía en sus eternas convulsiones, ocasionadas en este caso por el derrumbe del imperio soviético, nuestra dama de poncho rojo repasaba con su voz de papel de lija el cancionero iberoamericano, devolviéndonos por esa ruta a lo más esencial de nosotros mismos: Una manera de experimentar la vida desde las vísceras , mientras otros pueblos lo hacen o tratan de hacerlo desde el intelecto.
Macorina,
le decían sus fieles devotos. Porque su relación con la música era ante todo una
cuestión religiosa. No por casualidad
los indios Huicholes, acostumbrados a acoger en sus comunidades a figuras del
arte y el pensamiento del mundo entero,
la erigieron sacerdotisa en sus ritos chamánicos. Con seguridad vieron en ella
a una artista, en el sentido clásico de
la expresión , es decir, alguien capaz de forjar mundos dentro de los ya
existentes.
Los entusiasmos
juveniles y las utopías políticas de los
años sesentas y setentas redujeron
el rico universo de las
músicas latinoamericanas a los ritmos andinos surgidos en los
territorios de Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay y norte de Argentina. Es decir,
aquellos lugares marcados por una fuerte tradición indígena.
De ese modo borraban sin
proponérselo el fecundo legado que nos define como pueblo : El mestizaje. El
corrido mejicano, el son y el bolero de las
Antillas, la salsa de los inmigrantes latinos en Nueva York, la cumbia y el vallenato de Colombia, el vals peruano y el tango del Río
de la Plata
pasaban a formar parte del sospechoso catálogo de gustos pequeño burgueses impuestos
por la penetración cultural de las metropólis. En contravía de la
corrección política de entonces, Macorina se encargaría de recrearnos,
enriquecido con su mirada personal, ese patrimonio que va de Agustín Lara a
Gardel y Lepera, pasando por Roberto Carlos
y Armando Manzanero
Sus hagiógrafos
datan la partida de su natal Costa Rica a una edad temprana : Catorce años. Si
asumimos que el lugar donde nace una persona es apenas un accidente, podemos
afirmar que Chavela Vargas fue en
principio mexicana y luego latinoamericana hasta los huesos. Su encuentro
con José Alfredo Jiménez, el
compositor encargado de ponerles nombre a las dichas y desventuras amorosas de
millones de personas en el mundo de habla hispana obró al modo de una
iluminación: Ese puñado de canciones reflejaba, como un juego de espejos, el
lento y tortuoso recorrido desde los feudos rurales hasta las tumultuosas ciudades donde los desencuentros se multiplican.
Pero si bien fue la más importante, la música no
era la única de las obsesiones de esta “ Mestiza ardiente de lengua libre/ gata
valiente de piel de tigre/ con voz de rayo de luna llena”. Sin necesidad de atrincherarse
en los discursos feministas al uso, hizo de la propia vida una declaración de
principios frente a las ataduras de una sociedad marcada por la hegemonía masculina y los prejuicios religiosos propios
de la tradición católica. Animada por esa certeza, reivindicó en la práctica el derecho a hacer del propio cuerpo lo
que a uno le dé la gana. En el país de los meros machos no anduvo con rodeos a la hora de
admitir sus gustos sexuales. Fue así como se plantó en los escenarios con los pantalones bien puestos y no se fijó
en gastos a la hora de ahogar en litros de alcohol las penas propias y las heredadas.
Por eso mismo,
recibió en su momento el reconocimiento de líderes políticos y voceros
intelectuales en las dos orillas del
Océano Atlántico. En su manera de cantar nuestras penas y olvidos alienta mucho
de la fuerza telúrica de Diego Rivera o
de la rabia de siglos contenida en los murales de Siqueiros. Sin embargo, a
diferencia de los artistas mencionados ,
nunca precisó de partido político
alguno para dar rienda suelta a su rebeldía infinita : Para eso le bastaban las
canciones, los escenarios y las legiones
que compraban sus discos o peregrinaban hasta los lugares donde oficiaba el rito de curar las heridas con canciones.
