En el mundo del mercadeo lo
llaman publicidad engañosa. Fabián y Mariela, un matrimonio entrado en años y
en carnes, habían comprado boletas para
uno de esos conciertos que forman parte de la industria de la nostalgia, o al
menos así bautizó un agudo articulista a
los rituales donde cantantes que tuvieron su momento de gloria cuatro o cinco décadas atrás convocan a públicos
que, a su vez, vivieron momentos de dicha y dolor al ritmo de sus canciones.
Esa noche de septiembre, Día de los enamorados en
Colombia, el programa anunciaba a Tormenta de Argentina, Fausto de Colombia,
Dyango de España y Los Golpes de Chile. El espectáculo lo cerraban
Bárbara y Dick de Argentina.
Allí empezó el problema, porque nada más saltar al escenario los asistentes descubrieron que, en efecto, se trataba de Bárbara y
Dick... pero sin Dick. Un murmullo de malestar y un sentimiento de engaño
recorrieron las graderías. “Tranquilos, tranquilos”, dijo un gracioso. “Dick quisiera
estar aquí con ustedes, pero no puede hacerlo, por razones de fuerza mayor:
está muerto y sepultado desde hace varios años”. “¿Por qué lo anuncian
entonces?” lo apostrofó una dama otoñal con
el corazón hecho trizas. “Bueno, señora, sucede que Bárbara y Dick es
una marca, una razón social. De modo que los contratos y la promoción deben
hacerse así ¿Me hago entender?” Replicó el fulano.
Y no. No se hizo entender. Quien
compra un boleto de tren con la
esperanza de volver al paraíso- o al
infierno- perdido de su pasado no se
anda con ese tipo de bromas: a uno no le
pueden prometer el alijo completo de su
memoria particular para después
entregarle solo una rebanada. Al fin y al cabo en esos juegos la gente va al todo
o nada. Pero hay algo más: en el fondo
todos creemos que esos elegidos que nos cantan y nos cuentan la propia vida participan de
alguna suerte de inmortalidad, por precaria que sea.
Algunos tienen la voz estropeada
por el alcohol, el tabaco y el tiempo. Otros la conservan intacta. Unos cuantos
suben al escenario para emprender una puesta en escena que es en realidad un combate perdido con las
propias certezas. No importa: los
feligreses llegaron allí, llueva o
truene, para recibir a cambio una prueba
de que su pasado fue real. En eso
consisten las canciones: en conjugar y
hacer creíbles la suma de inasibles y
fugaces acontecimientos que denominamos historia personal.
Todos conocemos el relato bíblico
de la mujer de Lot: al desobedecer el mandato de no volver la vista atrás, es
decir, al pasado, queda convertida en estatua de sal. Los mitos de
iniciación vuelven a la misma idea por
distintos atajos. Los griegos, por ejemplo, nos legaron el relato de Orfeo y Eurídice:
mirar hacia atrás resulta siempre
letal. Las palabras, esas saetas
certeras dirigidas a un blanco siempre esquivo nos lo dicen con toda claridad: nostalgia
viene de nostos, regreso. Es decir el
dolor del regreso. O dicho de otra manera: es la imposibilidad de volver,
porque todos los atajos fueron cortados por las tijeras del tiempo. Con el pasado no se puede hacer nada. Por
hermoso que haya sido no podemos recuperarlo. Por terribles que hayan sido sus heridas no podemos borrar las
cicatrices. La única salida es asumirlo, asimilarlo, convertirlo en experiencia
y seguir la ruta hasta perder el hábito de respirar.
Y , sin embargo, allí estamos. Al sol o a la lluvia. A la espera de que Mick
Jagger y su millón de arrugas nos digan
algo acerca de nuestros pasos perdidos.
Quien sabe: a lo mejor la voz de Gardel nos traiga desde la
eternidad el hilo de Ariadna que nos
permita recorrer el laberinto de la propia vida, hasta
alcanzar el lugar donde el
Minotauro de las pesadillas pisotea
nuestros mejores recuerdos.
Por eso Fabián, Mariela y varios
centenares como ellos estaban allí esa noche, apiñados en un coliseo incómodo.
Como quien atraviesa un desierto,
aguardaban el maná materializado en un puñado de canciones que hablaban de trémulos besos y adioses despojados de toda
piedad. Al final, tampoco les importó mucho que Dick estuviera muerto.
PDT : les comparto enlace a la banda sonora de entrada.
https://www.youtube.com/watch?v=Pee-vUbv8ik
PDT : les comparto enlace a la banda sonora de entrada.
https://www.youtube.com/watch?v=Pee-vUbv8ik
En el clásico de Pino Solanas "Sur", la película aquella sobre el tango, la dictadura y tal, hay un personaje (ya fallecido) que suelta una frase tan enigmática como maravillosa: "Morir cansa".
ResponderBorrarPues eso don Gustavo, morir cansa.
Cami.
... y vivir enloquece, apreciado Camilo.
ResponderBorrarEstamos no sólo ante una broma de mal gusto, sino ante una estafa en toda regla. Publicidad engañosa que bordea el surrealismo es eso de anunciar a un muerto como si estuviera vivo. Ya que muestra a Jagger, en algún sitio leí que el rock y su atmosfera es cosa de jóvenes, por lo menos en lo que a su puesta en escena cabe, así que concluía que ver al Jagger abuelo todavía saltando sobre las tablas era penoso, ridículo y de mal gusto. Y gracias por la recomendación musical, no conocía ni de nombre a este excelente dueto argentino.
ResponderBorrarLa marca o razón social "Barbara y Dick" no cuaja porque no tiene un reconocimiento amplio. La medida de estas cosas, en el plano musical de América Latina, es el trío Los Panchos, que fue Los Panchos durante una eternidad con una multitud de intérpretes. En una época teníamos la impresión de que todo bicho que cantara iria a parar a Los Panchos. Un amigo mío decía, muy serio, que Vargas Llosa y García Marquez integraron Los Panchos y se enemistaron por una divergencia sobre quien hacía la primera voz en no sé cual tema. Tienes razón sobre el dolor del regreso. Los recuerdos fluyen como los ríos y nunca recordamos la misma cosa. Borges decía que la nostalgia no era de lugares, sino de tiempos vividos en esos lugares, y que por lo tanto todo regreso es un fracaso, una desilusión, como adivinaron Lepera y Gardel. Si te vas de Pereira a Shanghai y vives allí el resto de tus días, no tendrás nostalgia de Colombia sino de tu tiempo en Colombia, que es diferente.
ResponderBorrarProust supo de eso como ninguno, mi querido don Lalo. Quiero decir: que la sustancia de que estamos hechos no son la sangre ni los huesos, sino el tiempo, ese algo ingrávido y pesado a la vez, dependiendo de la parte de nuestra vida que roce con sus alas.
ResponderBorrarY más que oportuna su cita de Gardel y Lepera : en la letra del tango Volver está resumido todo el asunto.
Buenísima la anécdota sobre Vargas Llosa y García Márquez. La trivia de la literatura nos informa que el célebre púñetazo fue ocasionado por una musa inspiradora de no sé qué boleros.
Bueno, apreciado José. Por lo visto, en su momento el rock fue cosa de jóvenes: el talante implacable del tiempo lo volvió también un asunto geriátrico, con todo y la carga de patetismo pero también de salud mental que eso pueda significar.
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