Don Lalo, transfigurado.
Como todos saben, la función de
las metáforas consiste en recoger los fragmentos dispersos de una unidad perdida, reconectarlos- o
religarlos- si se quiere apelar al
significado trascendente de esta expresión, para darles de ese modo un nuevo
sentido a las cosas, iluminando su lado oculto. Los buenos escritores saben
que la metáfora certera y pertinente constituye una de las
claves de su trabajo. Don Lalo lo sabe.
Descubrí sus deliciosas crónicas
hace más de una década, atraído por el título de uno de sus artículos: “¿Por qué Cúper lee La República de Platón?”.
Aclaro que Cúper no es un académico ni catedrático de alguna universidad de
élite. Se trata de un modesto
futbolista y algo mejor entrenador
que alguna vez descolló en los equipos españoles Mallorca y Valencia, pasando con menor
fortuna por Internazionale de Milan. Pues
bien, por esos días, el célebre
club italiano pasaba como ahora por uno de sus momentos oscuros en cuestión de
resultados. En lugar de apelar al
catálogo de lugares comunes que caracterizan al periodismo deportivo, el autor del texto se remontó a los viejos
mitos griegos. Comparó a Massimo Moratti, presidente del club entre 2006 y 2013, con el Cíclope del relato griego, resumiendo
con ello el poder y las arbitrariedades que acarrea, “Si Cúper no gana el próximo juego, Moratti le cascará la cabeza contra una roca
y le sorberá los sesos”, sentenció el cronista con un toque de fino humor
y no poca dosis de crueldad. Desde ese
día me volví devoto lector de sus relatos y reflexiones. Cuando, unos años
adelante, mutó hacia el formato del
blog, pasé a formar parte de los participantes
en sus diálogos. Semana tras semana, me
he encontrado con alusiones al drama de Antígona para
hablar de las disputas por el poder en el Fútbol Club Barcelona o citas de Oscar Wilde y T. S Elliot para
reforzar sus argumentos sobre las
veleidades de los deportistas o la
fragilidad y el talante fugaz de sus
conquistas.
Ya es hora de
hablar del protagonista de esta historia. Se trata de don Raúl Faín
Binda, o Lalo, periodista argentino...
aunque... no sé, a veces sospecho que es
uruguayo, como el mismo dice que sucede
con tantos argentinos célebres. Forma parte de la
plantilla de excelentes plumas de la página en español de la BBC de Londres. En su Blog de Lalo (http://www.bbc.co.uk/mundo/blogs/2015/02/150202_blog_lalo_tom_brady) ha sabido
conjugar elementos tan disímiles como la
reseña deportiva, la trivia de los atletas, el análisis sociológico y sobre
todo los recursos de la literatura para
compartirnos su visión de los deportes como son en el fondo, a pesar de
las ineludibles manipulaciones del mercadeo y la publicidad: una metáfora de la
aventura humana, con su carga de dichas
y desventuras, de grandezas y veleidades.
Como todos los gremios, sectas y
cofradías, los intelectuales crean sus propios códigos para diferenciarse de
los otros. La aversión-
real o fingida- hacia los deportes constituye uno de los tópicos de muchos pensadores. De
ese modo reeditan el viejo concepto platónico del cuerpo como
recinto de todo lo despreciable y el
espíritu, es decir, el reino de las ideas, como aquello a lo que debe aspirarse. El cristianismo desarrollaría esa idea unos siglos después para postular la
noción de cuerpo y alma como agentes separados y muchas veces irreconciliables. En ese esquema,
el atleta habita el reino del sudor,
mientras el intelectual se remonta a las
alturas con vuelo de águila.
