jueves, 11 de julio de 2013

El país en su espejo




En su libro La conquista de México, el historiador Hugh Thomas  alude a  “la libertad de que gozaba Moctezuma, el emperador de los  mexicas, para cometer toda clase de  brutalidades arbitrarias, incluso fuera de Tenochtitlan, si creía, aun por un momento, que eran para el bien público”.
El bien público. La opinión pública. Antiguos y socorridos  argumentos de los gobernantes patriarcas para imponer al rebaño unas reglas de juego disfrazadas de  defensa del bienestar colectivo, aunque en últimas respondan más a  sus intereses particulares  y a los del grupo de poder que representan. La imagen nos remite a la figura del padre déspota y protector que les asesta día tras día una paliza a sus vástagos, no sin antes repetirles la manida frase aquella de: “Es por su bien, mijitos”.
Un día, uno de esos hijos elegirá entre su libertad y los designios  paternos y entonces pasará a formar parte de la chusma subversiva: no se viola impunemente el cuarto mandamiento. “Honra  a tu padre y tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová, tu Dios, te da” dice el libro del Éxodo en una suerte de promesa que a su vez lleva una amenaza implícita: la de la extinción temprana para los réprobos.
Tal como sucede con los individuos, las sociedades  sin rumbo replican a pie juntillas el modelo del caudillo   benefactor y autoritario a la vez, expresado  a través de un  presidente elegido por voto  popular, una teocracia o un dictador entronizado a troche y moche. Los líderes mesiánicos florecen en  comunidades frágiles, como la Alemania devastada por la  Primera Guerra Mundial, la Rusia sojuzgada por los zares o esos países llamados en vías de desarrollo controlados por castas seculares  que combinan a partes iguales el poder político y económico.  África  y América  Latina  han sido continentes pródigos en ese tipo de  personajes, multiplicados poco después de las guerras de independencia. Acostumbrados a  la  omnipresencia del soberano en los terrenos de la  vida pública y privada, una  vez sacudidos del yugo imperial estos pueblos no tardaron en  extrañar y reclamar la mano dura que los  hacía sentir  seguros y dueños de un destino en el mundo. Como la ley de oferta y demanda funciona también para la política, hecha la petición no tardaron en aparecer las soluciones  providenciales, encarnadas  esta vez  en una sucesión de nombres como Haile Selassie  en Etiopía, Anastasio Somoza en Nicaragua, Alfredo Stroessner en Paraguay, Marcos  Pérez Jiménez   y Hugo Chávez en  Venezuela, Juan Domingo Perón en Argentina o los hermanos  Castro en Cuba.
Da igual si su ropaje ideológico los ubica a la izquierda o  la derecha. En últimas el caudillo funciona a modo de espejo  donde se reflejan los miedos y los anhelos de sus seguidores. De allí la fe  ciega de estos últimos, bastante próxima a la devoción  religiosa. En ese  estado mental cualquier horror perpetrado por el gobernante y sus aliados es pasado por alto si la recompensa  es algo parecido a un derrotero capaz de conducirlos   a puerto seguro, como la figura bíblica de Moisés  guiando a los hebreos hasta  la tierra  prometida.
Si el caudillo es capaz de brindarle una dosis  mínima de tranquilidad que lo exonere de  asumir las riendas de su propio destino, el ciudadano, o  elector  primario que llaman, no tendrá problema en volver la vista hacia otro lado cuando se hacen visibles las corruptelas y arbitrariedades de quien ha elegido como su guía: cualquier cosa menos poner en entredicho a quien con su discurso y sus acciones le brinda un antídoto para las incertidumbres del cuerpo y del alma.
De allí  que resulten tan exageradas las reacciones de un sector de la sociedad colombiana  ante la selección del ex presidente  Álvaro Uribe  como “El Gran Colombiano de todos los tiempos", según  una encuesta de History Chanel ¿De qué se sorprenden? Al fin y al cabo el  hacendado  de “El Ubérrimo” es el espejo perfecto donde se refleja la condición de quienes votaron por él. O s i no hagan un breve repaso de esos ocho años transitados a través de componendas, bravuconerías, insultos, doble moral, amenazas veladas o directas y hasta delitos de cohecho con un solo culpable. Al final verán que no existen muchas razones para sorprenderse. Después de todo, el poeta Rafael Pombo ya definió en una frase certera la esencia del ser nacional : “Mamita dame palo/ pero dame qué comer".

6 comentarios:

  1. Joder, usted lo acaba de confirmar: somos un continente retorcido, invadido por una permanente insania colectiva a modo de bruma que nos venda los ojos y atrofia los otros sentidos. "el gran colombiano..." ja. Si le sirve de consuelo, aqui en Bolivia ya han aventurado que Evo es el mejor presidente de la historia nacional, y otros lo proclaman como heredero del legado de Chavez, riendose en el bigote de Maduro.Pero el sumún del desproposito fue aquella vez que un pensante lo bautizó como el Mandela andino, casi me corto las venas de indignación. Asi estamos.

    ResponderBorrar
  2. "¡Mandela andino!" Esa si está de antología, apreciado José. Para ampliación sobre el embeleco de " El Gran Colombiano", le recuerdo que History Channel es propiedad de Rupert Murdoch. A su vez,Álvaro Uribe es miembro de la junta directiva de uno de los canales Fox, filial del holding televisivo del magnate Australiano ¿Ya ve por dónde va el agua al molino? Como si fuera poco, la idea parece ser otro de los engendros de JJ Rendón. Si, el mismísimo asesor de tantas campañas políticas en el mundo.

    ResponderBorrar
  3. Ah, Gustavo, si Clístenes viviera trabajaría para Rupert Murdoch y la democracia sería una función de la plusvalía… Los políticos pueden ser buenos para medir las consecuencias inmediatas de sus actos, pero cuando el juego llega a la tercero o cuarta movida se les va de las manos. Lo que dices de Uribe como “el gran colombiano de todos los tiempos” me hace recordar una encuesta en el ámbito británico de la BBC, en el 2002: 1) Churchill, 2) Brunel (ingeniero que desarrolló ferrocarriles, barcos, puentes, túneles), 4) Darwin, 5) Shakespeare, 6) Newton, 7), Elizabeth I, 9) Nelson, 10) Oliver Cromwell. Ya sé, faltan dos… en tercer lugar estuvo Diana, princesa de Gales, y en octavo John Lennon. Diana antes que Darwin, Shakespeare, Nelson, Newton… Y si la encuesta se hiciera ahora, Diana ni siquiera aparecería en la lista. ¿A quién pondrías tú? Yo propongo a Andy Murray. O tal vez José Mourinho.

    ResponderBorrar
  4. Bueno, mi querido don Lalo, John Milton, no estaría nada mal... o incluso Jethro Tull, el agrónomo que con sus herramientas revolucionó los modos de producción y explotación de la tierra en el Reino Unido. A propósito: siempre he sospechado algo de fina ironía en esta última expresión: United Kingdom.

    ResponderBorrar
  5. Estas seguro de preferir al agronomo, antes que a la banda de rock del mismo nombre? Reflexiona, no te precipites...

    ResponderBorrar
  6. Me dejó sumido en serias dudas... o mejor dicho, certezas, mi querido don Lalo. Tantas, que aquí les comparto enlace a una bella canción de esa formidable banda que tomó su nombre en homenaje al citado agrónomo.
    http://www.youtube.com/watch?v=P2MgU7PNHgw

    ResponderBorrar

Ingrese aqui su comentario, de forma respetuosa y argumentada: