Para Sami, el de la mochila
Como todos los grandes, el hombre siempre llegaba
precedido de su propia leyenda. “El
Pelé blanco” lo bautizó algún aficionado, en una combinación de alabanza y herejía. Se decía
que gozaba del don de la ubicuidad, pues podía estar al mismo tiempo en varios lugares
de la cancha : uno de sus fieles devotos jura que lo vio una vez rechazar un tiro de esquina del equipo contrario y correr luego a anotar un gol, no sin antes
dejar al portero rival en el camino con una finta sutil.
En los
años setentas del siglo XX en Colombia solo había dos canales de
televisión : el uno y el dos. De fútbol
se veía más bien poco. No solo por las limitaciones
tecnológicas: ante todo porque para la
época todavía era un juego de obreros
y marginales. Faltaban dos décadas para que
los jugadores se convirtieran en
la mercancía rutilante que hoy cotiza en la bolsa.
De modo que ver a Johan Cruyff en el verano de 1974,
mareando a gambeta limpia a “El
Cacho” Heredia y a Roberto
Perfumo, dos enormes defensores
argentinos de la época, supuso para el niño que
yo era entonces toda una
epifanía. Flaco, estilizado, parecía un cruce perfecto entre torero y bailarín: Palomo Linares y Mikhail Baryshnikov, talvez. Los expertos en
esas lides me corregirán. La Argentina de Brindisi, Babington , Ayala y
Carnevali nada pudo hacer ante ese
genio que eludía los enviones de
Telch, agitaba el aire con leves
movimientos de cintura y dejaba a sus
compañeros a tiro de gol... o los anotaba él mismo, cuando se le antojaba.
La primera vez que tuve noticia
de su vida , obra y milagros fue – cómo no- en las páginas de la revista
El Gráfico, esa suerte de enciclopedia del periodismo deportivo latinoamericano. Allí supe de las dichas y
desventuras de un niño desgarbado y talentoso, nacido entre tulipanes, que muy
temprano se matriculó en las divisiones
del Ajax de Amsterdam, un equipo con sabor a epopeya griega.
Los
cronistas poetas que escribían en El Gráfico hablaban de su llegada al Barcelona en ese tipo de lenguaje que caracteriza la fundación de los grandes mitos: lo pintan desembarcando en compañía de
su amigo y tocayo Johan Neeskens, su escudero en la selección holandesa. Allí se encontraron
con “ El cholo” Sotil, un peruano genial y disoluto con el que formaron un tridente
comparable al de Romario, Guardiola y Sthoikóv o al de
Messi, Neymar y Suárez. Solo que- insisto- para
la época no existía el aparato publicitario y de mercadeo que hoy
envuelve al fútbol en su estela de
glamour y corrupción.
Durante esas temporadas, cuando el
Barcelona no era aún la corporación multimillonaria y exitosa que es hoy, los
aficionados de la vieja guardia sintieron
que por fin había llegado el acompañante de Ladislao Kubala, una divinidad
hasta entonces solitaria en los altares.
Y entonces llegó el mundial de
Alemania 74. La historia nos dice que el anfitrión fue el ganador de la copa,
tras vencer en la final a los inventores del fútbol total por dos a uno. Pero
en la memoria de quienes amamos este
juego los ganadores fueron Johan Cruyff y su panda de viejos
marineros. En antiguos y desteñidos videos
de la época es posible disfrutar de su
talento, de su capacidad inagotable para
inventar jugadas imposibles cuando todo
parecía perdido. El portero argentino Daniel
Carnevali, que al final de su
carrera pasó por el Junior de Barranquilla, declaró una vez que nunca en su larga carrera había presenciado tanto
despliegue de genio sobre un campo de juego. Y el hombre tenía razones para saberlo : Holanda le asestó cuatro goles impecables y eliminó a su selección de ese mundial.
Después vendría su carrera como entrenador. Su “Dream Team” del Barcelona es reconocido
incluso por sus detractores como la
semilla de lo que el club es hoy : una
manera de devolverle la belleza a un
juego inventado por dioses con alas en los pies.
De modo que la noticia de la muerte de
Cruyff me tomó desprevenido : lo suponía
inmortal. Pero no importa: el moralismo
de algunos redactores deportivos, que enfatizaban sus neurosis o su adicción al tabaco,
nada puede frente un montón de goles
y a una antología de jugadas geniales que llevan a Sami, el hijo
adolescente de mi compadre Rigoberto Gil, a tenerlo en su
santoral particular, con todo y su colección de milagros.
Y ciertamente repasando los videos de sus jugadas siempre parece flotar sobre el gramado, con esa peculiar elegancia que le caracterizaba. En cierto modo, fue como el Aquiles del fútbol, el de los pies ligeros. Siempre me quedará en la retina ese gol imposible con pierna cambiada que le hizo al Atlético, como un acróbata que se sostiene en el aire.
ResponderBorrar" El Aquiles del fútbol". No por casualidad Cruyff nació en un equipo llamado Ajax : la poesía no engaña, apreciado José. Por mi parte, vi en un viejo video una jugada de ese Barcelona de los setentas, en la que saca el portero Busquets ( el papá de Sergio) . Entonces Rexach, Neeskens, Sotil y Cruyff marcan un gol haciéndose pases con la cabeza. Digo marcan porque fue eso :un gol entre cuatro. Así era ese equipo.
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