“Escribo acaso para los que no me
leen/ Esa mujer que corre por la calle/ Como si fuera a abrir las puertas de la
aurora”, reza uno de los versos del poeta
español Vicente Aleixandre, premio Nobel de literatura en 1977. El poema
forma parte del libro titulado En un vasto dominio, donde se recoge su
producción entre 1958 y 1962.
Como sucede con todos los grandes
poetas, el vasto dominio de Aleixandre es
la tierra. Ya se trate del
doliente llamado de Holderlin o la gozosa celebración de Neruda, la materia de que está hecha la gran poesía – y la del andaluz lo es en grado sumo- es ese barro esencial que nos alumbra al mundo , para reclamarnos más tarde hechos cenizas.
Heredero a partes iguales de la sangre goda y árabe
supo revisitar, con otras palabras, las más suyas, los grandes tópicos de la
creación literaria: el amor, el dolor, la muerte, el heroísmo, el olvido. No
por casualidad una de sus publicaciones
tempranas lleva el título de Espadas como labios. Acero que cura, labios que hieren y nos
revelan sus claves en “Ese decir palabras sin sentido/que ruedan como
oídos, caracoles/como un lóbulo abierto que amanece/ (escucha, escucha) entre
la luz pisada”.
Los auténticos poetas abominan la novedad, la moda. Su trabajo
consiste en refundar las viejas verdades
esenciales a través de un laborioso trabajo con las palabras, como quien
aplica un cincel a la roca milenaria. En
ese sentido puede decirse que son
dos sus virtudes: la paciencia y la
terquedad.
Y
las dos le sobraban a don Vicente: la escritura de un solo poema podía
tomarle años. Lo terminaba y volvía a él una y otra vez con la tozudez de un amante
desairado. No importa si la única recompensa al final del camino es el olvido:
“... Y la palabra suena en el vacío/ Y
se está solo/Y acaba de irse aquella que nos quería/ Acaba de salir/ Acabamos
de oír cerrarse la puerta”.
Pero en realidad la palabra no
suena en el vacío: alumbra las propias tinieblas y las de quienes nos acompañan por el camino. Después de todo, el
poema no tiene sentido sin el oyente, es decir, sin la comunidad. Su sentido
último es acompañar las dichas y las penas del próximo, del prójimo. Por eso,
el poeta nos invita a visitar la plaza, ese lugar donde se resume lo público,
lo de todos. “No te busques en el
espejo/ En un extinto diálogo en que no te oyes/ Baja, baja despacio y búscate
entre los otros/ Allí están todos y tú entre ellos /Oh, desnúdate y fúndete, y
reconócete”.
La obra toda de Vicente Alexandre tiene, desde sus días tempranos, ese tono de
oración tan caro a la experiencia mística. Un panteísmo que no elude el dolor ni se niega al placer subyace en todo su edificio literario y nos
remite a una convicción antigua: por
urbana que sea la experiencia
cotidiana del poeta, lo suyo son los misterios
primordiales de la tierra: el despertar
del sexo, el pan amasado a partes
iguales con sudor y trigo, la evidencia del deterioro y al final- cómo no- la reconciliación con
una vieja amante, la muerte. En un poema titulado El viejo y el sol lo dice con toda claridad: “Yo pasaba y lo veía/ Pero a veces no veía sino un
sutilísimo resto/ Apenas un levísimo encaje del ser/ Lo que quedaba después que
el viejo amoroso/ el viejo dulce/ había pasado ya a ser la luz”.
Ser la luz. Es decir, hacerse uno con todo.
Anidar en el centro mismo del misterio y el prodigio de estar vivos. La
búsqueda termina allí solo para volver a empezar. Ese es el sentido último de
la vida que el poeta intenta desvelar para nosotros a través de las palabras.
Dependiendo de la necesidad, estas pueden ser amorosas y dulces o afiladas y
letales. Vicente Aleixandre asumió ese destino y por eso su obra permanece
para ayudarnos a conocer el mundo y sus criaturas. “Quien hace vive”
tituló uno de sus poemas, donde nos
recuerda que “La memoria de un hombre está en sus besos/ Pero nunca es verdad
memoria extinta/ Contar la vida por los besos dados/ No es alegre/ Pero más
triste es darlos sin memoria”.
PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada.
https://www.youtube.com/watch?v=KAoIp9ET0GE
PDT : les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada.
https://www.youtube.com/watch?v=KAoIp9ET0GE
Mala suerte tiene este poeta, que a pesar de su premio Nobel, es hoy uno de los grandes olvidados o por lo menos no está de moda ni es tan leído como otros españoles, comenzando con García Lorca o Alberti. Francamente, recuerdo hasta versos de literatos de la generación del 27, pero nada de este Aleixandre, una tarea que debería subsanar inmediatamente. Lamentablemente se me hace imposible poder escuchar la opera de Mahler en toda su larguísima extensión, por la lentitud del youtube, pero gracias por la sugerencia.
ResponderBorrarLa belleza es simple, o eso dicen muchos poetas. Gracias por tu comentario, tu engarce, yo diría, de una belleza en otra. Sabia de este trabajo de Mahler, pero no lo había escuchado. En cuanto a Alexandre, algunas de los versos que reproduces me han tocado profundamente. Esa mujer que corre a abrir las puertas de la Aurora... tú y yo sabemos que corre alejándose de nosotros.
ResponderBorrar" Los libros son ríos que van a dar a la mar del olvido", escribió Enrique Vila- Matas, parafraseando a otros autores, entre ellos don Antonio Machado, apreciado José. Hasta que el lector que aguardaban durante años, o a veces incluso siglos, se cruza en su camino y entonces todo vuelve a cobrar vida. Así de simple es el milagro de la poesía.
ResponderBorrarAy mi querido don Lalo. Y yo, iluso, pensaba que abría las puertas de la aurora para correr hacia nosotros.
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