Fotografía de Camilo Medina
Tomada de la revista La Urbana
Cansado de oír
hablar de estirpes, gestas, razas, así
como de “heroicos y buenos hijos”
resucitados por estos días con motivo de los 150 años de Pereira, decidí echarme
a las calles por enésima vez, convencido como vivo de que es en las tiendas de
esquina, en los billares, en los parques y en las canchas de fútbol donde se
tejen y destejen los destinos de una
comunidad. Siempre es saludable volver al rostro de la gente anónima en medio
de tanto prohombre condecorado.
“ Barrio/ Viejo
barrio/ que tenés el alma inquieta/ de un gorrión sentimental” dice la letra de
un célebre tango escrito a la medida de
los habitantes del entrañable sector de Berlín, ubicado en la comuna
Villavicencio. En una de sus esquinas
sobrevive “El milongón”, una suerte de templo presidido por las voces de Agustín Magaldi, Carlos Gardel,
Bienvenido Granda, Felipe Pirela, Olimpo Cárdenas, José Alfredo Jiménez, El
Caballero Gaucho y otros cuantos sumos
sacerdotes del sentimiento popular. Sus paredes lucen adornadas con fotografías
de un Deportivo Pereira al que las trampas de la nostalgia han revestido de
improbables glorias. Por aquí pasaban
legiones de hinchas atormentados o
gozosos, cuando el equipo libraba sus ya
conocidas batallas con el infortunio en el hoy destartalado estadio de Libaré.
Buena parte de
los habitantes de Berlín descendieron de
esos pueblos “ colgados de un barranco”, atraídos por el señuelo de las fábricas recién abiertas en el suburbio industrial de Dosquebradas
o empujados por una de las arremetidas
de esas violencias que en Colombia ya se
nos volvieron seña de identidad. En un
local de la carrera 10 con calle 5 funcionó durante décadas, hasta la muerte de
don Luis Carlos Giraldo, su dueño, un negocio llamado “Mi arbolito”. Era un
cruce de tienda, bar y salón de juegos de azar que albergó durante muchos años a los más avezados tahúres del sector. Algunos de ellos se
ganaban la vida jugando a las cartas.
Tanto que era escena corriente verlos tomar
una suma de dinero de los depósitos de las apuestas y entregarlo a la
mujer o al hijo para cumplir con la
compra del mercado. Al final de la jornada lo sustraído era sumado o restado al
balance diario. Azares de la economía.
En los años
setentas del siglo pasado una generación entera de muchachos empacó maletas y partió hacia Venezuela y Estados Unidos como
quien viaja a una tierra de promisión. Muchos trabajaron en fábricas, limpiaron
oficinas o se emplearon como peones en
las granjas. A su regreso abrieron
pequeñas tiendas o almacenes y
apuntalaron su prestigio con la exhibición de un televisor o un amplificador de
sonido devenidos resumen de su éxito mundano.
Otros, como Wallace,
un hombretón rubio que primero
fue taxista, se embarcaron en ese viaje
sin regreso que cambió para siempre y de manera nefasta la historia de
Colombia: el narcotráfico. Todavía es
posible verlos regresar en las
temporadas de vacaciones ostentando los
símbolos visibles de su nueva
vida: una camioneta de última generación, una rubia platino recién operada y
una legión de aúlicos consagrados con
alma y vida a su vocación de mensajeros y guardaespaldas.
Durante muchos años recorrí las calles de mi
ciudad sin más vehículo que mis pies,
protegidos, eso sí por un par de zapatones de siete leguas y de puro cuero, fabricados por un par de
viejos queridos. Se trata de Alicia
Quiceno y Ovidio González, vecinos del
sector, que con paciencia de orfebres y devoción de
peregrinos se consagraron durante años a
confeccionar zapatos. Sus productos
estaban pensados para durar y servir. Por lo tanto no pudieron
sobrevivir- al igual que miles de familias en el país- a la avalancha de
mercancías chinas diseñadas para el desecho rápido y vendidas a precios
que hacen imposible cualquier intento de
competencia. Para algo ha de servir tanta mano de obra hambrienta y barata.
Ovidio y Alicia
Ovidio y Alicia
Su taller
almacén ostentaba el nombre de Bianchi. Era
un homenaje al ciclista colombiano Cochise Rodriguez, el primero que
se hizo sentir en las carreteras y
velódromos europeos. Bianchi era la marca del equipo italiano que lo contrató.
El deportista se retiró hace muchos años, pero Alicia y Ovidio siguen
pedaleando, al igual que tantos otros habitantes de Berlín y de otros sectores de Pereira,
empecinados en defender un destino hecho en el asfalto.
PDT : les comparto enlace a la canción de Gardel, Lepera y Battistella citada al comienzo
http://www.youtube.com/watch?v=b0rqyl5TYGE
PDT : les comparto enlace a la canción de Gardel, Lepera y Battistella citada al comienzo
http://www.youtube.com/watch?v=b0rqyl5TYGE
Todavía quedan dos sitios parecidos al Milongón ahí cerca. "Aquí me quedo yo", el bar de Pedro Montes (cll 4 entre 11 y 10) y "El Bandoneón" de un señor al que todo mundo le dice Kalidad (cra 10 entre 4 y 5). Ni que decir que la arquitectura de estas calles recuerda al Buenos Aires de los años 30 mezclado con la Habana vieja ruinosa de hoy y otras, las más, a cualquier pueblo cafetero perdido en la cordillera. Dijeron que el barrio se llama Berlín porque en su momento, hace casi 100 años, fue sector de élite dónde vivieron familias de origen europeo enriquecidas en las minas de Marmato y Riosucio. Puede que sea un mito. Algunas de estas venerables casas, con patio interior, largos zaguanes y techos podridos de barro, literalmente, se desmoronan en terrones. Como vivo ahí cerquita, estoy convencido que la mejor vista que existe de Pereira se logra desde la mansión de 3 pisos color naranja ubicada en la esquina de la cra 11 con calle 6: de su azotea se puede contemplar una ciudad que se vierte, suavemente, hacia el occidente en las cuencas de sus ríos y quebradas. Al atardecer los colores del cielo pintan los edificios de tonos malvados, que se derraman por sus paredes, por los huecos entre construcciones, justo antes que la babel cafetera comience a estremecerse en una nueva sucesión de tiroteos.
