Hace unas noches soñé que Colombia patentaba ante no sé qué agencia internacional su invento del Péndulo Inmóvil, así como en otras épocas patentamos con gran éxito la innovación del poeta sin poema, el puente sin río y el crimen sin autor.
¿Cómo así? ¿Nos está tomando el pelo?- o tocando los huevos, como diría un amigo argentino - preguntarán ustedes.
Y sí, claro. Ya sé que la esencia del péndulo consiste en desplazarse del centro a la izquierda, para volver al punto de partida antes de pasar a la derecha. Y así en una repetición infinita, a no ser que alguna fuerza externa lo interrumpa.
¿Les suena eso de izquierda- centro- derecha- centro- izquierda?
Bueno, ya empezamos a entendernos.
Sucede que nuestro péndulo es distinto: lo suyo es la ilusión del movimiento, la impostura, el disfraz (o la post verdad, como dicen las modas al uso).
En realidad, contra la apariencia de movimiento y cambio caras al discurso de lo nuevo, muchos de nuestros estados mentales continúan en tiempos de la colonia.
El pasado 30 de abril, por ejemplo, tropecé con una procesión de laicos que, en lenguaje sibilino, desde luego, como corresponde a nuestra pasión por el rodeo, acusaban de criminales a las mujeres que defienden y ponen en práctica su derecho al aborto y, de paso, a los magistrados que con su jurisprudencia amparan esas decisiones.
Cuando les pregunté por qué esos movimientos denominados Pro Vida no se expresaban también contra los asesinatos de líderes sociales, los despojos de tierras y las muertes de niños por desnutrición optaron por hablar del clima.
En el país con “ la democracia más sólida y antigua de América Latina” pasan esas cosas.
A propósito de solidez y antigüedad, abro un libro de Historia de Colombia y compruebo que el péndulo sigue en su sitio. Desde los tiempos que sucedieron a las guerras de independencia los partidos políticos no han dudado en desterrar y asesinar a sus ovejas descarriadas cuando sus acciones van más allá de los simples formalismos democráticos y se vuelven más incómodas de la cuenta.
Pienso en Sucre, en Uribe Uribe, en Gaitán, en Galán, en Guadalupe Zapata : no por casualidad después de su asesinato sólo se detiene a sospechosos de ser los autores materiales, pero nunca se habla de los que dieron las órdenes Es decir, de los auténticos poderes que mueven los hilos en el teatrino.
Si eso pasa con sus disidentes, sabemos de sobra lo que han hecho con los opositores: Pizarro, Bateman, Pardo Leal, Jaramillo y el partido Unión Patriótica en pleno. En últimas su conquista fue la paz de los cementerios. Para todos la ilusión de volver a la vida civil y participar en ella con los instrumentos legitimados no pasó de ser eso: una quimera.
No podía ser de otra manera. El campo de la política es nuestro más ilustrativo ejemplo de inmovilidad. En las llamadas Democracias occidentales la constante- al menos en lo formal- ha sido la cíclica alternancia de mandos en el ejecutivo, dependiendo de algunos contenidos programáticos, la incidencia de factores globales y , sobre todo, del cansancio de los electores.
Demócratas y republicanos en Estados Unidos, Partido Popular y Partido Socialista Obrero en España, laboristas y conservadores en Gran Bretaña se turnan en un modelo que debió haber inspirado a liberales y conservadores en Colombia para crear la figura de El Frente Nacional, como salida a la violencia que ellos mismos habían atizado.
Para mejorar las cosas, en nuestro país ofrecemos valores agregados : tenemos derecha ilustrada y derecha con motosierra. Izquierda institucionalizada e izquierda con cilindros bomba.
Puestos en América Latina el panorama no cambia: México, Costa Rica, Brasil, Argentina, Chile y Uruguay han elegido- y a veces reelegido- apellidos que representan una idea de sociedad, si eso quiere decir alguna cosa en estos tiempos: Fox, Peña Nieto y López Obrador en México; Bolsonaro y Lula en Brasil; Bachelet y Piñera en Chile , Kirchner y Macri en Argentina, así como Mujica y Luis Lacalle Pou en Uruguay, son sólo algunos ejemplos.
