Lo leí a finales del año anterior en una de esas revistas de divulgación científica que los médicos y los gerentes de empresa mantienen en sus salas de espera para que los impacientes no cuenten los minutos: “ La práctica frecuente del coito intensifica los latidos del corazón, mejorando de ese modo la circulación y la oxigenación de la sangre”, decía el encabezado de la noticia, ilustrada con una imagen sacada de algún manual oriental inspirado en el Kamasutra.
Ah , carajo, exclamé, pensando en las posibilidades que ofrecían las piernas de mi vecina, una muchacha que desafiaba al mundo con la insolencia de su bronceado recién adquirido. Cómo si no bastara con la obscena asepsia implícita en la impersonal expresión “ Práctica frecuente del coito”, el autor del artículo convertía de un plumazo el viejo y divertido juego de echar un polvo en algo parecido a una sesión de aeróbicos o una extenuante jornada de gimnasio.
Nunca en mi medio siglo de estadía en este mundo de locos me había detenido a pensar que los goces del cuerpo precisaran de estímulos adicionales, como los puntos que ofrecen en los almacenes de cadena para premiar el consumo de sus compradores, aunque en el fondo todos saben que ya pagaron con creces lo que les están regalando. Por mí, pueden dormir tranquilos el ritmo del corazón, la circulación , la oxigenación de la sangre y el resto de arandelas : me basta con la siempre latente posibilidad de disolverme en el olvido y en la nada que ofrece un cuerpo ajeno cuando el azar o los dioses lo ponen en mi camino.
Con todo, no era para dejar de lado la amenaza latente en ese artículo de título predecible: “ Los beneficios del sexo”. Por ahí va la cosa, me dije en voz baja, lo que provocó la alarma de la muchacha de piernas doradas, temerosa tal vez de un ataque repentino : en las salas de espera nunca se sabe. Así que para tranquilizarla me dediqué a tararear una vieja y lasciva canción de Los toreros muertos. Ustedes la conocen. Por eso mejor volvamos al asunto que nos ocupa : Hasta donde recuerdo, los sabios, los poetas y los sibaritas han insistido siempre en que el talante insustituible de los placeres del cuerpo reside en su carácter absoluto : En el momento de la experiencia y mientras sus fuerzas ocultas se ponen de nuevo en marcha, no se precisa de nada más. Sucede con la comida, la bebida, la música, el fútbol,el arte y todas las situaciones que nos devuelven a la dicha irrepetible de estar vivos. Después , las cosas vuelven a empezar, pero ese ya es otro cuento.
Tendremos que andar con cuidado entonces, continué, momento que la muchacha de las piernas de oro aprovechó para cambiar de sitio. A este paso, uno ya no verá en el cuerpo desnudo que se insinúa a contraluz una promesa de dicha pasajera o perdurable, sino un tratamiento para curar la rigidez de la próstata o los desarreglos digestivos. Así funciona la lógica del capital : Todo en este mundo, prosaico o sublime, deberá producir su dosis de plusvalía, si no quiere acabar confinado en el cuarto de los trastos inútiles. Debe ser por eso que mi tía Arcángela y todos sus congéneres que en el planeta son legión no pueden disfrutar un simple y milagroso vaso de agua sin analizar antes los riesgos y las ventajas de los minerales que lo habitan. Tengo un compañero de trabajo que conoce la cantidad de exacta de calorías, grasas y carbohidratos contenidos en su dieta diaria. Eso sí , no le pregunte usted nunca a qué sabe la Lasagna que prepara mi amiga Celina en días de fiesta, porque lo metería en un callejón sin salida : solo podría hablarle de efectos colaterales en su sistema digestivo. En el mío en cambio produce algo bastante próximo a lo que algunos místicos llaman la dicha supraterrenal.
De pronto, justo cuando la muchacha vestida de sol desapareció detrás de la puerta de esa oficina mientras el gerente me miraba con aire triunfador, tuve la revelación . ¡Debe ser eso lo que llaman el Purgatorio! exclamé ante un auditorio de parroquianos alarmados: El placer despojado de sí mismo, convertido en moraleja destinada a apagarnos de una vez por todas las ansías de vivir, para que , ahora sí, reducidos a la condición de pellejos resecos y vacíos, nos consagremos con lo que nos resta de aliento a producir y consumir , hasta que se detengan los latidos de un corazón estimulado a duras penas por los movimientos del coito.
En el fondo, si lo piensas, la antigua consigna de los hippies de "haz el amor", se referia concretamente al coito y prometia como recompensa natural la paz y otras maravillas inalcanzables. Ya sabemos que el coito no trae mucho mas que placer, ademas de hijos, y eso deberia ser suficiente para toda la gente razonable. Un abrazo desde Las Palmas de Gran Canaria, donde los primeros dias me crei en algun lugar del Caribe, por el acento. Es increible lo fuerte que fue la emigracion canaria por tus pagos!!! Abrazo.
ResponderBorrarQué envidia- digo, de la buena, mi querido don Lalo- No sé si usted habrá visitado la costa caribe colombiana : hablan igualito que en las Islas Canarias. Por lo demás, tiene usted toda la razón : con un buen polvo debería bastar.
ResponderBorrarUna vez más, apreciado Gustavo, cómo nos gusta caer a los mortales en la trampa de las editoriales para vendernos sus revistas, lo que todos intuimos y lo que ya sabian los hindues hace mil años: que el sexo es beneficioso para la salud, ¿acaso hacia falta emprender un costoso estudio cientifico para saber que el corazon late a mil por hora en esos minutos gozosos?Si hasta mi profesora de biologia en mis años de secundaria decia que despues de la respiracion, el coito era la actividad que mas energia requeria del cuerpo, que equivalia tanto a como hacer ejercicio, ni mas ni menos, jeje.Otra cosa es que por nuestra educacion judeocristiana, desde siempre nuestra sociedad se haya visto obligada a vivir reprimida y a un continuo interreptus de gozar en el "pecado".
ResponderBorrarEso de " Continuo interruptus" define a la perfección lo que buena parte de las religiones han hecho del sexo, mi estimado José. Sobre lo de las revistas científicas tiene usted razón . El poeta Sabina lo define mejor : " Y la sangre al galope/ dentro del corazón".
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