Al escritor Euclides Jaramillo Arango, autor
entre otros textos de un libro titulado
“¡Terror!: crónicas del viejo Pereira, que era el nuevo” se le atribuye una
frase destinada a caracterizarnos como sociedad. “A los pereiranos las únicas
letras que les interesan son las letras
de cambio” le dijo un día al profesor Jaime Ochoa en medio
de una tertulia. Su reflexión aludía,
claro, a nuestra proverbial indiferencia- cuando no desprecio absoluto- frente
a las producciones intelectuales.
Décadas después
la sentencia en cuestión se volvería premonitoria. Por enésima vez Jaime Ochoa acaba de recibir notificación
perentoria, para que devuelva el espacio
del antiguo Palacio de Rentas Departamentales, ubicado en la carrera 10 con calle 17 de Pereira,
donde funciona con carácter provisional el centro de
documentación conformado por miles de libros publicados en la región a lo largo de más de un siglo y recopilados
con paciencia de lector devoto durante toda su vida por el profesor.
No sobra advertir que los ejemplares fueron adquiridos con dinero de su
bolsillo y organizados durante muchas horas de trabajo, sin una remuneración
distinta a la de su fervor por la palabra escrita.
El centro de
documentación es un espacio abierto a lectores, investigadores, profesores,
estudiantes, académicos o simples curiosos, atendido por el propietario de los
libros en el tiempo que le dejan libres sus obligaciones como maestro. Cuando
se produce un cambio de gobierno se repite
la situación: en cumplimiento de sus atribuciones los nuevos funcionarios revisan los documentos y expiden un oficio
conminando a Jaime Ochoa a marcharse con sus libros a otra parte. Entonces se reinicia una
peregrinación por despachos oficiales atendidos por burócratas despistados, así
como por las sedes de los medios de
comunicación en busca de una fórmula de
salvación para su patrimonio
bibliográfico, fórmula que siempre resulta provisional.
Desde hace cuatro años, cuando empezó de manera formal el
tránsito hacia la celebración del sesquicentenario de Pereira, la palabra memoria se convirtió
en parte de la retórica oficial, al punto
de que está en marcha un programa
denominado “Cápsulas de la memoria” cuyo
nombre fue tomado de un producto mercadeado por el periódico El Tiempo unos
años atrás.. El vocablo reaparece cada vez que se menciona la necesidad de
hacer un alto en el camino para inventariar los bienes
materiales y culturales edificados hasta
el presente y a partir de allí trazar una ruta de viaje en el corto, mediano y
largo plazo.
Que la memoria
es clave para inventar y consolidar un destino individual y colectivo resulta algo evidente. Sin embargo esa lógica
no opera en el caso del Centro de Documentación. Todo lo contrario: en lugar de asumir los libros como parte
irrenunciable de nuestro patrimonio, a sucesivas administraciones
locales y regionales se les volvió un problema su conservación y difusión. Y ni
siquiera se trata de un edificio generador de grandes costos. Es apenas una
habitación donde conviven, apretujados, títulos como Las andariegas, de Alba Lucía Ángel; Las espirales de septiembre, de Juan
Guillermo Álvarez; El laberinto de las secretas angustias, de Rigoberto Gil
Montoya; Los hijos del agua, de Susana Henao o El río corre hacia atrás, de
Benjamín Baena Hoyos, para mencionar
solo algunos entre los centenares de títulos alojados allí.
Don Euclides
Jaramillo Arango acabó exiliado en Armenia, donde pudo desarrollar a plenitud
su trabajo literario y periodístico. Además
participó en la creación de instituciones académicas tan importantes
como la Universidad del Quindío. En sus textos
nos legó un fino humor capaz de conmovernos hasta nuestros días. Al
profesor Ochoa, quien – ironías de la vida- es además miembro de la Academia
Pereirana de Historia, no le resta salida distinta a la de recorrer las calles,
tocar puertas muchas veces protegidas
con doble cerrojo, desahogar su impotencia con el primer contertulio que se le
cruce en el camino y convencerse de que,
a fin de cuentas, la realidad acabó dándole la razón a don Euclides.
El mantenimiento de una biblioteca es muy costoso, ya se sabe, y así como a unos les interesan tanto las letras de cambio, a otros les conmueven los libros de contabilidad. Pobres libros, pobres bibliotecas. Han pasado de ser la esencia del universo, como creía Borges, a ser una carga para burócratas. Dicen que el califa no se cuantos justificaba el incendio de la biblioteca de Alejandría con el argumento que si sus libros repetían el Corán, eran redundantes, y si se apartaban del libro sagrado... pues eran abominables. Debes aceptar, amigo Gustavo, que ese centró de documentación contiene libros que ofenden a Fundamentos de Contabilidad y Finanzas.