ResponderBorrarCami.
Alguien dijo que la nostalgia no opera en relación con un lugar, sino con el tiempo, con los momentos vividos en ese lugar. Uno sabe esto, pero no hay remedio: igual se nos “pianta un lagrimón” cuando visitamos, como decía el tango que citas. En tu homenaje a Berlín asoman bares, personas entrañables, hasta gente de avería, fútbol, ciclismo… algunos de los eternos protagonistas elementales que sostienen nuestros recuerdos. Para completar, sólo agregaría un par de versos de Melodía de Arrabal: “Hay un fueye que rezonga/ en la cortada mistonga,/ mientras que una pebeta,/ linda como una flor,/ espera coqueta/ bajo la quieta/luz de un farol.” Tanto para incorporar a la escena el bandoneón y la belleza de una mujer que será joven toda la eternidad.
ResponderBorrarMil gracias, apreciado Camilo, por enriquecer con la suya la mirada sobre uno de los sectores- a mi modo de ver- más bellos de la ciudad. Comparto su concepto sobre ese balcón : una tarde entre semana a eso de las cuatro; una cerveza bien fría o un Ron Viejo de Caldas sin mezclar... y el cielo derritiéndose allá abajo en una sucesión de amarillos, naranjas, rojos y lilas: como para que valga la pena estar vivo.
ResponderBorrarMi querido don Lalo: una semana después del asesinato de John Lennon, Gabriel García Márquez escribió un artículo titulado "Si : la nostalgia sigue siendo igual que antes". En una de sus líneas se lee lo siguiente: "En las noches vacías de la guerra el Ché Guevara escribió que la nostalgia empieza por la comida. Eso es cierto, pero solo cuando se siente hambre. Pero en realidad nuestro pasado personal solo se aleja definitivamente de nosotros cuando acaba de sonar una canción "
ResponderBorrarMi gracias por los versos restantes de Melodía de arrabal.
Conmovedor su texto, amigo Gustavo, a pesar de estar lejos, sus evocaciones bien valen para cualquier barrio tradicional de alguna ciudad boliviana que, como usted dijo alguna vez, nos hermana el absurdo y lo mágico a partes iguales. A pesar de no ser paceño, yo siento algo parecido cuando oigo los versos de un compositor nacional cuando describe a los barrios de su natal La Paz: “Tierra mía, mi canción como un lamento…Sopocachi, de mis años juveniles…Miraflores, mi refugio dominguero”. Como sé que usted es un coleccionista de tangos, aquí le ofrezco la versión completa de este bello retrato del alma paceña, interpretado por Argentino Ledesma( a mi modo de ver es la mejor canción escrita jamás sobre esa ciudad, y en tango precisamente, qué tendrá este género que siempre parece poesia cantada). Le cuento que innumerables artistas nacionales han sacado su versión pero ninguno se acerca a la voz de un argentino, para variar, jeje).
ResponderBorrarhttp://www.youtube.com/watch?v=hlQ_0xtFF34
¡ Carajo, José, yo he escuchado esa canción ! La interpretó alguna vez un grupo llegado del sur a su paso por Colombia y eso de "refugio dominguero" me sacudió las entrañas. Ese solo verso me remite siempre a una canción del dueto Joaquín Sabina- Fito Páez, titulada " Flores en su entierro". Dice así: " Un domingo sin fútbol/nos contó/ vencido que tiraba la toalla / y nadie le creyó".
ResponderBorrarMil gracias por el recuerdo. Aquí va el enlace a la canción.
http://www.youtube.com/watch?v=ExxDWJ0dtn8
Apreciado Gustavo. Buenas noches desde el verano. Luxemburgo se viste de sol, cosa un poco rara aquí en esta puerta del Norte. Muy hermnosa remembranza. No conozco mucho el barrio, pero he conocido otros con référencias parecidas, y después de todo, seguirá siendo mi ciudad por lejana que yo esté. Y Ovidio y Alicia han tenido que pagar el doloroso tributo ante la horrorosa invasión de la China, insoportable destino de baratijas, que sólo ha dejado ruinas por donde pasa. No hay derecho a esta impúdica imposición del libre comercio a cualquir precio. Como siempre es un placer leer sus artículos. Gracias por los tangos y las sugerencias de música. Un abrazo. Olga Lucía Betancourt
ResponderBorrarQué bueno tener noticias tuyas desde la- supongo-veraniega Luxemburgo, apreciada Olga Lucía. Creo que es en las calles de los barrios donde está escrita la historia de una ciudad. Otra cosa es que en los despachos oficiales y privados se determine irresponsablemente el destino de las comunidades.
ResponderBorrarUn abrazo grande.
Gustavo