“… Entonces llegó el hada protectora
Y viendo que Pinocho se moría
Le puso un corazón de fantasía
Y Pinocho sonriendo despertó…”
Canción infantil.
En muchas sagas de mitos y leyendas, el héroe trata de apropiarse de las virtudes asignadas por los humanos a los animales. La valentía del león, el olfato del lobo, la osadía del águila, la sagacidad del lince. Uno de los casos más citados en la historia es el de Ricardo I de Inglaterra, hijo de Leonor de Aquitania , conocido como “ Ricardo Corazón de León”.
Supongo que en ese siglo XII ni al más iconoclasta de los hombres se le hubiera ocurrido llamarlo “ Ricardo Corazón de Cerdo” , sin correr el riesgo de ser detenido y atravesado por la espada de los esbirros del soberano.
Al fin y al cabo el cerdo fue siempre objeto de desprecio. No sé de cultura alguna en la que se le haya adorado como al gato, el toro o la serpiente, según se desprende de relatos orales y escritos. Así, en Homero, la maga Circe convierte a Odiseo y sus hombres en cerdos, dejando claro el concepto que tenía de unos y otros.
Asimismo, en los libros del Génesis y el Levítico se prohibe a los hebreos el consumo de la carne de ese animal, por considerarla impura y símbolo del pecado. De igual manera, la ortodoxia católica utilizó la palabra marranos para referirse a los judíos conversos. De modo que en ninguna parte el cerdo sale bien librado.
Al menos hasta el viernes 7 de enero de 2022, cuando el mundo se enteró de que cirujanos de la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, habían conseguido trasplantar el corazón – modificado genéticamente- de un cerdo al cuerpo de un hombre de 57 años llamado David Bennet. Al momento de publicar esta entrada el paciente seguía vivo.
El punto de partida lo marcó el doctor sudafricano Christian Barnard, quien practicó el primer trasplante de corazón en una clínica de Ciudad del Cabo el 3 de diciembre de 1967. Aunque el paciente sólo vivió 18 días, la intervención marcó un antes y un después en el camino de la ciencia médica. Pasados 55 años de ese acontecimiento se practican de manera habitual trasplantes de órganos- no sólo de corazón- de humanos a humanos.
En el caso del corazón de cerdo, la fecha clave se remite a 1996, cuando empiezan los trasplantes experimentales de corazones de cerdo modificados genéticamente al cuerpo de seres humanos.
Por lo visto, nos toca empezar a revisar el estigma que nuestros paradójicos atavismos habían arrojado sobre la figura de este animal: de un lado lo concebimos como símbolo de suciedad, al tiempo que nos damos descomunales banquetes con su carne, sobre todo en las fiestas de final y comienzo de año. De paso, me cuentan que el caricaturista Matador anda atareado tratando de modificar sobre la marcha su concepto gráfico que asocia la figura del actual presidente de Colombia con un cerdo: con el prestigio recién adquirido del animal quedaría anulado el efecto político de la caricatura porcina.
Sospecho también que la culpa anda rondando la conciencia de uno de mis vecinos, especializado en la matanza herodiana de cerdos durante la temporada navideña. Desde el 7 de enero lo veo con el ceño fruncido, profundas ojeras y un tono cada vez más bilioso en la piel. Creo que padece insomnios prolongados, preferibles en todo caso al sueño: apenas se duerme lo asaltan pesadillas en las que los aullidos de un cerdo agonizante torturan sus oídos como trompetas del juicio final.
Pero son sólo conjeturas mías: a lo mejor al hombre le hicieron una cirugía en la que le trasplantaron el corazón de un animal llamado jefe paramilitar. Si es así, eso lo volvió insensible al dolor de cualquier ser vivo. Su angustia sería fingida, aparente: una pose dictada por la corrección política.
Desde Darwin, nos acostumbramos a hablar del mono como nuestro pariente más cercano. Pero el parecido resultó ser más superficial de lo que pensábamos : puras monerías. En realidad , si juzgamos por la similar estructura y funcionamiento de los órganos internos, nuestro familiar más cercano es el cerdo. De modo que , como hacen en oriente con las vacas, haríamos bien en empezar a reverenciarlos y a pedirles disculpas por las vejaciones a las que los hemos sometidos a lo largo de los siglos. Una buena dosis de perdón y olvido sería saludable para todos en este momento. De mi parte, ya separé cita en un consultorio atendido por veganos y vegetarianos.
Nunca es tarde y nada se pierde, reza el refrán.
Al fin y al cabo nadie está exento de que en cualquier instante- como en las canciones románticas- después de un trasplante de urgencia su corazón se vuelva delator.
PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
https://www.youtube.com/watch?v=jad11Q-ZCyw
Hola Gustavo, favor incluir este correo en tus envios:
ResponderBorrargallegocomunicaciones@gmail.com
Gracias
Juan Alberto Rivera Gallego
Atendido, Juan Alberto. Ya lo hago.
ResponderBorrarGustavo
Un amigo mío, buen escritor aunque dado a las alusiones escatologicas, solía decir que el cerdo y el hombre eran semejantes porque ambos comían sus propias heces: “la gran diferencia es que el puerco come su estiércol porque no puede evitarlo, mientras que nosotros comemos mierda porque nos gusta”. Conviene aclarar que mi amigo extraía una moraleja edificante (es un decir) de esto.
ResponderBorrarUsted me llevó a recordar el elocuente título de un libro de Dominique Laporte, mi querido don Lalo: "Historia social de la mierda". El tratamiento que les demos dado a los excrementos a lo largo de los siglos es bastante ilustrativo. No recuerdo dónde leí que el hombre es el único animal que se asquea de su propia mierda.
BorrarMil gracias por el diálogo.
Gustavo
La canción infantil que citas es de María Elena Walsh. Nosotros criamos a nuestros hijos con sus canciones. Tiene algunas de fuerte contenido político, como su Canción de cuna para un gobernante. Está en YouTube. No te la pierdas.
ResponderBorrarDuerme tranquilamente que viene un sable
a vigilar tu sueño de gobernante.
América te acuna como una madre
con un brazo de rabia y otro de sangre.
Duerme con aspavientos, duerme y no mandes
que ya te están velando los estudiantes.
Duerme mientras arriba lloran las aves
y el lucero trabaja para la cárcel.
Hombres, niños, mujeres, es decir: nadie,
parece que no quieren que tú descanses.
Rozan con penas chicas tu sueño grande.
Cuando no piden casas, pretenden panes.
Gritan junto a tu cuna. No te levantes
aunque su grito diga: “Oíd, mortales”.
Duérmete oficialmente, sin preocuparte,
que sólo algunas piedras son responsables.
Que los lirios del campo no tienen hambre,
que ya te están velando los estudiantes .
Y el lucero trabaja para la cárcel.
Toda una revelación para mí estos versos de la gran Maria Elena Walsh. Eso de " El lucero trabaja para la cárcel es toda una premonición. Entre otras cosas, hay varios poemas de Maria Elena cantados por la gran Susana Rinaldi.
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