Un viajero del siglo XXI baja del
avión en Sri Lanka, “La isla
resplandeciente” en la que, según la
leyenda, estuvo ubicado el Paraíso
Terrenal.
Buda, El iluminado, emprende un
largo y tortuoso camino en busca de la gracia.
A finales del siglo IV después de Cristo el monje chino Fa Hsien, hastiado de la degradación de
su mundo, parte con el propósito de
encontrar los manuscritos originales que
guardan las disciplinas, el código ético del budismo.
Los tres: el viajero, El iluminado y el monje tendrán que atravesar
desiertos, surcar océanos y escalar
montañas en una tarea que puede
tomarles muchas vidas antes de encontrar el esquivo objeto de sus desvelos.
El lugar común diría que
partieron en busca de sí mismos . O que escapan de sí mismos : en el fondo da
igual. Pero a veces- algunas veces- la vida elude el tópico : nunca sabremos
qué buscaban . Apenas podemos sospecharlo a través de las trescientas treinta y cuatro
páginas de Resplandor, el libro del escritor colombiano- colombio, diría
él- Gustavo Arango, publicado por Ediciones B en marzo de 2016.
Podríamos simplificar y decir que se trata de un libro sobre un viaje de iniciación, pero
estaríamos redundando : en el fondo ,
todo viaje que no tenga intenciones turísticas participa de esa condición.
En realidad el autor nos devuelve
a las viejas metáforas sobre la
búsqueda de la sabiduría, esa ardua tarea en la que el camino mismo, sea
de agua, de arena o de piedra , es la
fuente de todo conocimiento.
Lo intuía el
Buda cuando escapó de la prisión
paterna y de los límites del mundo
conocido, para adentrarse en unos territorios inhóspitos en los que, paso a
paso, aprendió a despojarse de las ataduras
hasta alcanzar la ingravidez donde todas las fronteras se diluyen en la luz.
Lo aguardaban el monje Fa
Hsien y su grupo de peregrinos cuando seguían
el camino de arena hasta el lugar donde
alienta el Vinaya Pitaka, el
libro de las disciplinas.
Lo creía también el viajero,
obsesionado con esa isla desde los tiempos de su juventud. Así lo revelan sus referencias constantes
a quienes una vez pasaron por
allí empujados por sus propios demonios : Marco Polo, Tamerlán, Gengis
Kan y, entre los más recientes,
los escritores Thomas Merton y Artthur
C. Clarke, autor de 2001 Odisea del Espacio, que incluso murió en la
isla en el año 2008.
Después de una rigurosa investigación de documentos y de un viaje previo al lugar, Gustavo
Arango emprendió la escritura de Resplandor,
en un esfuerzo equiparable al
ascenso a Sri Prada, el monte
donde Buda dejó marcada en la roca la
huella de uno de sus pies, visitada cada año por miles de peregrinos de todo el mundo.
A través de un impecable manejo del lenguaje el libro conduce, a quienes tengan
la paciencia budista de perderse y
volverse a encontrar en sus meandros
hechos de poesía, hacia una sucesión de revelaciones que van todo el tiempo de los
estados interiores de los protagonistas
a los prodigios de un paisaje que es , a su vez, un relato de las aventuras
de que quienes lo recorren.
En ese cruce de caminos asistimos a los pasos que conducen a la perfección del Buda, contados por las
piedras y los árboles donde El iluminado se detuvo a meditar, desatando de paso
infinidad de prodigios a su alrededor.
En otro punto de la madeja el viajero nos remite
a su propia infancia y, a partir de
allí, al extenso periplo que lo llevó a la isla de sus dichas y
terrores, desde “ El valle de la
muerte” hasta “ El país del sueño”, pasando por “ La Ciudad de
los crepúsculos” .
Entretejidos en esas dos líneas de
tiempo, el monje Fa Hsien y sus acompañantes siguen en la arena el rastro de
los libros : los diminutos granos de
polvo petrificado son letras del gran texto del universo. En su
recorrido algunos dejan sus propios huesos a manera de grafía destinada a futuros caminantes.
El sello editorial la define en la categoría de Novela Histórica. Pero luego de llegar al
final, el lector descubre, entre dichoso
y perplejo, que la historia es
apenas la metáfora de algo más hondo, el
dato que pone en marcha a los viajeros. Incluso, como corresponde a toda
mente lúcida, hay espacio para el humor negro, como aquél momento en que el
narrador pone en labios de El iluminado unos versos del compositor colombiano
Jorge Villamill, que podrían , en efecto, haber sido tomados de un texto budista :“Ya nunca volverán/ las
espumas viajeras/como las ilusiones/ que me depararon/dichas pasajeras”.
Maestro, con esta reseña pienso en una novela fantástica. Un viaje es suspenso, es el anhelo por respirar las leyendas o mitos que se han tejido en ciertos lugares. Cuando estamos donde queremos estar lo creemos todo. Los libros son eso, y las historias que se cuentan, para poder ser articuladas, son tan reales como el sudor y los deseos de seguir caminando.
ResponderBorrarSaludos.
Creo que Resplandor no lo defraudará, apreciado Eskimal : el perfecto equilibrio entre forma y fondo le depararán una experiencia exquisita.
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