Al ser en sí misma una forma de poder, la sexualidad de los poderosos ha estimulado siempre la imaginación de la gente y por ese camino la de artistas y creadores buenos, regulares, malos y geniales.
Todos ellos han forjado con su obra una mitología completa conformada, como todas, por seres mitad humanos y mitad divinos, cuyo rastro podemos seguir en relatos, leyendas poemas, pinturas, canciones, cuentos y novelas.
Desde muy temprano, en las páginas coloreadas de alguna cartilla, nos familiarizamos con la historia de Leda y el cisne. Ustedes ya saben: Zeus bajando del Olimpo disfrazado de ave para saciar sus deseos con una beldad terrestre. De modo que su aventura puede ser la predecesora de esas revistas de chismes sobre famosos, tan apetecidas por millones de personas en el mundo. Eso para no hablar de las redes sociales y su incesante ronda de rumores que crecen y se multiplican al ritmo de las emociones de cada quien.
Sospecho que , en nuestros días, la historia de Zeus y Leda batiría todas las marcas de Megusta en las redes sociales. O mejor dicho: “ rompería el twitter”, como acostumbran decir quienes se mueven en esos territorios.
De ahí en adelante, imágenes y narraciones se acumulan : Adán y Lilith; Sansón y Dalila; el rey Salomón y la reina de Saba; Alejandro Magno y sus decenas de amantes de ambos sexos. Y la lista sigue: Claudio y Mesalina; Lucrecia Borgia y su hermano César; Cleopatra, Marco Antonio y, según las malas lenguas, unos cuantos más; Catalina la Grande y el chambelán Serguéi Saltikov; Madame de Pompadour y Luis XV… y mejor paremos aquí, porque el catálogo podría no tener fin.
Todavía hoy, en el reino encantado de Netflix se hacen series inspiradas en parte o en su totalidad en las vidas reales o inventadas de los famosos de la Historia. Dependiendo del grado de calidad, se ocupan de mostrar el entorno social, económico, cultural y político en que vivieron esas personas. Otras- las más- dejan muy en claro que sólo les interesan las escenas de cama, como si la gente, por voraz que sea, pudiera pasarse la vida entera en una cópula infinita.
Algunas- escasas más bien- se empeñan en explorar el alma de los protagonistas hasta llegar al núcleo de sus dramas, sus dichas, sus desvelos, sus motivaciones, sus miedos y sus pesadillas. Es decir, a la esencia de su humanidad. Pero para eso se precisa de poetas como Robert Graves o narradores del talante de D.H. Lawrence o Hermann Broch, para mencionar sólo unos nombres. Su capacidad de comprensión nos acerca a la fragilidad y grandeza del más anónimo de los mortales y nos ayuda a entender que, en los momentos de mayor frenesí, nuestros cuerpos son campos de batalla en los que combaten fuerzas atávicas y por lo tanto ingobernables.
Conocemos de sobra lo sucedido al interior de las instituciones y sociedades que han pretendido encorsetar los instintos : todos sus métodos conducen a la locura y a pasadizos no conocidos del infierno tan reales como los de las viejas parábolas.
Una escritora de tan fina sensibilidad como Mary Renault se acercó sigilosa a la tienda de campaña de Alejandro Magno para espiarlo y acaso comprenderlo en la noche de sus dudas, con el cuerpo ya saciado y el alma sedienta de conquistas en esa vida suya que hasta el último minuto de su breve existencia fue un eterno delirio de muerte y furor. Su novela El muchacho persa es una muestra de la sutil diferencia entre una gran obra literaria y una de esas novedades fabricadas en serie para satisfacer los gustos del público.
Ese tipo de escritores son los únicos capaces de revelar las dotes de Cleopatra, Catalina La Grande y Madame de Pompadour como estrategas políticas. Su habilidad para tejer y destejer la madeja de la diplomacia. El resto es morbo y nada más.
Pienso en esas cosas siguiendo el espectáculo de porno justicia montado alrededor del juicio contra el actor Johnny Depp, en un caso que al principio parecía un divorcio corriente. Uno más entre los cientos de miles que todos los días se entablan en el mundo.
Pero no fue así: era una presa demasiado suculenta para dejarla escapar. Día a día, lo que debería ser un asunto exclusivo de los tribunales se convirtió en un reality show por entregas en el que todos nos arrojamos con hambre caníbal sobre las miserias de dos personas- el actor y su ex mujer Amber Heard- quemándose a fuego lento en una hoguera animada por un negocio que, como el del espectáculo, no duda en escudriñar y exhibir los resquicios más insospechados de cuerpos y almas si eso contribuye a mantener cautivas las audiencias, incrementando así sus ganancias por publicidad.
Insisto: ese tipo de juicios son rutinarios en los tribunales. La diferencia en este caso reside en que el viejo contubernio entre sexo y poder se despliega y regurgita ante la mirada de millones de consumidores de información congregados a la espera de la próxima ofrenda. Aparte de satisfacer nuestra fascinación por lo morboso, los primeros planos del rostro doliente de la mujer, los focos dirigidos a la mirada de bestia acorralada del hombre, son aprovechados por parte de activistas de todo tipo. Puro alimento para esa masa devoradora de información que llamamos ciudadanía.
Cuando todo esto se agote como objeto de consumo los medios se dirigirán a otro lado: el público del circo sigue pidiendo sangre en la arena. Los detalles más escabrosos de la confrontación entre Depp y Amber Heard pasarán a otro plano y sólo quedarán sus despojos , a la espera de que uno de los alguacilillos de la plaza dé la orden de arrojarlos al foso de la basura.
O quién sabe. A lo mejor en este momento un batallón de oportunistas está escribiendo novelas y guiones de películas que les llenen el bolsillo antes de que el olvido lo cubra todo.
PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
https://www.youtube.com/watch?v=7HAnFzkGQSo
Desde Leda y el Cisne hasta el Elefante y la Hormiguita... bien mirado todo forma parte de la literatura erótica, amigo Gustavo. Pero tienes razón en presentarlo, además, como un episodio más de la pugna por el poder entre lo que se hace en la cama, que puede ser aburrido, y lo que puede verse en el Ipad, que es... brrrrrrrammm.
ResponderBorrarJajaja. Ya me sospechaba un apunte como ese, mi querido don Lalo. Entrados el bestiario- y al vestuario- el catálogo nos puede servir para alimentar varios capítulos de La Historia Interminable. Si quiere, empezamos por ejemplo con la picante anécdota de la abejita y la flor.
ResponderBorrarUn abrazo y mil gracias.
Gustavo