En su
lista de exigencias no incluyen la champaña, el agua Evian o el
Caviar. Es más: solo piden veinte metros cuadrados y que los
dejen instalarse en paz con sus instrumentos. No los asedian las
gruppies disputándose un lugar en su cama , ni aparecen en las
portadas de las revistas. Sus lugares de hospedaje no alcanzan ni una
estrella ¡Pero cómo suenan, señores! Se trata de Hormigas Negras,
un grupo de andariegos de distintas nacionalidades que van de país
en país haciendo suyas las plazas públicas con la cadencia de su
cancionero ensayado sobre la marcha. Saxofón, bajo, guitarra
eléctrica y acústica, trombón, batería y acordeón conforman un
instrumental con el que interpretan una variedad de músicas que
van del rock al jazz, pasando por la cumbia, la samba, el merengue y
otros ritmos de varios continentes.
A Pereira
llegaron la última semana de agosto, atraídos por el rumor bohemio
de sus fiestas aniversarias. Se instalaron en una pensión de tres
al cuarto y buscaron acomodo en una esquina de la Plaza de Bolívar.
Un alma solidaria les permitió conectar sus instrumentos a la red
del alumbrado público y empezaron a tocar a doble jornada en una
cabalgata que duró una semana entera, bajo un sol mordiente que no
impidió la temprana aglomeración de curiosos, desocupados y
melómanos.
Para
fortuna de todos y salud eterna de la música, todavía existen
territorios no colonizados por las llamadas Industrias Culturales. Pero hay algo todavía mejor: en cada ciudad florecen públicos
dispuestos a hacer un alto en el camino para apreciar la propuesta de
estos nuevos juglares capaces de encantar el oído sin atender a
fórmulas prefabricadas o estrategias de mercadeo.
Con un
instinto certero y unos canales de información que aprovechan al
máximo el recurso de las redes sociales, decenas de agrupaciones
como Hormigas Negras se enteran de cuanto festejo o fiesta popular
se realiza en tierras americanas y allí aparecen con su cancionero a
cuestas. Antes de arribar a Pereira pasaron por la Feria de las
Flores en Medellín. Fue tal el grado de aceptación , que un
empresario ofreció contratarlos para su club nocturno. Pero lo suyo
es el camino. Después de todo, pertenecen a esa milenaria tradición
de los trovadores ambulantes inmortalizados en la fábula de El
flautista de Hamelin.
La tarde
del 30 de agosto, una adolescente de piel dorada bailó sin parar el
repertorio completo de Hormigas Negras. Según me confesó, hasta
ese día solo conocía el reguetón como forma suprema de la fiesta.
A su lado, un par de sexagenarios seguían el ritmo con cada vez más
entusiastas movimientos de cadera. Desde los balcones de la alcaldía
municipal, varios funcionarios acompañaban con palmas su tránsito
por los misterios de la cumbia colombiana, hoy objeto de imprevistas
fusiones con músicas de lugares remotos.
Cada
intervención duraba unos 45 minutos. Al finalizar, uno de los
músicos emprendía una ronda entre el público cada vez más
numeroso , a la caza de monedas. Y a fe que los espectadores les
pagaron con creces. Era su manera de reconocer la enorme dosis de
talento desplegada a manos llenas , con una generosidad cada día
más escasa en estos tiempos. A solo tres cuadras se anunciaba un
sofisticado espectáculo que incluía tango electrónico y danza
aérea. Sin embargo, muchos prefirieron quedarse a la espera de la
siguiente canción de estos músicos , interpretada a veces con
acento del Río de la Plata y en otras con las inconfundibles
cadencias del mar Caribe.