Con sus crónicas y reflexiones
don Lalo nos demuestra cada semana que
esa división no pasa de ser una
cuestión maniquea. Habitamos nuestro cuerpo y desde él emprendemos esta
aventura impagable de estar vivos. En ese tránsito descubrimos lo celeste y lo terrestre, lo sagrado y lo
profano. El dolor y la dicha. No importa si nos dedicamos a hacer negocios, a forjar poemas o jugar al
fútbol. Siguiendo ese camino, don Lalo pudo religar al pensador de la antigüedad griega con
Sócrates, ese prodigioso futbolista
brasileño que hizo del juego poesía al lado de otros magos de la pelota como
Zico, Roberto Falcao , Junior y Toninho Cerezo. Esa es la función de las metáforas. Y el
escritor lo sabe.
Supongo que es posible casi en cualquier lugar del mundo, menos en Colombia, donde los comentaristas deportivos jamás sobrepasan en nivel prepotente y mediocre de Sabio Antonio Vélez o Iván Mejía. Recuerdos gratos de infancia son las imagenes del abuelo peleando a gritos con Hernán Peláez y el resto de energúmenos de "La Polémica". El les escuchaba su tertulia de camioneros sobre futbol. Ellos no lo escuchaban a él, ese era el problema.
ResponderBorrarCami.
Tiene toda la razón , apreciado Camilo. Lo terrible es que los oyentes acaban por replicar la verborrea y el talante pendenciero de sus guías. Basta con escuchar sus " conversaciones" en esquinas y cafés para darse cuenta de eso.
ResponderBorrarUn compañero en la sección en español de la BBC llamaba a Lalo "nuestro García Márquez". Sin duda lo es, y mucho más.
ResponderBorrarUn abrazo desde México.
Juan Carlos
Un poeta de este asunto, añadiría yo, querido Juanito.
ResponderBorrarUn abrazo,
Gustavo
Merecido homenaje para nuestro amigo. Años que tomo a la BBC como una de mis referencias a la hora de informarme, sin embargo no me he enganchado a ninguno de sus blogs, excepto el de Lalo, que lo pillé por casualidad y desde entonces nunca me ha defraudado ninguna de sus entradas, incluso escribiendo sobre temas que no me interesan para nada, siempre sabe darle ese toque sutil de ironía y no pocas veces unas gotitas de fino humor. Es admirable la vasta cultura que posee y le envidio el espíritu trotamundos resultado de sus viajes. Es un honor disfrutar de su amistad y un raro privilegio aprender de él (ja, y me sale gratis). Que lo sepa.
ResponderBorrarQué capacidad la de ese hombre para hacerse querer, apreciado José. Incluso en este extraño universo virtual se percibe su calidez. Para no hablar de su sabiduría. Amén.
ResponderBorrarCaro Gustavo, estoy seguro de que Lalo, el verdadero Lalo, está muy agradecido por tu generosidad. Supongo, además, que se habrá sonrojado, porque no se considera un escritor en el sentido de alguien que inventa y cuenta historias. Pero en este sentido tienes razón al mencionar la aversión de algunos intelectuales (o que aspiran a serlo) ante el fenómeno deportivo. En el periodismo estamos acostumbrados a escuchar a jóvenes que se excusan porque no saben “nada” de deportes, aunque es casi seguro que sepan más de ellos que de economía, una sección en la que servirían encantados. Lalo, según cuenta, comenzó a “hacer deportes” (escribir sobre ellos) cuando ya tenía casi treinta años de servicio en otras secciones del oficio y no le pareció un descenso de categoría; para convencer al jefe de que “sabía algo” de deportes, le dijo que comenzaba a leer los diarios por la última página. Y dado que mi condición de álter ego de Lalo me permite atisbos de lo que piensa en otros temas, puedo aclarar eso de uruguayos y argentinos: él cree que ser uruguayo es una forma serena de ser argentino, que las diferencias son superficiales. Lo prueba el hecho de que bailan y juegan al fútbol en forma parecida… y que Carlos Gardel vive con un pie en cada orilla del río.
ResponderBorrarTambién veo los amables e inmerecidos comentarios de Juan Carlos y José. Los agradezco mucho en nombre de L. Tiene suerte el hombre.
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