Ignoro cuáles sean los criterios
de quien redactó la lista, pero el locutor la lee con un tono de calculado dramatismo. “ Estos son los diez videos más vistos el último mes en las redes sociales”, dice y suelta la
extraña cadena de eventos:
La decapitación de dos
periodistas a manos de verdugos del denominado Estado Islámico.
Las tetas recién operadas de una
Johanna no sé cuántos que hacen furor en el ciberespacio.
Un gol convertido de arco a arco
por un portero de la liga coreana.
La aparición de un fantasma en plena sala del
Parlamento galés, irlandés,escocés, inglés o algo así.
El festín de unos pueblos nómadas
que se ahítan con sesos de mico.
La decapitación de mujeres por
parte del grupo criminal de los
Zetas, en México.
El baile del perreo en la boda de una actriz venezolana.
El drama de los niños
inmigrantes en la frontera de México y Estados Unidos.
El gesto contrariado de James
Rodriguez tras errar una oportunidad de gol en el Bernabeu.
El descubrimiento en la
Polinesia de una nueva planta mágica capaz de curarlo todo.
Si ustedes quieren una prueba distinta del grado de
demencia alcanzado por el Homo Sapiens , tendrán que confeccionarla. Material
no les faltará : yo me conformo con esta. Uno no sabe cuál agujero negro es más
profundo: si el dejado por la cabeza cercenada de los pobres periodistas o el
de las mentes desquiciadas de quienes
nos bombardean segundo a segundo con
información desprovista de todo
juicio y valoración crítica. Pero
¿ Saben dónde reside lo más
terrible? en que, sin considerar las
circunstancias y la naturaleza del video en cuestión, millones de habitantes de este planeta escriben al final
las mismas dos palabras rubricadas con
el conocido símbolo de : “Me gusta”.
Visto así, poco importa si son tetas, goles, bodas, niños abusados,
bailes, fantasmas o prójimos decapitados :
en el negocio del espectáculo todo vale, si eso incrementa el número
de visitantes , y por lo tanto de
potenciales consumidores de alguna cosa. En este circo de infamias, conceptos
tan elementales y necesarios como
respeto y dignidad carecen de sentido alguno. Pero eso sí, los invocarán cuando se trate de justificar el absurdo bajo la premisa del derecho de los
ciudadanos- es decir, de los consumidores- a estar bien informados, cosa que
nadie discute.
Pero la pregunta es otra : ¿ Qué
entendemos por información y cuál es la noción de derechos? Por lo visto, en el primer caso confundimos el
acceso a los hechos y su contexto con una avalancha de imágenes y datos cuya magnitud imposibilita de entrada todo
intento de abordaje reflexivo y
crítico. En cuanto a los derechos, hace
rato los confundimos con los caprichos. Por ese camino nos consideramos con
patente de corso para incursionar en los asuntos más íntimos y escabrosos de la
gente. La disolución de lo privado en lo
público alcanza así su máximo tope.
Vuelvo a la pregunta: ¿ Quién es la
persona que escribe “me gusta” bajo un
video que muestra la decapitación de otro ser humano? Quisiera pensar que se
refiere a la calidad técnica del producto. Pero sospecho algo peor: hace rato
perdió la capacidad de discernir entre el bien y el mal. Por eso mismo se
acerca a esas imágenes captadas en el
infierno como quien contempla una película acompañada de Coca- Cola y palomitas
de maíz. A ese punto, al de homúnculos
sin cabeza, querían llevarnos los dueños de ese negocio que , sin dejar
resquicio, lo convirtió todo en espectáculo.
Las comunicaciones digitales tienden a la estupidez, ya se sabe. El aumento de la velocidad, que tiene un lado bueno, impide meditar las cosas... Y además, como todo se hace a la vista, la gente se muestra más osada, como en las despedidas de solteros/as. Ahora hace furor ese app que sólo sirve para mandar una exclamación, "yo" (una especie de saludo que no significa nada, no es el pronombre castellano) acompañada por una musiquita. Parece que eso hace muy feliz a cierta gente. Creo que, ya que no escribimos más cartas, la única comunicación posible tendrá lugar en la cama, a oscuras, con la persona que amas. El problema es que al día siguiente no le hablarás, sólo le mandarás ese "yo" con tu teléfono "inteligente".
ResponderBorrarMi querido don Lalo: de ese yo ( self) al autismo media solo un paso. Hace un tiempo leí una columna de opinión en la que el autor describía a una pareja de amantes( o eso le pareció) sentada a la mesa de un restaurante. El cuento es que, en lugar de conversar o tocarse o evaluar el menú, qué sé yo, cada uno estaba concentrado en la pantalla de su telefóno móvil.
ResponderBorrarAl final, el autor del texto nos confiesa lo siguiente : " Por extraño que resulte, mi única esperanza era que estuvieran conversando entre ellos a través del teléfono".
Justo ayer me enteraba de una profesión nueva que Google contrata a menudo de otras empresas especializadas, que ningún empleado suyo estaba dispuesto a hacer sin riesgo de enloquecer o padecer otros trastornos psicológicos. Sucede que hay gente que se dedica exclusivamente a revisar cada día miles de imágenes y otros contenidos de los peores sitios de la web, justo lo que usted explica y otras perversiones inimaginables, para poder bloquearlos o eliminarlos. Esfuerzo sobrehumano que es como combatir contra un monstruo de mil cabezas, en cuanto se corta una, surgen otras al poco rato. Parece guerra perdida porque el morbo humano no conoce límite ni experimenta fatiga.
ResponderBorrarUsted no lo pudo haber dicho mejor, apreciado José: la nuestra es la versión digital del viejo mito de la Hidra. Creo que ni un héroe griego redivivo, digamos un Odiseo, podría neutralizar en mínima parte el monstruo que hemos engendrado.
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