Toda época se
cree fundadora del mundo. Antes de ella estaban el vacío, el caos y las
tinieblas bíblicas. Aquello de “caminamos sobre hombros de gigantes” funciona
apenas para unos cuantos espíritus lúcidos y agradecidos. De ahí el prestigio
infundado de las palabras inventor o
genio como si los seres y las cosas surgieran por generación
espontánea, sin deuda alguna con quienes
los precedieron.
La llegada de
internet dotó de un nuevo sentido al vocablo latino Virtualis, heredado
del griego dinaton a través de Aristóteles. En su acepción
original, dinaton quiere decir lo que tiene un principio de
movimiento, de dinamis que permite hacer algo o experimentar algo.
La virtualidad es entonces una potencia.
Cada nueva
tecnología entroniza un lenguaje, una cosmovisión a medida que transforma
nuestra percepción de las cosas. Un caso clásico es el robo del fuego por parte
de Prometeo para entregarlo a los hombres. De inmediato ese acto modificó la
valoración que los mortales tenían de sí mismos y los hizo capaces de
enfrentarse a los dioses que, a modo de castigo crearon a Pandora y la hicieron
portadora de todos los males.
Internet no
podía ser la excepción. Entre tantas palabras y conceptos que nos ha deparado-
entre ellos el viejo y conocido vocablo Avatar para no hablar del lapidario hater- una de las más
utilizadas y abusadas es virtualidad o, para ser más precisos, realidad
virtual. Hasta hace poco, esa realidad estaba ubicada en el futuro, en un
mundo de ciencia ficción, pero con el talante vertiginoso de los cambios ahora
está en el presente y muy pronto se situará en el pasado antes de sorprendernos
con alguna otra novedad.
Al retornar al
pasado la realidad virtual no habrá hecho otra cosa que volver al
origen, porque, en últimas, los seres humanos no hemos hecho nada distinto a
forjar mundos paralelos que después se traducen en descubrimientos científicos, religiosos, políticos,
literarios, musicales o artísticos.
¿O qué son si
no, las intuiciones de los pitagóricos acerca del número como lenguaje cifrado
del universo? La célebre expresión “todo es número” es apenas otra manera de
nombrar la virtualidad de la realidad… o la realidad de lo virtual, depende de
cómo se mire.
Algo parecido
puede decirse de la llamada “Literatura de ficción”, en la que me atrevo a
incluir La Divina Comedia, del Dante, con sus universos paralelos de cielos e infiernos
Pensemos nada
más en esa formidable expresión de la virtualidad sintetizada en el mito
bíblico del Paraíso Terrenal del Antiguo
Testamento. Allí están cifrados- siempre
habrá una cifra, una clave- algunos elementos que siguen obrando en la mente y
la conducta de millones de creyentes formados en las grandes religiones del
Libro: el pecado, la mancha, la culpa,
el castigo y – lo más importante- la redención. Es tan poderosa esa presencia
que hasta los más recalcitrantes ateos a menudo tienen que enfrentarla en silencio:
los he escuchado hablar de esas cosas, aunque en principio no reconozcan ese legado del cristianismo y lo
oculten detrás del sibilino lenguaje freudiano
Como podemos
ver, la realidad virtual es acaso nuestra más antigua y fiel compañera de
viaje. Sólo que vestida con otros ropajes.
Y apenas vamos
en el Antiguo Testamento. De ahí en adelante o más atrás según la perspectiva
de cada observador, nos la encontramos en todas partes: en las cuevas de
Altamira, en los mitos y leyendas de todos los confines de la tierra, en los
libros de caballería, en las plegarias, en las canciones de los trovadores, en
las imágenes de los místicos, en las ecuaciones de los físicos, en los poemas
de todas las lenguas, en los discursos políticos. Llegados a este punto, vale
la pena detenerse a pensar en un detalle: en últimas, los políticos en campaña
les proponen a sus potenciales electores una virtualidad a la que deben votar
si quieren hacerla realidad. Por eso al llegar al poder se ven ante la
imposibilidad de convertir en hechos lo prometido y se desencadena entonces una oleada de decepción.
Así las cosas,
en lugar de ser una criatura engendrada por la internet, lo que hizo la
virtualidad fue migrar hacia ese universo, tal como lo han hecho tantas cosas
de la vida: las viejas cartas convertidas en correos electrónicos, las obras de
arte o las músicas de todos los tiempos circulando a través de canales como Youtube
o de páginas web con millones de seguidores, el chismorreo cotidiano
multiplicado en las redes sociales, las vanidades de siempre asomadas a través de Facebook o Instagram.
Les propongo entonces
su propio viaje a través de la milenaria realidad virtual. Pueden hacerlo de
adelante hacia atrás o viceversa; si así lo consideran pueden permitirse
digresiones o fabricarse atajos. De esa manera, en algún recodo del camino a lo
mejor los asalte la presencia certera de su familiar homo virtualis.
PDT. les comparto enlace a la banda sonora de esta entrada:
https://www.youtube.com/watch?v=pFS4zYWxzNA
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