El exgobernador Carlos Arturo López Ángel
cuenta que en Marsella, su pueblo, tuvieron preocupaciones ambientales mucho antes de que estas se
convirtieran en política mundial, suscrita en mayor o menor grado por casi
todos los países del planeta. Después de todo, los inviernos desbordados y los
veranos calcinantes nos tocan a todos. Hoy, dedicado al cultivo de orquídeas y
plantas ornamentales en una finca ubicada detrás del Alto del Nudo, este hombre afable y despreocupado evoca esos
momentos tan vitales en la historia de la localidad.
“Hablamos de los años setenta, cuando los últimos
coletazos del movimiento jipi, con su evangelio de amor al prójimo y respeto por
la naturaleza y por todas las formas de vida todavía se sentían entre nosotros.
Una generación entera de jóvenes
marselleses, a la que algunos etiquetaron con el calificativo de mechudos o peludos, creció en medio de una inquietud permanente
por las cosas de la cultura y en particular por
la preservación del medio ambiente.
“Para la época
todavía no se hablaba del cambio climático ni del calentamiento global. Mucho menos se
tenían noticias acerca de la extinción de muchas especies vivientes como resultado de la depredación
humana.
“Sin embargo, cuando salíamos a caminatas campestres descubríamos
que la siembra intensiva de café o la expansión de los pastos
para la ganadería amenazaba las fuentes de agua del municipio. A ese paso-
decíamos- no llegaremos al siglo XXI sin haber agotados los recursos hídricos.
“Casi cincuenta años después, siento que esa fue
nuestra primera toma de conciencia política sobre la necesidad de proteger
nuestra casa que es la tierra. Esa inquietud me ha acompañado toda la vida durante el
ejercicio de mis responsabilidades públicas como legislador, gobernante o como
un ciudadano más”.
A vista de
pájaro
Con esos
antecedentes, no resulta casual que en
este municipio ubicado a una hora de Pereira
hayan florecido a lo largo de los
años todo tipo de organizaciones ambientalistas, entre ellas un grupo de
apasionados por las aves que, eludiendo las veleidades de los vocablos
técnicos, decidieron bautizarse como los pajarólogos. Día tras días han acumulado un saber que les
permite identificar y diferenciar a vista de pájaro cuales son las aves endémicas de la región y cuáles
las migratorias. Por eso pueden acompañar a un visitante por la enmarañada
madeja de caminos vecinales que
rodean a Marsella y señalarle, sin
haberlos visto todavía, el lugar donde moran el toche o el azulejo, donde liba
el colibrí y donde acecha el cirirí el
vuelo raudo de los gallinazos.
“La sapiencia de estos pajarólogos no ha sido aprovechada en toda su dimensión”, dice Albeiro, un ingeniero
industrial oriundo de Marsella que todos
los puentes festivos se enfunda su
sombrero y se calza sus botas de caucho para recorrer kilómetros y más
kilómetros, solo por el puro placer de caminar.
“Muchos de
ellos empezaron desde niños con campañas espontáneas contra el uso de
las caucheras, ese cruce entre arma y juguete que durante muchos años fue el terror de los pájaros de todos los
tamaños. Luego, ya más grandecitos, comenzaron a observar y a estudiar por cuenta propia los hábitos y el
hábitat de los pájaros de la zona. Aprendieron tanto y tan pronto que uno les preguntaba y ellos sabían responderle
de qué se alimentaba esta ave y cuál era
la hembra entre los que se veían posados en una rama. Por ese camino del conocimiento no tardaron en enseñarles a
los campesinos a reconocer en los pájaros a criaturas vivientes y dignas de
respeto. Y eso ya es mucho decir en una población que siempre vio a las aves
como un pretexto para coger la escopeta”.
A la sombra de
El Nudo
Ubicada en el
área de influencia de La Serranía del
Nudo, amenazada en estos tiempos por la codicia de los nuevos ricos, la
localidad de Marsella es todo un enclave agrícola y ambiental que ya en los tiempos de la
fundación le mereció el nombre de Villa
Rica de Segovia. Según el relato de los viejos cronistas, Pedro Pineda, fue
uno de esos fundadores de pueblos que un día
tomó “su mula, su hembra y su
arreo “ y partió en busca de una tierra donde plantar su heredad. Por el
año de 1860, cuando todavía no se había producido la segunda fundación de
Pereira, llegó a la zona proveniente de Villamaría, un pueblo cercano a
Manizales.
En ese primer viaje de aventura lo acompañó uno de sus hijos, con quien se instaló en un
sitio conocido como La Pereza. Una vez tomó posesión de un predio viajó a Villamaría,
de donde regresó en compañía de su esposa María Gregoria y del resto de la
prole: cinco hombres y dos mujeres.
Esa tierra feraz
no tardó en recompensarle sus esfuerzos con plantaciones de algodón, tabaco, fique y plátano. El fique jugó un papel clave en la confección
de costales, líchigos, enjalmas y
alpargatas, elementos fundamentales para el almacenamiento y transporte de los
productos del campo.
Acompañado a
veces de su mujer o de alguno de sus
hijos, don Pedro viajaba cada mes hasta Santa Rosa de Cabal con el propósito de
vender sus productos en el mercado y de comprar lo indispensable para el
sostenimiento de su familia.
Era un
camino largo y muy culebrero el que
debían recorrer en ese viaje de ida y vuelta que en verano les calcinaba las espaldas y en invierno amenazaba con lanzarlos por un despeñadero, en medio de una corriente de lodo.
Las otras formas
de cultivar.
No olvidemos que
cultura viene de cultivo. De sembrar y cuidar para recoger algo. A través de su historia los habitantes de
Marsella han conocido las dos maneras de cultivar: la de plantar la tierra y la
de nutrir el espíritu. El más visible de
todos esos frutos es la Casa de la Cultura.
Por los
espaciosos corredores de sus tres plantas pasearon, taciturnas o gozosas, las estudiantes del colegio las
Bethlemitas. En su capilla siempre iluminada por una veladora, las
monjas profesoras depositaron sus angustias y sus ilusiones. Más de un espíritu
agobiado descargó de golpe toda su desazón en un interlocutor misericordioso
que se tomó la molestia de escucharlo.
Pero esos eran
otros tiempos, más sombríos.
Porque hoy,
declarado patrimonio histórico y arquitectónico del país, el viejo caserón
restaurado tantas veces es una suerte de carnaval en perpetua renovación que
alberga, en primer lugar la historia viva del municipio. En sus corredores y
salones el visitante puede tomarle el pulso a
cada uno de los momentos en que Marsella ha entrado en contacto con las
novedades del mundo. La imprenta, el
cine, el fonógrafo y la radio, así como
los instrumentos utilizados por músicos y artesanos devienen un rastro a la vez
mudo y elocuente. Si el visitante se deja llevar, no tardará en descubrir que
esos objetos y retratos le cuentan cosas.
Si se detiene
por aquí, la fotografía de una muchacha hoy muerta y enterrada le hablará del
fulgor irrecuperable de la juventud.
Si hace un alto
frente a un instrumento musical no tardará en descubrir que los viejos bambucos
y pasillos todavía alientan en el aire, mezclados con las tonadas modernas que
un grupo de jóvenes interpretan bajo la orientación de un maestro egresado de
la Universidad Tecnológica de Pereira.
Y abajo,
presidiéndolo todo, desde uno de esos patios empedrados que tenían sus
veraneras y sus fuentes de agua, las piezas de un enorme tablero de ajedrez
contemplan un rectángulo de cielo azul velado por un techo de tejas de barro.
Quién sabe. A lo
mejor esos ejércitos de reyes y reinas, de torres y caballos, de alfiles y
peones dirimen en la alta noche, cuando
nadie los ve, un viejo pleito no
resuelto desde los días aciagos de Villa
Rica de Segovia.
Porque este lugar tampoco escapó a la locura de nuestras
guerras seculares. Las que, disfrazadas bajo otras consignas, perduran hasta nuestros días.
Lo nuestro es la
vida.
“Somos conscientes de que Marsella, igual que todo el
país, ha sido protagonista de muchas de esas manifestaciones violentas. Pero,
sin negar esa parte de nuestra historia,
hoy queremos jugárnosla toda a las cartas de la vida”.
El tono firme de
su voz no admite apelación. Es Adriana
Grisales, la bibliotecaria de Comfamiliar Risaralda en Marsella. Cuando cruza
la plaza principal con su melena dorada
llameando al viento, los parroquianos que dormitan en las bancas se sobresaltan con ese paso que la lleva
hacia el lugar donde las comunidades requieran un soplo de vida. Puede ser una
proyección de cine, un taller de plastilina o una jornada de promoción de
lectura. A pie, en moto o en jeep Adriana consiguió llegar con su propuesta
creativa a un sector tan brutalmente apaleado como el de Beltrán, el recodo del
río Cauca adonde fueron a parar cientos
de cadáveres durante los años duros de
la guerra en el Norte del Valle.
Cuentan las
crónicas que los campesinos utilizaban sus viejas redes de pescar para sacar
cadáveres de las aguas
“Pero hoy es otra cosa”,
insiste Adriana. “Al principio era muy duro ver como los niños dibujaban en sus cuadernos los cuerpos que veían sacar
del río. Pero de a poco las cosas empezaron a cambiar. La alegría empezó a regresar a sus vidas. Los padres y los maestros, que en principio se
mostraban descreídos, cambiaron de
actitud. En algún momento del camino sus propias vidas comenzaron a ser
transformadas por la cultura y ellos mismos empezaron a pedir que los programas culturales no solo se mantuvieran
sino que se multiplicaran. Esa es una de las razones por las que podemos
afirmar que Marsella vive hoy otra parte
de su historia”.
Con una cuchilla
“Si no me
querés / te corto la cara/ con una cuchilla/ de esas de afeitar…”
¿Quién no ha
cantado al menos una vez en su vida esa tonada de Las Hermanitas Calle?