¿Y por qué se saltó a Colombia si somos la “democracia ejemplar”?, preguntarán ustedes.
Pues porque somos los inventores del Péndulo Inmóvil. Tomemos la pasada Semana Santa: las homilías de los jerarcas religiosos tronando con su lenguaje escurridizo contra el candidato “ ateo y expropiador” al tiempo que alababan al “ defensor de los valores y la familia”, me hicieron pensar en Monseñor Builes, que en plena ordalía de la violencia entre liberales y conservadores, desde su púlpito en Santa Rosa de Osos- un baluarte del espíritu ultramontano- exhortaba a sus feligreses a luchar contra “ la cizaña liberal y atea”.
Exaltados por ese verbo incendiario, cientos de campesinos analfabetos determinaban en su propia conciencia que matar liberales no era pecado.
Como tampoco es pecado hoy desaparecer , asesinar, desplazar y desterrar en nombre de “ los altos valores de la patria”. No llamar a las cosas por el nombre es otra de las manifestaciones de nuestra inmovilidad.
Laureano Gómez y Alberto LlerasMas que quietud, lo de nuestro péndulo es fosilización. El espíritu conservador- en sentido filosófico y partidista - cristalizó en una sociedad que hizo suya la idea del protagonista de El Gatopardo, la novela de Giuseppe Tomasi di Lampedusa : “ Cambiar todo para que todo siga igual”. Es decir: la pura ficción del movimiento.
En ese sentido asombra comprobar cómo, a pesar de los constantes usos y abusos, la palabra cambio sigue funcionando como señuelo electoral. Lo de “ Nuevo” alude sólo al reemplazo de unos rostros por otros más jóvenes pero elegidos a través de la vieja maquinaria consistente en apropiarse de los recursos del Estado, es decir, de la sociedad, para beneficiar intereses particulares.
Esas cosas nos ayudan a entender en parte la violenta reacción de un sector significativo de la sociedad colombiana contra cualquier tipo de transformación, por modesta que sea. De ahí nuestra devoción por los caudillos y redentores que, por definición, son los garantes de la inmovilidad del péndulo.
Como las campañas políticas y los candidatos se fabrican hoy en las agencias de publicidad, en los medios y en las redes sociales, los expertos en mercadeo político apelan a símbolos primarios, que toquen la entraña y muevan los impulsos ancestrales de los electores potenciales. No sé si exista entre nosotros un símbolo con más poder unificador y representativo que el sombrero, esa prenda que se modifica según las idiosincrasias regionales, pero en el fondo sigue siendo la misma: Aguadeño, Vueltiao o llanero. Da igual. Debe ser porque parece igualar a terratenientes y peones, latifundistas y campesinos pobres. En otras palabras, crea la sugestión de ser una prenda democrática, igual que los ataúdes pero más optimista.
Por eso hace veinte años, los publicistas montaron al caudillo de turno en un caballo y lo vistieron con poncho y sombrero. Ya conocemos los resultados. Y por eso en la actual campaña no tuvieron que forzar mucho la imaginación para ataviar al candidato Gutiérrez con su respectivo sombrero y lo ofrecieron en el mercado como “ El presidente de la gente”, otra frase vendedora a pesar del desgaste.
De inmediato, sin necesidad de ideas ni programas- esas antiguallas- empezó a subir en las encuestas aupado por las redes sociales y por nuestros ancestrales temores ante cualquier tipo de transformación.
Igual que hace cien, cincuenta, veinte , diez, cuatro años. Como pueden ver, tenemos argumentos de sobra para patentar nuestro Péndulo Inmóvil.
PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
https://www.youtube.com/watch?v=lUEEzJI1DZM
Cuando niño (que también conocí ese extremo) creía que el péndulo estaba inmóvil, que el mundo alrededor era el que se balanceaba. Ahora compruebo que entonces tenía razón, que el pobre péndulo no tiene culpa de nada. ¿Has visto esos dibujos con tres hombrecitos, distribuidos sobre una línea horizontal, desde la izquierda (política, se supone), pasando por el centro y terminando en la derecha? El juego comenzó desde la perspectiva del hombrecito de la centroizquierda, que ve como su colega de la izquierda se fuga en esa dirección, con lo que el centro acompaña el movimiento y lo deja a él (que no se ha movido) ubicado en la centroderecha. Elon Musk replicó con un dibujo en el que el muñequito de la centroizquierda se corría junto con el extremista zurdo, mientras que portavoces de la izquierda "woke" pintaban al hombrecito de la derecha protagonizando su propia estampida hacia la derecha loca. En fin, que eppur (NO) si muove...
ResponderBorrarAy, mi querido don Lalo. Después de todo, también la política es un asunto de ilusionismo, muévase hacia donde se mueva el bendito péndulo.
ResponderBorrarUn abrazo y hablamos,
Gustavo
Tocayo, acabo de leer en esta entrada una angustia cercana a la duda sobre el significado de la democracia. En las evidentes crisis que hemos acarreado desde hace bastante tiempo, las preguntas sobre la validez de la democracia cobra fuerza. ¿Realmente significa bienestar? ¿La mera representación democrática avala lo que significan las multitudes, las diversidades, las diferencias en un país como Colombia? La democracia en el sentido de mundo libre, muy enfatizada por gobiernos de Estados Unidos desde los cincuenta, como que llegó a un momento de ruptura, al igual que otros sistemas de relación entre las personas y el estado-nación. Ese péndulo en las actividades de políticos lo demuestra. O es que tenemos una idea extraña de democracia, tergiversada por tanto discurso. Es una palabra fácil de usar si solo se usa en arengas, porque como práctica se pierde. Ahí también la política es nada, su práctica solo sirve para designar actos públicos y democráticos en la búsqueda de representación legítima de los ciudadanos. La política se usa ya para hablar de instituciones partidistas, edificios gubernamentales, procesos electorales, pero la política embarga mucho más. La política se trama en la relación entre humanos, con otras especias y con las mismas cosas. Es el acercamiento para ensamblar las vidas en lo colectivo y reconocer las diferencias sin ser represivos. La Cosmopolítica, no el cosmopolitismo, las tecnopolíticas, el buen vivir, el ubuntu, el mismo vivir sabroso, son forma de concebirnos en la práctica, pero todo eso está jodido con la existencia de ese discurso total, del buen ciudadano, de la gente de bien donde la democracia es como el sombrero que dice, un adorno. Esa es su definición.
ResponderBorrarTocayo, ya me desaté. Le escribí por correo para lo del programa de radio.
A mi modo de entender, mi querido Tocayo, el gran problema de nuestros países reside en que la democracia se ha reducido a su aspecto electoral y al formalismo del supuesto " equilibrio de poderes", que en realidad están controlados por el gran capital que mueve a todos los demás. De ahí la farsa de contralorías, procuradurías , fiscalías y todos los llamados " entes de control", cuyos responsables son elegidos por los mismos a quienes, en teoría, deben vigilar. Además, las democracias del mundo desarrollado funcionan relativamente bien porque incluyen ciertas formas de redistribución de la riqueza que suponen bienestar. En nuestro casa, las élites se resisten a cualquier intento de justicia social, lo que explica en parte nuestras seculares violencias.
ResponderBorrarUn abrazo y mil gracias por el diálogo.
Gustavo
Veremos cómo les irá a los zurdos, ahora que el caudillo de marras que les ha garantizado el cambio no les cumpla lo que les prometió, porque fue ese redentor el que más se apropió del señuelo que usted menciona. Mucho me temo que con este nuevo “péndulo inmóvil” que acaba de llegar al poder (ese que sí fue aupado por las redes sociales, las agencias de publicidad y las bodegas como nunca antes se vio en la política), esa “pequeña transformación” que ustedes esperan ver no se verá nunca, y una vez más la frase del Gatopardo volverá a recordarse, sólo que con esta pequeña modificación: “prometamos el cambio para que todo siga igual”. O a lo mejor el cambio sea para peor, ¿qué más da?
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