“ Putin se propone destruir el orden mundial”.
“ Ocupamos Ucrania porque amenaza la soberanía del pueblo ruso”
“ Maduro es un títere de Putin”.
Las tres frases fueron recogidas un tanto al azar entre el torrente de sentencias, admoniciones y amenazas que, al circular a toda velocidad impidiendo cualquier examen serio, alimentan el odio y el miedo en ese universo en expansión que es la internet.
La primera hace parte de un discurso del presidente norteamericano, una vez se conocieron los detalles del ataque ruso a Ucrania. La segunda, claro, ha sido pronunciada por el mandatario ruso incluso antes de que el mundo se enterara de la invasión.
Y la tercera… bueno, hace parte de la antología de frases hechas que, con el presidente a la cabeza, repiten los funcionarios del gobierno colombiano. Ellos, que saben de sobra de quién somos títeres, pues están adiestrados en las mañas de la servidumbre y la adulación.
Si uno continúa su recorrido por la red, encontrará que, con distintas variantes, las frases en cuestión se repiten hasta el delirio , al punto de que acaban por perder cualquier posible significado.
Entretanto, como barras bravas en un estadio de fútbol, los navegantes de la red atizan el fuego en una multiplicación incesante de Megusta alentada a partes iguales por el repentismo y la irracionalidad.
La primera pregunta que asalta al observador es acerca de quienes, cómo , cuándo y con qué criterios definen el citado “orden mundial”. La búsqueda no tardará en conducirnos a una sarta de lugares comunes que pueden resumirse en la frase: “ Un modelo basado en la defensa de la libertad, la seguridad y la democracia”. Sobre qué se entiende por tales conceptos se puede perfilar un buen debate que, por supuesto, nos conduce a otras preguntas.
¿ La libertad y la seguridad de quién y qué clase de democracia dicen defender? Esa es una discusión que se remonta a los días más sangrientos de la Revolución Francesa, cuando sus artífices se ampararon en esos nobles conceptos para cortarles la cabeza a los disidentes. Desde luego, apelaban a otro lugar común de la política real: que el fin justifica los medios. Eso lo han llevado a la práctica gobiernos de las tendencias ideológicas y modelos económicos tan antagónicos como el comunismo y el ultraliberalismo, el nazismo y el maoísmo, para no hablar de los múltiples satélites surgidos a lo largo de los años.
Está claro que el “orden mundial” es aquel que garantiza la continuidad y la expansión del capitalismo tardío, promocionado por sus defensores como “ el mejor de los mundos posibles”, una visión del mundo anclada en la fe en los poderes sobrenaturales del mercado y en el crecimiento incesante de los niveles de consumo garantizados por la globalización, eufemismo acuñado para referirse a lo que, en últimas, es imperialismo puro y duro. Sólo que , en el reinado de la corrección política, nadie puede utilizar esa palabra sin correr el riesgo de ir al infierno reservado para los comunistas y otros peligros. El “ Nuevo orden mundial” es entonces el establecido por las grandes corporaciones y los encargados de hacer el trabajo sucio en las democracias diseñadas a su medida: el ejecutivo, el legislativo, el judicial y, desde hace un buen rato, los medios de comunicación.
En el otro bando, el de los hoy invasores, Vladimir Putin recurre a una abstracción igual de difícil de desentrañar: “ La soberanía del pueblo ruso”. Menudo galimatías esto de soberanía- pueblo y ruso. Empecemos por la última. Cuando habla de pueblo ruso Putin está lejos de pensar en esa variada amalgama de lenguas, culturas, credos y prácticas cotidianas que le han aportado al mundo su enriquecedora diversidad, expresada en músicas, literatura, artes, ritos. Como lo ha precisado en distintos momentos de su carrera pública, lo suyo es una nostalgia y un lamento por la desintegración del imperio soviético. Pero está lejos de profesar una añoranza del comunismo. Lo que anhela, y lo acaba de demostrar, es una restauración de la corte de los zares con inspiración estalinista, donde el modelo capitalista de monopolios, especulación y tierra arrasada le devuelvan a Rusia- la ficción geopolítica, no al pueblo ruso- el improbable esplendor de los tiempos de la Guerra Fría , incluidas sus aspiraciones de conquista del espacio exterior.
Hasta donde la historia nos enseña, en ningún imperio el pueblo ha sido soberano, y menos lo va a ser en una época marcada por un grado de alienación que lo ha reducido al papel de mero consumidor de objetos, creencias y prácticas determinados por el poder y multiplicados por la publicidad y los medios de comunicación.
Así que las frases “ Orden mundial” y “soberanía del pueblo ruso” podemos remplazarlas por una sola: “ Delirios imperiales” y tendremos la mismos propósitos ocultos detrás de máscaras distintas.
O sino ¿ En qué han desembocado las sangrientas expediciones de sucesivos imperios que buscan extender sus fronteras y saquear las riquezas ajenas en el transcurso de los siglos? Simple: en la instauración de un “ nuevo orden mundial”.
Nos falta la tercera: “ Maduro es un títere de Putin”. La presente entrada la escribo el día en que el presidente Iván Duque se reúne con lo que los periodistas llaman, con exceso de pretensión- o de pretención- “ Su homólogo de Estados Unidos”. Hasta donde entiendo, la palabra homólogo equivale a igual y eso es lo que no tienen las relaciones de Norteamérica con los países bajo su órbita. Todo les viene impuesto: los tratados, las políticas, los canales crediticios, el modelo económico. La mencionada frase la pronunció el presidente de Colombia antes de que la postura de Estados Unidos cambiara de manera predecible ante la necesidad del suministro de petróleo que facilite el bloqueo al combustible ruso. Cosas de la política real : ante las circunstancias, el gobierno de Venezuela dejó de ser el enemigo de la democracia y las libertades para convertirse, al menos de momento , en el nuevo mejor aliado.
La situación resulta patética: en su afán por adular, Iván Duque quedó como esos indiscretos que opinan sobre las crisis de las otras parejas y cuando éstas hacen las paces los acusan de intromisión en los asuntos ajenos.
Mientras eso sucede el otro imperio, China, construye su “Nuevo orden mundial” y mueve las piezas en el tablero con la paciencia de un estratega milenario que sabe esperar el momento. Sobre su justificación política o moral no es necesario hacer muchas preguntas.
PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:
https://www.youtube.com/watch?v=GgnClrx8N2k
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