En su libro La
conquista de México, el historiador Hugh Thomas
alude a “la libertad de que
gozaba Moctezuma, el emperador de los
mexicas, para cometer toda clase de
brutalidades arbitrarias, incluso fuera de Tenochtitlan, si creía, aun
por un momento, que eran para el bien público”.
El bien público.
La opinión pública. Antiguos y socorridos
argumentos de los gobernantes patriarcas para imponer al rebaño unas
reglas de juego disfrazadas de defensa del
bienestar colectivo, aunque en últimas respondan más a sus intereses particulares y a los del grupo de poder que representan.
La imagen nos remite a la figura del padre déspota y protector que les asesta
día tras día una paliza a sus vástagos, no sin antes repetirles la manida frase
aquella de: “Es por su bien, mijitos”.
Un día, uno de
esos hijos elegirá entre su libertad y los designios paternos y entonces pasará a formar parte de
la chusma subversiva: no se viola impunemente el cuarto mandamiento. “Honra a tu padre y tu madre, para que tus días se
alarguen en la tierra que Jehová, tu Dios, te da” dice el libro del Éxodo en
una suerte de promesa que a su vez lleva una amenaza implícita: la de la
extinción temprana para los réprobos.
Tal como sucede
con los individuos, las sociedades sin
rumbo replican a pie juntillas el modelo del caudillo benefactor y autoritario a la vez, expresado
a través de un presidente elegido por voto popular, una teocracia o un dictador
entronizado a troche y moche. Los líderes mesiánicos florecen en comunidades frágiles, como la Alemania
devastada por la Primera Guerra Mundial,
la Rusia sojuzgada por los zares o esos países llamados en vías de desarrollo
controlados por castas seculares que
combinan a partes iguales el poder político y económico. África
y América Latina han sido continentes pródigos en ese tipo de personajes, multiplicados poco después de las
guerras de independencia. Acostumbrados a
la omnipresencia del soberano en
los terrenos de la vida pública y
privada, una vez sacudidos del yugo
imperial estos pueblos no tardaron en
extrañar y reclamar la mano dura que los
hacía sentir seguros y dueños de
un destino en el mundo. Como la ley de oferta y demanda funciona también para
la política, hecha la petición no tardaron en aparecer las soluciones providenciales, encarnadas esta vez
en una sucesión de nombres como Haile Selassie en Etiopía, Anastasio Somoza en Nicaragua,
Alfredo Stroessner en Paraguay, Marcos
Pérez Jiménez y Hugo Chávez
en Venezuela, Juan Domingo Perón en
Argentina o los hermanos Castro en Cuba.
Da igual si su
ropaje ideológico los ubica a la izquierda o
la derecha. En últimas el caudillo funciona a modo de espejo donde se reflejan los miedos y los anhelos de
sus seguidores. De allí la fe ciega de
estos últimos, bastante próxima a la devoción
religiosa. En ese estado mental
cualquier horror perpetrado por el gobernante y sus aliados es pasado por alto
si la recompensa es algo parecido a un
derrotero capaz de conducirlos a puerto seguro, como la figura bíblica de
Moisés guiando a los hebreos hasta la tierra
prometida.
Si el caudillo
es capaz de brindarle una dosis mínima
de tranquilidad que lo exonere de asumir
las riendas de su propio destino, el ciudadano, o elector
primario que llaman, no tendrá problema en volver la vista hacia otro
lado cuando se hacen visibles las corruptelas y arbitrariedades de quien ha
elegido como su guía: cualquier cosa menos poner en entredicho a quien con su
discurso y sus acciones le brinda un antídoto para las incertidumbres del
cuerpo y del alma.
De allí que
resulten tan exageradas las reacciones de un sector de la sociedad
colombiana ante la selección del ex
presidente Álvaro Uribe como “El Gran Colombiano de todos los
tiempos", según una encuesta de History
Chanel ¿De qué se sorprenden? Al fin y al cabo el hacendado
de “El Ubérrimo” es el espejo perfecto donde se refleja la condición de
quienes votaron por él. O s i no hagan un breve repaso de esos ocho años
transitados a través de componendas, bravuconerías, insultos, doble moral,
amenazas veladas o directas y hasta delitos de cohecho con un solo culpable. Al
final verán que no existen muchas razones para sorprenderse. Después de todo,
el poeta Rafael Pombo ya definió en una frase certera la esencia del ser
nacional : “Mamita dame palo/ pero dame qué comer".
Joder, usted lo acaba de confirmar: somos un continente retorcido, invadido por una permanente insania colectiva a modo de bruma que nos venda los ojos y atrofia los otros sentidos. "el gran colombiano..." ja. Si le sirve de consuelo, aqui en Bolivia ya han aventurado que Evo es el mejor presidente de la historia nacional, y otros lo proclaman como heredero del legado de Chavez, riendose en el bigote de Maduro.Pero el sumún del desproposito fue aquella vez que un pensante lo bautizó como el Mandela andino, casi me corto las venas de indignación. Asi estamos.
ResponderBorrar"¡Mandela andino!" Esa si está de antología, apreciado José. Para ampliación sobre el embeleco de " El Gran Colombiano", le recuerdo que History Channel es propiedad de Rupert Murdoch. A su vez,Álvaro Uribe es miembro de la junta directiva de uno de los canales Fox, filial del holding televisivo del magnate Australiano ¿Ya ve por dónde va el agua al molino? Como si fuera poco, la idea parece ser otro de los engendros de JJ Rendón. Si, el mismísimo asesor de tantas campañas políticas en el mundo.
ResponderBorrarAh, Gustavo, si Clístenes viviera trabajaría para Rupert Murdoch y la democracia sería una función de la plusvalía… Los políticos pueden ser buenos para medir las consecuencias inmediatas de sus actos, pero cuando el juego llega a la tercero o cuarta movida se les va de las manos. Lo que dices de Uribe como “el gran colombiano de todos los tiempos” me hace recordar una encuesta en el ámbito británico de la BBC, en el 2002: 1) Churchill, 2) Brunel (ingeniero que desarrolló ferrocarriles, barcos, puentes, túneles), 4) Darwin, 5) Shakespeare, 6) Newton, 7), Elizabeth I, 9) Nelson, 10) Oliver Cromwell. Ya sé, faltan dos… en tercer lugar estuvo Diana, princesa de Gales, y en octavo John Lennon. Diana antes que Darwin, Shakespeare, Nelson, Newton… Y si la encuesta se hiciera ahora, Diana ni siquiera aparecería en la lista. ¿A quién pondrías tú? Yo propongo a Andy Murray. O tal vez José Mourinho.
ResponderBorrarBueno, mi querido don Lalo, John Milton, no estaría nada mal... o incluso Jethro Tull, el agrónomo que con sus herramientas revolucionó los modos de producción y explotación de la tierra en el Reino Unido. A propósito: siempre he sospechado algo de fina ironía en esta última expresión: United Kingdom.
ResponderBorrarEstas seguro de preferir al agronomo, antes que a la banda de rock del mismo nombre? Reflexiona, no te precipites...
ResponderBorrarMe dejó sumido en serias dudas... o mejor dicho, certezas, mi querido don Lalo. Tantas, que aquí les comparto enlace a una bella canción de esa formidable banda que tomó su nombre en homenaje al citado agrónomo.
ResponderBorrarhttp://www.youtube.com/watch?v=P2MgU7PNHgw