Too old to rock and roll
Too young to die.
Jethro Tull
Poetas ellos mismos, Bob Dylan y Leonard Cohen se remitieron siempre a la
gran literatura a la hora de componer sus canciones. Ambos de origen judío, se
educaron en una tradición de reverencia por la palabra escrita. Y ese no es un
dato menor. Como no lo es que, en dos momentos distintos, hayan sido
galardonados con el Premio Nobel de Literatura el primero y el Premio Cervantes de las
letras el segundo.
Traductora de Rimbaud, la gran Patti Smith ha expresado siempre la gran
influencia que los llamados “Poetas malditos” franceses ha ejercido sobre su
obra en verso y en prosa, aparte de su conocido cancionero.
“There´s a lady who´s sure/ all
that glitter is gold/ and she´s buying a stairway / to heaven”, canta Robert Plant con esa voz suya
salida de las entrañas.
“Picture yourself in a boat/ on a
river/ with tangerine trees/ and marmalade skies” sugerían The Beatles instalados en el
vórtice mismo de la sicodelia.
“Hello darkness/ my old friend/ I´ve come to talk with you again”, escribió
Paul Simon en una canción que, no por casualidad, muchas Iglesias del mundo
hicieron suya.
“Hear the rime of the ancient
mariner/ see his eyes as he stops one of the three mesmerizes/ of one of the
wedding guests/ stay here listen to the nightmares of the sea!”, cantan los Iron Maiden en una canción inspirada
en The rime of the ancient mariner, el
poema de S.T. Coleridge.
Uno podría seguir el viaje literario de músicos como Jim Morrison o Lou
Reed y no acabaría nunca: el rock, el buen rock, aparte de una propuesta sonora
es también una búsqueda poética y narrativa, igual que la salsa, el tango y
otras músicas de los extramuros urbanos.
Si pasamos a las influencias musicales de bandas y solistas, el catálogo no
es menos extenso. La presencia de Brahms
en las extensas y no por eso menos frescas canciones de Yes. El misticismo de Bach en el cancionero de
Jethro Tull. La sofisticación de
Prokofiev y Mussorgsky en las búsquedas de Emerson, Lake & Palmer. La
formación sinfónica de los integrantes de Deep Purple. La vocación operática de Queen.
Así que, cuando cada cierto tiempo aparece un profeta anunciando la
inminente muerte del rock, me hago la misma pregunta: ¿Cómo va a morir una
música que se nutre de semejantes fuentes? Para empezar, ni siquiera existe una
sola línea de rock a la que puedan ponerle una placa y despachar al otro
mundo. Hagamos una revisión rápida de algunas entre muchas etiquetas utilizadas
para clasificarlo: acid rock, heavy rock,
rock sinfónico, rockabilly, rock progresivo, folk rock, rock and blues, glam
rock, metal, punk, grunge y de los años noventa para acá, rock alternativo, aunque nadie ha podido
explicar alternativo a qué.
Como ven, esa diversidad nos conduce a otra pregunta: ¿De qué hablamos
cuando hablamos de rock? Abundan los
libros que intentan una aproximación al género desde las claves de la
sociología, la antropología, la Historia, la filosofía y el análisis literario.
Como el propósito del presente texto no es hacer un análisis de obras y
autores, resumamos: el rock es un género musical cuyo nacimiento oficial
algunos datan en 1954, que echa raíces en expresiones de vieja tradición
cultural como el blues de los negros del Mississippi, los cantos espirituales
de las iglesias, los ritmos campesinos tradicionales, el jazz de la marginación
urbana y, claro, la tradición clásica europea.
Mejor dicho: el mar del rock está formado de muchos ríos que, por distintos
caminos, se nutren de la tradición cultural- y no sólo musical- de oriente y occidente.
Es algo así como el mito del hombre de las mil caras llevado al mundo de la
música.
Proteico como el hombre de las mil caras, este género musical tiene la
capacidad de convertirse en otra cosa cada vez que el entorno social, político,
económico y cultural parece hacer ineludibe su extinción. De ahí la cantidad de
profetas que han anunciado su muerte mil y una veces.
Lo advirtieron cuando las revueltas de mayo de 1968 en Francia y el verano de las flores en California
tocaron a su fin.
Lo dijeron cuando la música discotequera salió de su ambiente natural- los clubes
nocturnos hechos para bailar- y se apoderó de las estaciones de radio del mundo
entero, dando lugar al conocido síndrome de Fiebre
de Sábado en la Noche.
Lo repitieron el día en que una nueva generación de músicos empezó a jugar de
otra manera con los instrumentos electrónicos y patentó de paso una corriente
bautizada con el nombre de tecno-pop o tecno- rock, para el caso de igual.
En América Latina y España, en lugar de morir, el rock decidió cantar en
otro idioma: el castellano adaptado a las particularidades de cada país. Según
algunos cronistas musicales, ese favor se lo debemos a los militares
argentinos: convencidos de que la pesadilla desatada durante su dictadura los
devoraría también a ellos, decidieron apelar al viejo y conocido truco de
exacerbar el patrioterismo para sostener esa abstracción conocida como “unidad
nacional”. Para conseguirlo desataron la guerra de las Malvinas y prohibieron a
las estaciones de radio emitir música en inglés. El resultado es bien conocido.
La guerra fue un fracaso y como las emisoras no podían desaparecer del dial
empezaron a desempolvar viejas grabaciones de bandas y solistas que no tardaron
en captar la atención del público.
Fue así como el género de las mil caras le surgió en nuevo rostro: el del rock en español. Poco importa que a
través de esa puerta las disqueras colaran expresiones que poco o nada tenía
que ver con el género. Para efectos de supervivencia musical, a los militares
argentinos se les fue el tiro por la culata. Pregúntenle a Lito Nebia, Charlie
García Nito Mestre, Celeste Carballo, El Indio Solari o a Luis Alberto Spinetta
– poco importa que esté muerto- y verán.
Para mantenerme al día con las nuevas corrientes, escucho de vez en cuando
a Radiónica, una estación perteneciente
al sistema colombiano de medios públicos. A juzgar por la diversidad y potencia
de lo que allí emiten en distintos idiomas, al viejo y querido rocanrol le vale
a la perfección la sentencia aquella- apócrifa o no- que el escritor José
Zorrilla habría hecho pronunciar a Don Juan Tenorio: “ Los muertos que vos matáis/ gozan de buena salud”.
PDT. Les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada
https://www.youtube.com/watch?v=HSa2_C3Qwf8
Este universo contracultural, "Imperio" que denomina Luis Brito en un ensayo, que me enseño a entender más el rock, que siempre escucho y en las meditaciones me llega lo que has escrito, mes dado un repaso lúcido y consciente, me reafirmo que con esas bases tan universales, evoluciones de la música y búsquedas como manifiesta "Revolver" de los Beatles. Paro ahí.. Usted si le da cuerda a uno maestro. Me has dado luces para la continuidad de este hilo rítmico que marca nuestra generación quizá de vista poco a poco con la música de las calles de nuestros pueblos que nos lleva tras los hilos de los ferrocarriles y el viento de las notas rockeras.
ResponderBorrarMi querido amigo: esa es la idea. Dar cuerda, animar el diálogo, ese es el propósito de este blog y el rock tiene tantos matices que en nuestras facultades de literatura, música y estética están en mora de crear una cátedra dedicada al género, como ya existen en algunas universidades del mundo.
ResponderBorrarHablamos,
Gustavo