Bueno, sucede
que a mediados del año 2015 los habitantes de Marsella despertaron y descubrieron que, por obra y
gracia de un sortilegio, vivían dentro de una telenovela, cuyos actores se paseaban por las calles del pueblo.
Salían de misa y
se encontraban con Danielle Arciniegas.
Regresaban de la
compra en la carnicería y se tropezaban con Juan Pablo Urrego.
Los
muchachos terminaban la jornada escolar
y se quedaban sin aliento al darse de narices con Carolina Gaitán.
Tres factores
incidieron para que los productores decidieran grabar su telenovela sobre esas legendarias cantantes del género
carrilera en algunas locaciones de Marsella:
Su cercanía a
Pereira.
Su vocación
cafetera.
Y sus muy bien
conservadas fachadas.
Y entonces se
produjo el fenómeno: como una cuchilla que todo lo arrasa, miles de turistas de
todos los rincones del país se lanzaron sobre el pueblo, ávidos de color local.
Un domingo sí y
otro también, sorteaban las conocidas y mareadoras curvas para constatar con
sus propios ojos lo que veían en la pantalla.
Como era de esperarse, lo desbordaron todo en
un pueblo que no estaba preparado para eso: los restaurantes, los hoteles, las
cafeterías, los parqueaderos, los urinarios,
los parques.
Y una vez pasada la fiebre, se fueron para no
volver.
Pero en el aire
de Marsella quedó flotando una pregunta: ¿Qué pasó con aquella “vocación
turística” de la que se hablara tanto en los años ochenta del siglo anterior?
Los días dorados
de don Manuel Semilla.
Cada quien a su
manera: líderes comunitarios, políticos, gobernantes, jóvenes, hombres y
mujeres aventuró su propio catálogo:
La Casa de la Cultura
El cementerio
El Jardín Botánico
La Serranía del
Nudo
El avistamiento de aves
Las muchas quebradas y riachuelos
La reserva natural
La ruta del agua
La ruta de las artesanías
La ruta del chocolate
Don Tomás Iza,
el maestro de toda la vida, no se cansó nunca de recordarles que el municipio
tenía un potencial nunca aprovechado del todo y que eso de Villa Rica de Segovia no era una casualidad.
Sin ponerse de
acuerdo todos evocaron los tiempos en
que la obra de don Manuel Semilla obtuvo
un reconocimiento internacional. Como bien lo anotara el exgobernador Carlos
Arturo López, todavía no se habían
inventado las políticas ambientales y eso de crear un Jardín Botánico les parecía a muchos una cosa de locos.
“Hoy, muchos añoran esas locuras”, sentencia López mientras le
quita los piojos, o vaya uno a saber qué bichos, a una de sus orquídeas.
“Vivimos
dándole la espalda a un tesoro”, repetía don Tomás, al tiempo que alzaba un
dedo índice admonitorio mientras disfrutaba el café mañanero.
Dicen que en esos momentos miraba en realidad hacia adentro
evocando los pasos de sus
ancestros llegados de oriente.
Grano Rojo
Guillermo Gamba
es uno de esos hombres que han hecho de todo en la vida. De maestro rural a catedrático universitario. De
consultor de proyectos a fabricante y vendedor de obleas. Su esencia es la esos
trashumantes que toman todo lo que
encuentran el camino y lo amasan a la medida de sus anhelos. Por eso un día
decidió consagrarse a la escritura de cuentos y novelas en los que hace de la
historia mito y de la leyenda historia. Por
las páginas de una novela como Tacaloa,
viento y sueños gravita una Marsella
muy suya, ingrávida a veces, como la neblina que abraza los campos en las
madrugadas. Pero en otras es dura y golpea con el mazo de sus violencias
tempranas. Todas esas cosas las condensa
en un blog al que decidió bautizar como Grano
Rojo, en homenaje a esta tierra que lo despertó a las primeras alucinaciones del deseo y el
pavor.
Como en un espejo.
En una de las
vitrinas de la Casa de la Cultura
reposa una prenda que parece cansada, como el cuerpo del futbolista que una vez
la lució en un estadio lejano. Es una camiseta del club Olympique de Marsella, la ciudad hermana de esta Villa
Rica de Segovia sin mar pero igual
habitada por hijos errantes que un día están aquí y mañana en el otro extremo
del planeta.
A veces, algunos
turistas provenientes de ese puerto sobre el Mediterráneo llegan a esta otra
Marsella que les devuelve la paz con el rumor de sus riachuelos, con el súbito
vuelo de un colibrí o con el sabor de un buen plato cocido en leña.
En algún momento
de su estadía todos se sorprenden con la cantidad de veces que un nombre se
repite en establecimientos públicos y privados de la localidad: el del
sacerdote Jesús María Estrada.
Y, si quieren,
pueden animarse con un par de aguardientes en un bar de la plaza mientras al
fondo suena La cuchilla, de Las Hemanitas Calle.
A lo mejor en
ese juego de espejos asistan a su modo a otro despertar de las conciencias.
PDT: Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
https://www.youtube.com/watch?v=I86No1YcDfM
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