Cuando
anunciaron el fin del espectáculo y empezaron a guardar sus
instrumentos pensé en una de esas tropas de antiguos titiriteros
viajando de aldea en aldea, animados por una sed de lejanía
manifiesta en su voluntad de armar su teatro en el rincón de
cualquier plaza. Cuentan los cronistas que los habitantes del pueblo
empezaban a salir de sus casas con una mezcla de timidez y desdén,
hasta que la magia de los artistas desencadenaba un torrente de
curiosos dispuestos a permanecer de pie durante horas, formando un
corro que se hacia uno con los relatos de músicos y contadores de
historias. La recompensa era una dosis de tiempo en suspensión,
capaz de ponerlos a salvo de las angustias cotidianas. Tal como
sucedió en la Plaza de Bolívar de Pereira con unos músicos que a
esta hora deben estar armando su tienda en otras tierras.
PDT : les comparto enlace a video de las Hormigas Negras
http://www.youtube.com/watch?v=kW63vYp1j64
PDT : les comparto enlace a video de las Hormigas Negras
http://www.youtube.com/watch?v=kW63vYp1j64
Ya sé que son músicos, pero yo también imaginé de inmediato a las troupes de otras épocas, que recorrían un país con un repertorio. Pensé, no sé por qué, en los grupos de actores de alguna o algunas película(s) de Bergman. Dan una sensación de comedia y drama alternados, estos grupos viajeros. Y el nombre... En mi niñez un grupo de actores de radioteatro recorría la provincia con la historia de un gaucho perseguido: "Hormiga Negra me llaman. Vengo de San Nicolás, y si alguien quiere saber si la hormiga es brava y pica, salgan guapos a pelear y veremos quien se achica". Delicioso.
ResponderBorrarMil gracias por el regalo de esos bellos versos, mi querido don Lalo. Tiene usted razón: en varias películas de Bergman , situadas siempre en paisajes gélidos, irrumpen a veces tropas de juglares y gitanos- en ocasiones son los mismos- como una especie de anuncio de otros mundos.
ResponderBorrarAy, esa estampa que nos describe me hace recuerdo a una serie de HBO, por demas exquisita, rara e incomprendida tal vez por su atmosfera en tono sepia, como fue la brevisima Carnivale, una historia de artistas callejeros que recorrren pueblitos de EEUU junto a un circo ambulante. Ojalá pasaran por estas tierras algunos de estos musicos de indiscutible calidad, como usted nos cuenta, estimado Gustavo. Pero dice bien, estos nuevos juglares se informan antes dónde se estan llevando actividades culturales para ir con sus instrumentos a cuestas. Como aqui nos morimos por las verbenas con grupos folcloricos y demas agrupaciones de cumbia chicha (una de las tantas tergiversaciones de la tradicional cumbia colombiana) seguro estoy de que nunca veremos una cosa asi. Con decirle que mucha gente todavia se burla de la tuna y sus bombachas cuando alguna vez se dignan a actuar en plazas en ocasion de fiestas patrioticas.
ResponderBorrarLo que es la vida, apreciado José: estos músicos tienen a Bolivia a un paso de casa y siguen de largo, o a lo mejor dan un rodeo. Quien sabe, a lo mejor un día recompongan la ruta y, para regocijo de todos, se den un paseo por Cochabamba, ciudad cuyo nombre resuena como un tambor milenario.
ResponderBorrarUna de las imágenes amables, alegres, que aún quedan en este mundo son esas bandas nómadas. Es de agradecer que aún existan y no tengan la intención de vender su trabajo a una gran disquera. Lo más importante es que estas agrupaciones nos dan una muestra de cómo se puede utilizar las redes sociales para crear eso que las nombra, redes, pero articuladas, conexiones entre colectivos culturales, diversidad de ritmos, estilos. Hay un capítulo de la Sub30, un programa de Señal Colombia, donde se hace una crónica sobre cómo los músicos independientes utilizan los espacios digitales para mostrar su trabajo.
ResponderBorrarEn muchos sentidos, Internet es el espacio natural para el florecimiento y difusión de ese tipo de expresiones, apreciado Eskimal. Basta con darse una vuelta por YouTube para encontrarse ante toda clase de revelaciones. Entre otras cosas allí se puede reconfirmar, una vez más, que rico y famoso no siempre es sinónimo de bueno.
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