ResponderBorrar¡Ay, mi querido don Lalo ! Jamás imaginé que Lucas Pacciolo tuviera velas en este entierro. Pero sí: conservar el patrimonio bibliográfico de un lugar es también asunto de contabilidad por partida doble. Nunca más oportuna la cita de Borges, que concebía el paraíso como una biblioteca. En esa lógica, el infierno es la supresión de la biblioteca y los demonios quienes patrocinan esa visión del mundo.
ResponderBorrarUn abrazo,
Gustavo
Cada vez que escucho el apellido Jaramillo inmediatamente pienso en Colombia, amigo Gustavo, ¿no había un cantante con ese nombre, acaso Jaime?...a propósito de lo que dice Lalo, en una película reciente, en una biblioteca elevada de Nueva York se refugian algunos jóvenes porque la ciudad es invadida por las aguas y luego por una glaciación repentina, a tal punto que se ven obligados a quemar libros para calentarse. El dilema se plantea cuando repasan los títulos, algunos muy valiosos, pero al final uno de ellos se decide por los gruesos tratados jurídicos, “son solo leyes, nadie los extrañará” afirma mientras decididamente arranca las hojas. Fuera de bromas, es preocupante el hecho de que las bibiliotecas de toda la vida parece que tienen las horas contadas. Al dato de que se hace oneroso su mantenimeinto, cada vez la gente acude menos a sus salas, debido a la comodidad de internet. Yo mismo, ya ni piso ninguna desde mi ultimo año de universidad, que precismanete coincidió con el boom de la red global.
ResponderBorrarSupongo que habla del cantante Julio Jaramillo, apreciado José. En realidad nació en Ecuador pero los colombianos lo adoptamos como nuestro. Jaime Jaramillo es un hombre que hace una labor bastante buena con niños abandonados.
ResponderBorrarVolviendo a nuestro asunto, el de las bibliotecas, nuestros burócratas se acercan bastante a la naturaleza de esos personajes de Farenheit 451, la novela de Bradbury, consagrados con lo más excelso de su odio a borrar los libros de la faz de la tierra.
PDT: volvamos a la familia Jaramillo. Le comparto enlace a una canción de don Julio:
http://www.youtube.com/watch?v=I0xpdKZEnqU
Pereira es una pobre ciudad sin futuro porque ni siquiera es capaz de reconocer a quienes la han hecho grande. Qué gran labor la de nuestro entrañable amigo Jaime Ochoa, cuánto esmero por recoger con cariño nuestras producciones, y que desprecio con el que se le paga. No hay esperanza cuando un pueblo es manejado por pigmeos, no hay conocimiento cuando importa más las hojas del papel moneda, que las de la literatura.
ResponderBorrar" El mundo habrá acabado de joderse cuando los hombres viajen en primera clase y los libros en el vagón de carga" dijo un personaje de Cien años de soledad.
ResponderBorrarBueno, creo que en Pereira estamos más que jodidos.
Es triste que una persona como Jaime Ochoa, quien ha abierto esa biblioteca genial de Pereira a todos nosotros, yo la he podido aprovechar de alguna manera para un interés personal, tenga que buscar en las oficinas gubernamentales permisos para que nuestra literatura risaraldense, pereirana, o de escritores que escriben de la región o en la región o desde la región, coexista con nosotros. Si quitan este lugar celebrar 150 años es algo inútil, es quemar libros y dejar olvido, indiferencia. Ya ha pasado con la antigua Casa de la Cultura, la que yo conocí y que estaba en la Carrera Quinta. Lo peor Gustavo, es que nosotros no hacemos nada, estamos sólo a la espera de caballos y ferias de cerveza.
ResponderBorrarQue los habrá bastantes el próximo agosto...digo, los caballos y las ferias, apreciado Eskimal. La imagen da para una postal de la indolencia : un lector devoto y desinteresado como Jaime Ochoa, con su equipaje de libros a cuestas, tocando de puerta en puerta los despachos de burócratas incapaces de concebir lo que significa una biblioteca.
ResponderBorrarSeñor Gustavo, ¿hay forma de adelantar algún tipo de iniciativa ciudadana con la cual, quizá, quienes amamos la literatura, podamos lograr que la dirigencia Pereirana y Risaraldense le otorgue, de manera definitiva, un espacio digno a este centro de documentación del señor Jaime?
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