Tom Brady, mariscal de los Patriots de Nueva Inglaterra y Martín
Ladino, líder comunitario en una zona
rural de Pereira, Colombia, no se conocen. Bueno, ustedes dirán que no tienen
muchas probabilidades de hacerlo y les asiste toda la razón. El primero jugó la
final del fútbol americano en 2015, un
evento considerado por los enterados
como “El espectáculo más exitoso en
la historia de la industria del
entretenimiento”. El segundo apenas si
es reconocido en su vecindario como una persona que consagra su vida al
servicio de los demás.
Como dicen que el aleteo de una
mariposa en China puede ocasionar una tormenta en el mar Caribe, quiero
pensar que ese domingo 1
de febrero sus vidas estuvieron
conectadas por un hilo sutil y misterioso.
Martín presidía un convite, o si
ustedes quieren, una panda de vecinos
que se reúnen para resolver un
problema común: en este caso para
arreglar la carretera y los caminos de
acceso a sus viviendas, deteriorados
por una labor mancomunada entre las
lluvias y la desidia estatal.
Trabajaron
sin parar durante todo el día con sus picos y palas, intercambiando anécdotas,
haciendo pausas para refrescarse con
limonada y para almorzar un sancocho de
tres carnes a cuyos ingredientes
aportaron todos, cada quien según sus posibilidades. Recordé que convite viene
de convidar, invitar, convocar los esfuerzos
y la inventiva de un grupo de
individuos para hacer frente a una
dificultad o aprovechar una oportunidad
que al final los beneficiará a todos. Es una fuerza centrípeta lo que los lleva
a juntarse.
Por su lado, Brady era el centro
de atención de los ochenta mil
asistentes al estadio, aparte de ciento
catorce millones de televidentes,
solo en los Estados Unidos de Norteamérica. Según leí, esa tarde se
consumieron en el país trescientos veinticinco millones de litros de
cerveza, para no hablar de las toneladas de hamburguesas, salchichas y papas
fritas, sumadas a otros tantos miles de
litros de gaseosas.
A
Martín Ladino y sus vecinos
todavía los une el sentimiento de pertenecer a
un universo común, a una
comunidad. Cada día tejen unos lazos que
los ayudan a vivir. Los devotos
del Superbowl se juntan en las
entradas del estadio o se
apiñan frente a los televisores formando
una masa compactada por las emociones que empieza a disolverse, incluso a
repelerse empujada por una fuerza centrífuga una vez concluido el juego. La índole de esa fuerza es lo que, en
últimas, diferencia a la masa de la comunidad. La clave acaso resida en la
manera de concebir el rol del individuo
ante la propia vida y la de los demás.
El individualismo, que en los sueños de los filósofos liberales
apuntaba a fortalecer la autonomía y a defender las libertades, derivó en las fases extremas del
consumismo hacia el egoísmo y la egolatría. Basta con mirar un
momento a los fanáticos de las selfies, esas legiones de Narcisos autistas dedicados a
fotografiarse a sí mismos, como si el
afuera y quienes lo habitan hubiese
perdido todo interés, para darse cuenta del problema. El otro se ha vuelto invisible y solo despierta mi
interés cuando puedo hacer una
transacción con él, ya sea económica, sexual o
de alguna otra índole. El que
está a mi lado es mi semejante porque asistimos al mismo espectáculo o porque usamos el mismo tipo de ropa. En esa
frontera se desvanece toda opción por lo público entendido como territorio de encuentro y consenso.
En mi intento por ligar los
destinos de Tom Brady y Martín
Ladino creí hallar
una de las claves. En una
masa el todo es la suma de las
partes, aunque estas se ignoren entre
sí. Para una comunidad es vital en cambio el diálogo, la relación entre las
partes. Quizás eso explique por qué la apabullante consolidación de la primera y el debilitamiento sistemático de la segunda es uno de los
propósitos de todos los poderes
que gobiernan el mundo : mientras las emociones de la masa pueden ser
manipuladas a capricho, los sentimientos
de una comunidad pueden convertirse en
poderosa y por lo tanto peligrosa expresión política.
Muy buen retrato del abismo abierto entre masa y comunidad, Gustavo. Y es preocupante porque muchos de nosotros probablemente nos sintamos más próximos a la masa que a la comunidad, simplemente porque pertenecer a la segunda exige un esfuerzo mayor y no da tanta satisfacción inmediata y perceptible. Supongo que esta deformación del sentido de responsabilidad va de la mano con el creciente deterioro de la confianza en la autoridad (la autoridad responsable) y explica el fenómeno del aislamiento de los jóvenes, tan común en Japón, donde se lo conoce como "hikikomori", o "retiro". Chicos que se pasan meses sin salir de sus habitaciones: total, para qué. A Martín Ladino no se le ocurriría algo semejante.
ResponderBorrarTiene razón mi querido don Lalo : para integrarse en el amasijo basta con dejarse llevar por su poder hipnótico. Eso, sumado a la propia inercia facilita las cosas. Publicistas y demagogos- y aquí es necesaria la redundancia- conocen esa dinámica a la perfección.
ResponderBorrarSumarse a la comunidad exige en cambio un gran esfuerzo de comprensión y aceptación, tanto de lo que nos une, como de las cosas que nos separan.
A donde habrá llegado este fenómeno de las selfies, que puede provocar situaciones aberrantes como el caso de un avión ejecutivo que se estrelló en EEUU; según los expertos aeronáuticos, debido a que el piloto se distrajo tomándose una foto en pleno vuelo. (adjunto link, para no creer).
ResponderBorrarEn nuestro país, toda esa cultura de la solidaridad comunitaria se llama “ayni” (del quechua ‘ayudar’) y que se practica desde hace siglos, muy similar al ejemplo que nos plantea. Lamentablemente el actual régimen ha trastocado su esencia, pervirtiéndola para sus fines, de tal manera que actualmente maneja a las comunidades, especialmente indígenas y campesinas, a través de operadores mal llamados dirigentes como si fueran simples hatos de borregos a los que movilizan bajo coacción o amenaza. Todo ello expresado a través de lo que llaman ‘voto comunitario’ o ‘decisiones orgánicas’. En suma, pequeñas dictaduras donde mandan caciquillos que a su vez sustentan a todo el régimen como aliados.
Y me olvidaba lo del link:
ResponderBorrarhttp://www.infobae.com/2015/02/04/1624883-estrello-un-avion-sacarse-selfies-mientras-lo-piloteaba
Claro, José. No podemos olvidar que las diferentes tendencias fascistas convirtieron los valores de la comunidad en puro corporativismo, que es el camino más expedito para canalizar y controlar las expectativas de las personas.
ResponderBorrarEn el otro bando ideológico tenemos, claro, la perversa experiencia leninista de los soviets, o la todavía más terrible de la " Revolución cultural" del maoísmo.