jueves, 10 de octubre de 2013

Dos veces náufragos


Al comienzo de su brillante carrera en el fútbol europeo, la televisión del mundo nos mostró las imágenes del futbolista camerunés Samuel Eto´o en el primer viaje de regreso a su aldea natal. Descendió del cielo a bordo de un helicóptero como una suerte de divinidad pagana rediviva y se dedicó a repartir regalos entre una legión de niños hambrientos que soñaban con seguir sus pasos hacia esa tierra de promisión donde el simple hecho de hilvanar cabriolas con una pelota puede convertir a un muchacho pobre en millonario de la noche a la mañana.
Al menos eso es lo que dice el mito, porque la realidad es otra. Persiguiendo ese espejismo, miles de africanos acorralados por la miseria han emprendido la travesía desde remotos caseríos hasta las costas donde se adivina el resplandor del primer mundo al otro lado del Mediterráneo. Un alto porcentaje de ellos cae en manos de las mafias dedicadas al tráfico de personas. Si corren con buena fortuna son abandonados en las playas de España, Francia o Italia a merced de la policía de inmigración. Muchos son atrapados por delincuentes que los someten a esclavitud laboral o sexual, valiéndose de su condición de indocumentados. Otros ni siquiera alcanzan la costa: naufragan a bordo de frágiles embarcaciones llamadas pateras, construidas para albergar a lo sumo una veintena de viajeros, pero en las que los traficantes llegan a acomodar hasta cien personas. Cómo lo hacen sigue siendo un misterio de la física.
 Muchos de esos naufragios no son registrados por los medios de comunicación : o no se enteran de su existencia o se volvieron tan rutinarios que no constituyen noticia. Después de todo, para la Europa de Angela Merkel y sus amigos África es apenas un mal recuerdo de la resaca colonial. Para eso les dieron la independencia : para que se las arreglaran por si solos después de haber saqueado sus recursos materiales y su fuerza de trabajo esclava durante varios siglos.
Solo una tragedia como la acontecida esta semana frente a las costas de Lampedusa, Italia, pudo concitar la atención de los medios. Pero no por el drama personal y social de sus protagonistas sino por el número de víctimas del naufragio : varios centenares de muertos bien valen un titular de prensa. La historia de cada uno de ellos es asunto suyo. Sometidos a violencias y hambrunas seculares, gobernados por castas corruptas aliadas con las élites locales y atrapados en medio de guerras tribales atizadas por los nuevos colonizadores nada tienen que perder. Por eso no dudan en hacerse al camino sin más equipaje que el rescoldo de las ilusiones siempre aplazadas de llegar a la otra orilla. En sus lugares de origen la única esperanza es la muerte a plazos. O enrolarse en un grupo de milicianos dispuesto a exterminar a sus vecinos a cambio de un botín incierto. O triunfar en la liga de fútbol de Europa, Corea o China. En este caso repiten las viejas rutas imperiales. Solo que ahora no van a los mercados de esclavos sino a jugarse el destino en la bolsa de contrataciones de esas multinacionales que son los grandes clubes de fútbol en España, Italia o Inglaterra. Para uno entre mil se abren las puertas de la redención. Los demás , si llegan a puerto, seguirán una peregrinación por los arrabales de Barcelona, Madrid, Marsella o Nápoles, huyendo de la policía o de las bandas xenófobas estimuladas por el discurso de unos gobernantes que, incapaces de capotear la crisis, responsabilizan a los inmigrantes de todos los males. En invierno mueren de frío en las calles. Sus cuerpos son recogidos por funcionarios hastiados que los etiquetan y embalan como mercancías estropeadas y los conducen hacia no se sabe donde.
 Entre tanto, en una aldea de Nigeria, Sierra Leona, o Costa de Marfil sus hijos, padres, mujeres, nietos o hermanos aguardan su regreso alimentando la esperanza con imágenes rescatadas del resplandor de una pantalla de televisión instalada en una oficina pública o de una portada de revista hallada en un basurero. Un automóvil de lujo por aquí, las piernas doradas de una modelo por allá o un plato de pescado acompañado de vino blanco servido en un comedor remoto les bastan para mantener vivas las ilusiones.
Muchos de ellos no se enterarán nunca de la muerte de sus iguales en las aguas del Mediterráneo Pero si la noticia llega a sus oídos no bastará para disuadirlos de su intención de viajar en procura de esa quimera europea que los salve de su condición de náufragos por partida doble.

