CV
Toda la eternidad
no alcanzaría para agradecerle al inventor del signo de interrogación: ¿Cómo
podríamos nombrar nuestras perplejidades sin él?
CVI
Un universo en
perpetua expansión no puede tener asidero. He ahí el origen de las intuiciones
de los sabios budistas.
CVII
Una llama que
sólo puede alimentarse de sí misma: nuestra idea de la eternidad.
CVIII
Los signos de
interrogación, esos panzones maestros de la intriga.
CIX
Los humanos,
trémulas llamitas que no podemos saciar la glotonería del universo.
CXI
Dios nos escribe
con fuego en pliegos y pliegos de papel de estraza. Luego sopla.
CXII
Dios como
metáfora del infinito universo: el principio y fin de todas las sutilezas de
los teólogos.
CXIII
“Por los siglos
de los siglos”. ¡Buena manera de advertir que no tenemos tregua!
CXIV
En la infancia
experimentamos la certeza de que alguien nos vigila desde la eternidad. Luego
fingimos haberlo olvidado.
CXV
En inglés los
signos de interrogación sólo se cierran. Agudos, esos sajones.
CXVI
Sentado en medio
del desierto, un hombre repite la misma palabra día y noche, luna tras luna: la
perfecta inmovilidad.
CXVII
Para el inventor
del reloj de arena los minutos son granos de tiempo. ¿Cuál será la metáfora del
tiempo para los relojeros digitales?
CXVIII
A menudo, el
lenguaje de la física cuántica se confunde con el de poetas y filósofos.
CXIX
Cuando los
grandes poetas atrapan la belleza en sus versos prefieren liberarla. Eso los
diferencia de los otros.
CXX
Doce horas para
el día y doce para la noche; doce caballeros para la mesa redonda y doce
apóstoles para la cena postrera; doce signos para el zodiaco y doce meses para
el año: menudo asunto este de los números.
CXXI
El poeta Alfred
Tennyson como avatar del rey Arturo y la reina Ginebra como hipóstasis de la
poesía: sólo así puede concebirse tanta belleza.
CXXII
Un millón de
avispas todo zumbido y aguijón: así debe ser la vida en el interior de un
átomo.
CXXIII
El instante de
nuestra eternidad nunca coincide con el de la eternidad de otro: de ahí nuestra
insondable soledad.
CXXXIV
Ni siquiera el
erial donde reposarán nuestros huesos nos pertenece.
CXXV
Sólo si
resistimos el hedor de todos los muertos de todos los años, de todos los
siglos, de todos los milenios, de todos los eones, podemos considerarnos vivos.
CXXVI
Los manuales de
anatomía deberían advertir que los órganos internos son en realidad estaciones
en el camino hacia la muerte.
CXXVII
¿Dios creerá en
Dios?
PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
https://www.youtube.com/watch?v=AXnQeb0rgpU
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