Dice que no tiene límites de género. “Allí tocaremos de todo un poco: salsa, bolero, son cubano, vallenato,
carrilera, parranda y hasta música argentina antigua. Esa de Los Trovadores de Cuyo, Los Visconti y Los Chalchaleros que
tanto le gusta a la gente. Por supuesto, en el repertorio también
incluiremos las canciones del libro
disco El blues de la parranda”.
“Además, tendremos un atractivo especial para quienes nos acompañen:
el sancocho parrandero”.
Lo afirma con ese tono suyo de mansa sabiduría que tan
hondo cala en la gente cuando conversa
con él o cuando escucha sus canciones.
Es lo mismo que
sintieron los asistentes al Parque Simón Bolívar de Bogotá al caer la tarde de ese domingo 1° de
septiembre de 2019. Ese día finalizaba
la XVIII edición del Festival Colombia al
Parque.
Rubiel Pinillo, sus Parranderos de La Florida y el músico de
blues Carlos Elliot Jr compartían tarima con agrupaciones tan destacadas como
los mexicanos Banda Regional Mixed,
de Oaxaca, así como la legendaria Inti Illimani, de Chile, a los que se sumaron
los colombianos Monsieur Periné y Los Yoyis.
En total, fueron veintiséis las agrupaciones y solistas participantes en el evento.
Habían sido invitados por la
organización del festival luego de escuchar y evaluar las diez canciones
que integran ese libro disco donde se recrean a través de canciones,
crónicas y perfiles, las vivencias de algunos personajes de ese sector rural de Pereira convertido en
lugar de peregrinación para ambientalistas y neo jipis.
Ah, durante todo el
camino contaron con la compañía y el
talento del productor norteamericano Bobby Gentillo. No por casualidad éste último cerró con un extenso y virtuoso
solo de guitarra eléctrica la intervención de los músicos en el Parque
Simón Bolívar.
Rubiel y los muchachos que lo acompañan en su grupo Los parranderos de La Florida desembarcaron en Bogotá el sábado 31 de
agosto.
“Era la primera vez que me subía a un avión grande, así que
me sentía como un niño estrenando juguete.
Muchos años atrás había volado en avioneta por el Valle del Cauca, pero
no es la misma cosa”, declara Rubiel en una calurosa mañana de febrero de 2020.
Han pasado cinco meses, pero los recuerdos de ese
concierto en Bogotá mantienen todo su
vigor.
La instalación en el Hotel
Tequendama, la visión de la Plaza de Toros de Santamaría y de las torres
diseñadas por el arquitecto Rogelio Salmona. Ayudado por el periodista cultural
Alejandro Patiño, Rubiel Pinillo rememora su encuentro con la cantante La Tenaz, una de las figuras de la nueva
escena musical colombiana. También su presentación en el bar Smoking
Molly, donde tocaba un músico norteamericano de blues llamado Jesse Cotton
Stone.
Ese vino a ser el precalentamiento para el concierto del
domingo. Esa noche Rubiel y el grupo de muchachos que lo acompaña desde hace
por lo menos una década demostraron de qué materia están hechos.
“Cuando arrancamos a tocar frente a esas diez mil personas
sentimos que habíamos alcanzado otra dimensión. No sé si a todos los músicos les pasa, pero cuanta
más gente tengo al frente, más seguro me siento. Muy rápido logramos
contagiarle esa seguridad a los pelaos, que de todas formas estaban muy
nerviosos. Por mi parte, perdí el miedo a los escenarios hace muchos años,
cuando ocupé el tercer lugar en el
concurso del Factor X”.
“Ese día quedé, como quien dice, curado de espantos”.
Ya perdió la cuenta del número de canciones que ha compuesto
en sus casi seis décadas de vida. Por eso, animado por un amigo, anda
en la tarea de registrar sus canciones ante Sayco y otros organismos
encargados de velar por el pago de los
derechos de autor.
“Uno es muy despistado. O, mejor dicho, muy pendejo. Ese
amigo me hizo caer en la cuenta de que cualquier persona puede tomar mis
canciones, interpretarlas y registrarlas como propias. Por eso, mi primera
tarea consistió en mandar a hacer las partituras. Es el primer requisito para
registrar las composiciones y hacer valer los derechos de propiedad intelectual”.
Fiel a su esencia campesina, Rubiel no duda en asegurar que,
a pesar de todas las cosas tan bonitas, lo que más le llamó la atención de
Bogotá fue la gran cantidad de árboles y zonas verdes.
“A pesar del clima tan frío, vi muchos árboles originarios
del Eje Cafetero y del Valle del Cauca”.
Es la misma esencia que lo llevó a componer una canción que
dice así en algunos de sus versos:
Cómo dejar a mi tierra
Si de aquí son mis raíces
De aquí soy toda la vida
Por ella tengo mis cicatrices
La recita a modo de repuesta cada vez que alguien le pregunta por qué, con todo ese
talento, no se ha marchado de La Florida
a probar fortuna en otros lados.
Si hago eso me muero: son los
bosques de La Florida, los ríos, los
caminos, los cultivos, las personas de este lugar las que me dan la
inspiración. Sin esas cosas no podría componer nada, o compondría canciones
falsas y creo que lo que hace grande a un artista es la autenticidad.
Eso y el público.
“Sin público el artista no es nada. Esa es la razón por la que pienso fundar El
Corralito: en lugar de salir a buscar a la gente quiero abrirles las
puertas de mi casa, para que vengan y se enrumben con nosotros. Entre otras cosas, parte de las adecuaciones logré
hacerlas con la venta del libro disco El
blues de la parranda y con una plata que me prestó mi mamá”.
Al final del concierto de ese 1° de septiembre, los grupos
con los que compartieron la tarima más grande de su vida se acercaron a
felicitarlos por haber logrado ese feliz encuentro entre el blues del
Mississippi y la música parrandera de la región andina Colombiana.
Muchos de los asistentes, que bailaron y corearon durante
toda la presentación, los abordaron para
agradecerles ese momento de dicha.
Al fin y al cabo, por eso a todos nos gusta la música: por
su capacidad para prodigarnos momentos de plenitud aún en las circunstancias
más adversas.
Y eso sí que saben hacerlo bien Rubiel Pinillo y sus Parranderos de La Florida.
PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada.
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