miércoles, 25 de noviembre de 2020

Una plegaria por El Diego, a la mayor gloria de Dios


Fue el 19 de febrero de 1980, hace más de cuarenta años. Argentinos Juniors, un modesto equipo de fútbol de  una zona popular de Buenos Aires conocida como La Paternal, se enfrentaba  a un no menos oscuro onceno con sede en Pereira, Colombia. 

Era uno de esos cuadrangulares amistosos tan frecuentes por esa época al comienzo de temporada en el fútbol profesional colombiano. Por esos días, el América de Cali celebraba su primer título, alcanzado el 19 de diciembre de 1979. Fue el final de una eterna sequía  bautizada por sus hinchas como  “ La maldición de garabato”.

Y entonces  acaeció el milagro : un jovencito que ya había hecho de las suyas en Japón con la selección juvenil del flaco Menotti, prefiguró  con seis años de anticipación  la dimensión exacta de su propia gloria, materializada en el  mundial de México 86.

Con  el paso de los años, los analistas  repetirían  cientos de veces que el gol anotado al Deportivo Pereira fue el más bello en la carrera de El Diego. El máximo ícono de la Iglesia Maradoniana.

El mismo que  acaba de apagarse, al menos en su dimensión terrenal, después de sesenta años de una vida plagada de leyendas, contradicciones, miserias y grandezas.



Es uno de los grandes recuerdos futboleros de mi vida. Me cuento entre los que asistieron a ese juego que  al final terminó empatado  4 a 4 en el tiempo reglamentario. De manera que puedo jurar que presencié el momento de la mayoría de edad de uno de los más grandes futbolistas de la historia.

El mismo que en el partido contra los ingleses en México dio  otra muestra de su saludable irreverencia cuando aseguró que el célebre gol irreglamentario lo había anotado con la mano de Dios.

Por fortuna, las miserias del Var todavía no habían sido inventadas para privar al fútbol de su impagable dosis de azar  y error.

Pero volvamos a ese  19 de febrero en Pereira. Ese tipo de imágenes  vuelven mejor a nuestra memoria cuando apelamos a recuerdos prestados. Es decir, cuando un tercero los narra.

Esta vez se trata del relato  de Hugo Horacio Lóndero, el formidable delantero argentino que se quedó a vivir en Colombia y formaba parte del Deportivo Pereira ese día.

Lóndero lo describió así: "Él arrancó similar al gol que hizo en México, como en la mitad de la cancha. Fue eludiendo a los rivales: Farid Perchy, Henry Viáfara se le tiraron encima. Luego vino el paraguayo Alcides Sossa y el último que lo cruzó  era “El moño” Muñoz. Cuando llegó, amagó a patear, enganchó y quedó de frente al arco. Cuando le salió el arquero, que era Roberto Vasco, amagó a tirar al segundo palo y se la tocó cortita al primero. Fue un gol espectacular”. 

Bueno, el manoseado adjetivo espectacular  no le hace justicia  a ese momento. Lo de Maradona ese día pertenece a la estirpe de los grandes designios.

De las cosas de Dios.

Como todos los elegidos de los dioses, El Diego fue un hombre controversial. En su momento denunció a la Fifa como lo que es: un cartel mafioso, y lo castigaron expulsándolo del Mundial de Estados Unidos 94.  Fue amigo de Fidel Castro, de Hugo Chávez y se hizo tatuar una efigie del Che Guevara, como para expresar que , de haber coincidido en el espacio y en el tiempo, también hubiera sido su compinche.



Al modo de los artistas malditos, supo frecuentar las tinieblas : ni las drogas fuertes, ni los alcoholes, ni  el sexo a raudales le fueron ajenos.

Por eso los moralistas lo condenaron siempre. Le enrostraban no haber sido un buen ejemplo para la sociedad. ¿ Y quién dijo que los genios tienen la obligación de ser un ejemplo para nadie? ¿Acaso  El Diego se postuló  alguna vez como ejemplo de auto superación?

Todo lo contrario:  cada vez que pudo, subrayó su condición de marginal. De orillero siempre en contravía. Más de un  antihéroe del tango y la milonga se hubiera sentido  a sus anchas departiendo con él en algún arrabal.Sólo que , en lugar de un puñal, el hombre obraba prodigios con la pelota. Lo saben  los hinchas de Argentinos, de Boca, del Barcelona, del Nápoles y, cómo no, de varias selecciones argentinas.


Cuentan que estuvo a punto de llegar al América de Cali luego de su paso más bien decepcionante por el Barca, pero el Nápoles italiano se  atravesó en el negocio y el asunto pudo haber provocado una guerra a muerte entre la Camorra napolitana y el cartel de Cali.

Pero eso daría para otra saga de leyendas.


El poeta colombiano  Porfirio Barba Jacob escribió en un rapto de lucidez etílica : “ Era una llama al viento y el viento la apagó”.

No sé si el viento del olvido  y el desdén puedan apagar la llama que este hombre dejó viva en el corazón de  quienes amamos  el juego bonito. Creo que no : son  legión las cosas bellas que alientan entre la mano de Dios y el  corazón de El Diego.


PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada

https://www.youtube.com/watch?v=3CUnwPgopIk


2 comentarios:

  1. En Nápoles cantaban "mamma, ho visto Maradona". Vos lo viste en un amistoso ante un equipo de Pereira y entonces perteneces, quieras o no, a la iglesia de Maradona. Yo lo vi en Londres en mayo de 1980. Me había emboscado frente al ascensor del hotel, esperando al 10, que debía bajar por una reunión del equipo argentino. Se abre la puerta del ascensor, Maradona me ve y dice, sonriendo, "no me jodas". Yo digo "tranquilo" y mientras dejo el espacio al fotógrafo, lo distraigo diciendo "no te jode jugar con Inglaterra el martes 13?" Él replica "ellos también juegan el martes 13". Y yo "no, en Inglaterra el día fatídico es el viernes 13, no el martes". Salió linda, la foto. Argentina perdió en Wembley 3-1 el martes 13.

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  2. ¡Ay mi querido don Lalo! Ya me sospechaba que usted tenía esos poderes ultraterrenales... como el mismísimo Diego, ese taumaturgo, odiado y amado, igual que todos los grandes.
    Mil gracias por esa impagable anécdota.
    Un abrazo y hablamos.
    Gustavo

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