Dicen que, fiel a la
promesa, asistió a su propio entierro para burlarse de sí misma y de
paso escuchar a su compinche andaluz
cantar aquello de “ Quien supiera reír/ como llora Chavela”.
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Los textos entre comillas pertenecen, cómo no, al tributo que el poeta andaluz Joaquín Sabina le rinde a su cuate Chavela en la canción " Por el bulevar de los sueños rotos". Aquí va el enlace.
Muy evocador y emotivo su homenaje a Chavela Vargas, apreciado Gustavo.Como medio mundo creia que ella era mexicana desde la cuna. La música de esta respetable señora es una de mis asignaturas pendientes, a pesar de haber oido siempre de ella, sin embargo, mis prejuicios sobre las rancheras y mariachis me han impedido acercarme al folclore mexicano. Aqui le comparto un sabroso texto de una anecdota que cuenta Sabina, en un homenaje que le hace:
ResponderBorrarAquella primera vez, pedí a Pedro Almodóvar que nos presentara. Al acercarme, escuché cómo él le contaba quién era yo, pues Chavela no tenía la menor idea. “La admiro desde niño”, le dije. “Yo también le admiro mucho a usted”, contestó. Ante la mentira, exclamé. “Vete a la mierda”. Nos fundimos en un largo abrazo que nunca aflojamos hasta ayer mismo, incluso aunque no pudiéramos vernos en su última visita a España..."
Bueno, nunca es tarde para desmontar los prejuicios apreciado José. Esos artefactos nos impiden ver la otra cara de las cosas. Por ejemplo, la ranchera y el corrido como relatos musicales del tortuoso- y truncado- tránsito de un país hacia la modernidad. Casi un siglo después de las revoluciones agrarias de Zapata y Carranza contadas en el cancionero, los mexicanos se debaten en una guerra no menos sangrienta, aunque más focalizada. En este caso un presidente sin legitimidad como Felipe Calderón desató, con fines mediáticos, una persecución contra las mafias, dirigida a desviar la atención sobre las circunstancias de su dudosa elección. Esta vez, los narco corridos operan a modo de truculenta crónica sobre esas nuevas formas del horror. Después de todo, como bien supo contarlo - y cantarlo- José Alfredo Jiménez, " Venimos de allá/ de un mundo raro.
ResponderBorrarMil gracias por la anécdota sobre el primer encuentro entre Chavela y Sabina.
He pasado una vida lejos de América Latina y me he perdido muchas luces, entre ellas, debo admitirlo, a Chavela, cuya importancia subestimé. Acabo de escuchar el tema de Sabina y entiendo un poco mejor: “En el boulevard de los sueños rotos/vive una dama de poncho rojo,/pelo de plata y carne morena./Mestiza ardiente de lengua libre,/gata valiente de piel de tigre/con voz de rayo de luna llena.” Ah, cómo me hubiera gustado conocerla.
ResponderBorrarComo usted sabrá, mi querido don Lalo, El bulevar de los sueños rotos alude a su vez al título de una película protagonizada por James Dean, o al menos esa fue una de sus traducciones al español. Por esa vía podemos hacernos a una idea de los largos y tortuosos caminos transitados por la vieja y querida Chavela.
ResponderBorrarCopio este mensaje de un lector francés:
ResponderBorrarTrès bel hommage rendu par ton ami Gustavo: tu le salueras pour moi avec amitié et respect car l'intelligence, la finesse d'esprit et l'humour méritent toujours le respect! François Mercier
Lo que en román paladino viene a ser algo así como "muy bonito homenaje rendido por tu amigo Tavo: saludálo de mi parte con amistad y respeto pues la inteligencia, la fineza de espíritu y el humor siempre merecen respeto."
BorrarBuena pluma, Don Gustavo.
Mil gracias por los servicio, apreciado Camilo.
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