8 comentarios:

  1. Necesaria y elocuente reflexión, amigo Gustavo, en estos tiempos donde el “quemeimportismo” rige nuestras vidas mientras las desgracias suceden en otros lares. No hace mucho vi un documental de la televisión alemana donde se mostraba ese sueño que tienen muchos africanos de salir de la miseria, acosados por el hambre y la guerras tribales. Era revelador cómo familias enteras dependían de los envíos de remesas de un solo jugador que había tenido la suerte de jugar en un equipo modesto de la Bundesliga. Este buen muchacho era visto como salvador de su comunidad, pues había tenido la feliz idea de comprar furgonetas muy usadas para llevarlas a su país y darles una herramienta de trabajo a sus familiares y algunos amigos. En fin, bastante conmovedor el asunto. Mientras el mundo sea tan atrozmente desigual, nunca faltarán estómagos vacios dispuestos a jugarse su suerte en cualquier aventura peligrosa. Y claro, en ese ambiente medran los nuevos traficantes de piernas, mano de obra barata, putas exoticas o lo que sea.

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  2. Si nos fijamos bien, el mercado del fútbol reproduce a pie juntillas la estructura de la economía colonial, apreciado José. En lugar de exportar oro, plata , diamantes, especias, guano o banano, africanos y latinoamericanos ahora exportamos futbolistas hacia las metrópolis. En solo Urugay ese negocio tiene un impacto significativo en el Producto Interno Bruto. Y eso está bien para los deportistas que logran consolidarse... pero ¿ qué sucede con quienes se quedan en el camino ?¿o los que naufragan en el intento de llegar a la tierra prometida?

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  3. El trafico de personas y las tragedias que precipita llaman muy poco la atencion del periodismo internacional, por numerosos motivos, no todos de ellos atribuibles a los periodistas. Recuerdo las matanzas en las guerras intertribales de varios paises africanos, que eran conocidas pero rara vez recibian un tratamiento equivalente al que, por ejemplo, recibio el alzamiento de los hampones y marginados de Londres y otras ciudades inglesas, hace un par de anos. Existe una deformacion en la magnitud de la respuesta a los estimulos informativos. Quien ha escuchado de lo ocurrido en Libia despues de la caida de Gadaffi, por ejemplo, salvo el secuestro de ayer? Y que pasa en Irak? Y hasta en Egipto, donde siguen matando gente, pero apenas se informa de ello? Y no hablemos de Siria, por favor...

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  4. Mi querido don Lalo: el concepto de realidad ( para no hablar de verdad, un asunto bastante espinoso en sí mismo) puede definirse en nuestros días como aquella parte del todo elegida por los medios como objeto de interés. Qué define el enfoque de estos últimos es algo que pasa por una gama bastante alta de aspectos: desde economía, política y religión hasta prejuicios personales o de clan. Lo grave del asunto reside en que esa amplia parcela ignorada por los medios suele ser el escenario donde se dirimen los grandes dramas de los seres humanos de carne y hueso. Es decir, aquello que, cuando ya es pasado, denominamos Historia.

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  5. tienes un blog diferente realmente complejo para mi
    salgo aprendiendo y por supuesto volvere porque me ha gustado

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  6. Muchísimas gracias por el mensaje. En este ríncón del planeta son bienvenidas todas aquellas personas que se atreven a asumir el riesgo de pensar por su propia cuenta.

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  7. Este texto me recuerda aquella canción de Manu Chau, 'Clandestino'. En los medios el tema de la migración sólo se toca cuando son números. Acá en México hay un énfasis doble en tal asunto: están los migrantes mexicanos en Estados Unidos, que creo son casi ocho millones, y los migrantes centroamericanos en México, de los cuales algunos intentan cruzar el país para llegar al norte mientras que otros se quedan en estas tierras aztecas. Pero hay otra clase de migrantes, bueno, así lo veo al no tener otra palabra para definirlo, son los repatriados de Estados Unidos que al llegar a México no saben qué hacer o se instalan en los albergues para personas que los obligaron a dejar casi toda su vida y trabajo y entran sin nada. Extraña, triste y esperanzadora figura la del migrante. Ahora recuerdo una canción de los Tigres del Norte y de Calle 13.
    Saludos.

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  8. Apreciado Eskimal: hace unos años, cuando España hacia las veces de Meca contemporánea, solo se hablaba del monto de las remesas y su impacto en el Producto Interno Bruto. Hoy, cuando los españoles, igual que medio siglo atrás, emigran incluso a destinos insospechados, a duras pena se habla de los andariegos que caen en una redada, son apaleados por hordas xenófobas... o cometen la imprudencia de ahogarse en la costa de algún país para el que resultan indeseables.

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