Todo empezó con los noticieros de
televisión. De a poco, los
presentadores, los narradores de historias y los analistas fueron
remplazados por muchachas sacadas del mundo del modelaje y los reinados de belleza. Poco importa si,
para guardar las formas, unas cuantas fueron a una facultad de periodismo.
Si ustedes se fijan bien, algunas de ellas incluso posan cuando presentan las noticias, sean estas amables o terribles. Como en tantas otras facetas de la vida, la esencia fue suplantada por la apariencia. Muy rápido, la cosmética se apoderó de la información.
Si ustedes se fijan bien, algunas de ellas incluso posan cuando presentan las noticias, sean estas amables o terribles. Como en tantas otras facetas de la vida, la esencia fue suplantada por la apariencia. Muy rápido, la cosmética se apoderó de la información.
A resultas de eso, en lugar de
comprender el mundo y tratar de intervenir en él, nos acostumbramos al
maquillaje, al lenguaje elusivo; a la
hipocresía de la corrección política. Todo es tan lindo, tan cool en el fondo.
Casi de manera simultánea pasaba
lo mismo en el terreno de los actores y
directores de televisión.
Desde su introducción en Colombia en 1954, los dramatizados y telenovelas fueron el terreno perfecto para quienes
se formaron en las grandes escuelas de actuación y habían puesto a
prueba su talento en las exitosas radionovelas de los años cincuenta.
Hombres y mujeres como Gaspar Ospina, Pepe Sánchez, Kepa Amuchástegui, Franky Linero,Carlos Muñoz,Dora Cadavid, Teresa Gutiérrez, María Eugenia Dávila y Vicky Hernández , para mencionar solo algunos nombres, dejaron su impronta en producciones recordadas tanto por la calidad de su ejecución como por la brillantez de las actuaciones. Vendaval, La Vorágine, María o Caballo Viejo son los títulos de algunas telenovelas que hoy forman parte del patrimonio de la cultura popular colombiana.
Hombres y mujeres como Gaspar Ospina, Pepe Sánchez, Kepa Amuchástegui, Franky Linero,Carlos Muñoz,Dora Cadavid, Teresa Gutiérrez, María Eugenia Dávila y Vicky Hernández , para mencionar solo algunos nombres, dejaron su impronta en producciones recordadas tanto por la calidad de su ejecución como por la brillantez de las actuaciones. Vendaval, La Vorágine, María o Caballo Viejo son los títulos de algunas telenovelas que hoy forman parte del patrimonio de la cultura popular colombiana.
Pues bien, obsesionados con las encuestas de
audiencias, los dueños del negocio optaron por el camino más corto:
producciones con mucha tecnología y poco talento, adelantadas en tiempos muy
breves y a costos bajos empezaron a ser la constante. Siguiendo un tanto la
ruta de los noticieros, reemplazaron el
talento y la disciplina por rostros bonitos y cuerpos sugestivos.
Como el desnudo innecesario de
una joven desconocida vende más que la
actuación magistral de una actriz que se
deja el pellejo en la escena, no se
ahorraron a la hora de condenar al olvido y al desempleo a muchos profesionales
portadores de un legado con mucho que
ofrecerles a quienes empiezan a
incursionar en esas arenas movedizas.
Quizá el caso más patético sea el
de María Eugenia Dávila, la protagonista
de películas tan memorables como María
Cano, considerada una de las grandes obras del cine colombiano. Desterrada
al ostracismo cuando se encontraba en la
plenitud de sus facultades, acabó por
sucumbir al alcohol y las drogas en una
caída sin retorno.
Pero son muchos los creadores anclados en idéntica situación. Sin
contratos de trabajo, sin pensión ni servicios médicos, malviven en unas
circunstancias que reflejan no solo la
indolencia del Estado, sino de la sociedad que un día los idolatró.
Pero hay todavía más: muchos
músicos corren igual infortunio. En un santiamén pasamos de unos tiempos en que
los intérpretes y compositores, o se
formaban en las escuelas y conservatorios, o cultivaban su talento natural en
festivales, parrandas, encuentros y en cuanto escenario surgía para dar a conocer los ritmos y expresiones de un país
en el que las músicas parecen brotar de la tierra misma.
Hoy, siguiendo las mismas
lógicas, los músicos son
seleccionados en los realities, unos
espectáculos en los que, en teoría, el público califica y elige a sus
favoritos. Como, a su vez, son los realities los que condicionan al público, tenemos un
círculo perfecto encaminado a glorificar la medianía y la banalidad. El talento, la imaginación,
la inventiva, todas esas cosas inherentes al acto creador, pasan así a un
segundo plano. Esas virtudes no facturan mucho por estos días.
Aunque muchos no lo crean, ser una estrella no equivale a ser
un buen periodista, un buen actor o un buen músico. Esos conceptos suelen
transitar por senderos distintos. Solo que al perder el criterio, todos nos hemos sumido
en la confusión y ya no sabemos diferenciar lo que es bueno y perdura de lo
Así nos van las cosas.
deleznable y efímero.
Así nos van las cosas.
PDT . Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
Hubo un tiempo en que me prendí de las escasas telenovelas colombianas que llegaban a mi pais(Café con aroma de mujer y Betty la Fea, me engancharon), y eso que no soy "novelero", confieso. Esas producciones aportaban novedad en la ficción televisa y ofrecían grandes actuaciones. Hoy, como usted asevera, da la impresion de que todo se ha ido cuesta abajo, a pesar de que nos llega abundante ficción colombiana (casi todas del narco, percibo que la calidad ha mermado considerablemente, de tal manera que ya no me interesa mas. O será que he ido madurando.
ResponderBorrarMuchas gracias por el dato de esas otras telenovelas que cita, a ver si las pillo por internet.
Así es , José. En Colombia utilizamos una curiosa expresión :"Ir de culos pal estanco", cuando nos referimos a la decadencia irreversible.
BorrarCreo que por esa senda transitamos ahora.
El espíritu creador es básicamente violador... de esquemas, convenciones, prejuicios. Este no es un buen momento. Antes te llevaba preso la policia, o te condenaban los bienpensantes, ahora te quema en la hoguera el #Metoo o te fulminan en Twitter
ResponderBorrarY añádale algo, mi querido don Lalo : el talante anónimo de los francotiradores en la red les da patente de corso para aniquilar al que sus prejuicios consideran " El enemigo".
ResponderBorrarMejor dicho: como dicen los fieles devotos: "Que el siguiente minuto nos coja confesados".