Todo empezó en Córdoba,
Argentina. Corría el año de 1918. Para la época solo existían tres
universidades en el país: las de Buenos Aires, La Plata y Córdoba. Con algunas
excepciones, el acceso a ellas estaba monopolizado por las élites enriquecidas
con el negocio de la carne y los granos.
Entonces, los estudiantes se
tomaron la universidad pidiendo una
auténtica democratización. Demandaban mayores oportunidades de ingreso y unos programas
acordes con los cambios experimentados por
el mundo a partir de hechos como la
industrialización y la Revolución
Rusa.
En pocos meses la agitación se
contagió a otros lugares del mundo.
Colombia no fue ajena a esa
fiebre.
Aunque controlados por la iglesia, así como por los partidos liberal
y conservador, los universitarios
colombianos se harían visibles en
los años treinta, liderados por intelectuales como Germán Arciniegas, Carlos
Lleras Restrepo y Alfonso López Michelsen. Estos últimos serían presidentes de
la República unas décadas más tarde.
Pero fue después de la Revolución
cubana en 1959 cuando la onda expansiva
de la rebelión llegó a las aulas y sacudió la pacata sociedad de la época.
A diferencia de sus congéneres
argentinos, los jóvenes colombianos no pretendían tanto reformar la universidad
como transformar el país. Su utopía era de estirpe socialista. El historiador
colombiano Álvaro Acevedo Tarazona se
propuso rastrear las motivaciones, las consecuencias y, sobre todo, la vida, pasión y muerte del movimiento estudiantil surgido en las principales universidades del país, entre
ellas la
Universidad Industrial de
Santander.
Precedido de un análisis del
panorama local y mundial se despliega un
coro de voces de quienes fueron protagonistas
o testigos de una protesta
que de a poco sumó fuerzas hasta provocar una reacción en cadena
que obligó a los gobiernos del
momento a tomar medidas cada vez más
drásticas, sin excluir la ocupación
física del campus o el uso de armas para reprimir las manifestaciones públicas
cada vez más vehementes y numerosas.
Memorias de una época es
el título del libro. Por sus quinientas páginas desfilan hombres
y mujeres, que desde y uno y otro bando, protagonizaron algunos de los
momentos más dramáticos de la segunda mitad del siglo XX en Colombia. El padre
Camilo Torres Restrepo o el líder estudiantil y más tarde guerrillero Jaime Arenas, cobran vida en los testimonios
de quienes los conocieron de cerca y combatieron a su lado. En la otra orilla
aparecen figuras de la vida política nacional como Horacio Serpa Uribe o rectoras de la Universidad Industrial de Santander como Cecilia Reyes de León,
recordada por la mano fuerte utilizada para enfrentar protestas que llegaron
incluso a amenazas contra su vida.
Entre coro y relato nos acercamos
a la compleja urdimbre que hizo de las organizaciones estudiantiles y los partidos de izquierda el
germen de grupos guerrilleros anclados
de ahí en adelante en la historia nacional.
Muchos de esos jóvenes abandonaron las aulas y se
marcharon al monte atraídos por el canto de sirenas de su propia utopía.
Como era de esperar en personas inexpertas, murieron por centenares en las
filas del Eln, el Epl, el M-19 o las Farc. Con su sangre se escribieron capítulos enteros de una suma
de violencias y sueños fallidos cuyas secuelas no acabamos de resolver.
El mayo de 1968 acabaría de
prender el fuego en una sociedad de por sí bastante convulsionada por sus
propias injusticias y por la suma de
exclusiones generadas por el Frente Nacional, que le entregó el país a liberales y
conservadores, dejando por fuera al
resto de expresiones emergentes.
Ese sería el segundo capítulo
de la historia, que nos lleva al
debilitamiento progresivo del movimiento estudiantil. Las causas fueron muchas.
La represión, que alcanzó su clímax con
el estatuto de seguridad de Turbay Ayala. El fracaso del experimento socialista en otras latitudes. El pragmatismo de la Guerra fría y sus repercusiones en Colombia.
El advenimiento de una sociedad basada en el consumo compulsivo y, por lo tanto, en el egoísmo más atroz. La desintegración de
la Unión Soviética. Todas las anteriores fueron razones para que
el empuje inicial se redujera a la mínima expresión.
Sobre ese arco de espacio y
tiempo viaja el libro de Acevedo Tarazona , haciéndonos testigos de un momento de nuestra historia que los más
jóvenes no vivieron y que otros olvidaron o no requieren recordar, pero que
debemos revisitar si queremos entender
nuestro siempre incierto presente.
PDT: les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
Fascinante recorrido el que propone Álvaro Acevedo Tarazona por los vericuetos del debate político en las universidades colombianas, el germen de buena parte de las posteriores transformaciones en la vida nacional. Me pregunto qué dirá el historiador cuando le toque, si es que le toca, describir y analizar otro tipo de debate transformador en los campus universitarios, como el que caracteriza a muchas universidades en Estados Unidos y otros países, donde los estudiantes están obsesionados con problemas realmente trascendentales, como cuándo y por qué tienes el derecho de ingresar en el bano de mujeres si eres portador de pene, o el derecho a que la universidad garantice que ninguna idea perturbadora (!horror!) interfiera con los prejuicios de la hora. Suerte con eso.
ResponderBorrarJa, ja, ja. Bienvenida sea esa gratificante dosis de humor negro (¿Será políticamente correcta esta última expresión?) mi querido don Lalo.
ResponderBorrarAunque creo que usted se ha quedado corto. Existen debates todavía más profundos. Por ejemplo ¿ Las selfies tomadas en tu móvil... tienen mejor definición que las del mío?
Queda abierto el debate.