Si usted pertenece a la categoría
de los desventurados que solo disponen de cinco minutos para desahogarse en un
polvo triste y a las carreras, desengáñese: desconozco la fórmula para esa
variante de la gimnasia express. Al contrario: la exploración minuciosa del
cuerpo de la prójima es para mí parte
indispensable de esa fiesta de los sentidos. No voy a ahondar en más detalles.
Sucede que descubrí el título del
libro en la vitrina de una tienda céntrica:
Orgasmo en cinco minutos, escrito por una tal Tina Robbins. ¿Cinco minutos? Eso
tarda uno en averiguar los datos básicos del objeto de su deseo: nombre, helado
favorito, signo zodiacal, canciones preferidas, qué sé yo.
Entonces lo entendí: la idea pertenece a esa línea de propuestas aberrantes
dirigidas a consolar a quienes han sido
despojados de la condición esencial del
ser: el tiempo. Estamos hechos de esa
sustancia intangible y real a la vez.
Vivimos en ella y nos aproximamos a sus
bordes a través de los recuerdos. Con ellos
tejemos la ficción indispensable
de la historia personal. La
conclusión puede ser atroz: si no vivimos las experiencias a plenitud,
en el futuro careceremos de los
recuerdos necesarios para recorrer el resto del camino, hasta llegar al
punto donde nos aguarda la plenitud, es
decir, la disolución. El punto final que es a la vez el comienzo de otra historia: la de quienes nos sucederán en
el giro de la rueda que nunca
se detiene.
Solo de esa manera puede entenderse la propuesta de la señora Robbins: el suyo es un
consuelo dirigido a quienes, atrapados
en el compulsivo engranaje de la
producción, el consumo y el derroche, cuyo costo es precisamente la pérdida del tiempo necesario
para el goce y el conocimiento, solo disponen de trescientos míseros
segundos para dedicarle al disfrute de un juego que madre natura tardó
millones de años en perfeccionar.
Con la invención de los relojes mecánicos, los dueños del poder
acuñaron la frase que habría de marcarse
a fuego vivo en la piel de sucesivas generaciones desde el Renacimiento europeo: " el tiempo es oro". En su lógica significa que
de ahí en adelante cada segundo sería medido y pesado en términos de
bienes materiales producidos o dejados de producir en beneficio o
perjuicio de quienes controlaran el
capital. Unos siglos después Taylor hablaría de la “hora hombre”, que en
sus perfeccionamientos posteriores apuntó siempre a una ecuación perversa: un
ser humano vale lo que produce en una
hora. Al contrario de la creación científica
o artística, cuya fuente nutricia es el tiempo libre, el capitalismo
hizo de la conversión de cada segundo en
dinero su único credo: una vez puesta en marcha la máquina no puede parar. Por
eso la publicidad enfoca todos sus esfuerzos a exacerbar los deseos y
a inventar necesidades donde no existen.
Es la vieja figura mítica de la serpiente mordiéndose la cola.
Con ese panorama era inevitable que aparecieran engendros de toda índole: cursos de lectura rápida, como si el goce infinito de adentrarse en las páginas de un
buen libro fuera una carrera contra el
reloj. Artefactos para realizar toda suerte de acciones sin movernos de la
casa, privándonos de paso de esa fuente inagotable de descubrimientos y aventuras que se despliega ante nosotros
con solo salir a la calle. Y ahora la señora Robbins, quien quiera que sea, nos sale con esto: una fórmula para
echar polvos fugaces entre una reunión y otra. No leeré el libro: suelo
utilizar mi tiempo en otras cosas, pero
me ocupé de darle un vistazo a
las reseñas. Desde luego, aquí ni siquiera puede hablarse de
calidad literaria. Pero el pobre Eros
debe estar tirándose de los pelos en
su Olimpo contemporáneo ante la mera idea de que en unos pocos siglos su legado haya sido reducido a la misma función
que cumplen las “pausas activas”
adelantadas en las empresas entre
una transacción y otra para que los funcionarios no enloquezcan del
todo.
Supongo que la señora Robbins apunta a un mercado bastante amplio, de parejas en las que el hombre tiene un orgasmo prematuro, o al menos mucho más rápido que el de su pareja. Típico ejemplo de libro escrito por encargo, o para llenar "un vacío". Casi todo se hace ahora siguiendo esta fórmula. En un par de excelentes artículos en el NYT, Frank Bruni recuerda su luminosa experiencia de hace varias décadas, cuando su ex profesora de Literatura, una tal Anne Hall, recitaba versos del Rey Lear y les decía a sus alumnos que ese momento de belleza era trascendente. Bruni visitó recientemente a su ex profesora para preguntarle sobre qué quieren o esperan ahora sus jóvenes alumnos. Ella le dijo que ahora todo sigue la moda. "Chaucer se ha convertido en Chaucer y la Mujer en la Edad Media", o "Chaucer y los Animales", o "Shakespeare es ahora Shakespeare y las Películas". Y la veterana profesora apunta que "en mi humilde opinión este curso es sobre películas, no sobre Shakespeare". Ahora los estudiantes sólo quieren aprender (sin mucho esfuerzo) cosas que le sirvan para ganar más dinero o disfrutar de mayor placer físico, no para estimular su cerebro, apunta por su parte Bruni. Quieren aprender, por ejemplo, a tener un orgasmo en 5 minutos, lo cual quiere decir que en media hora pueden tener más placer que en una noche de juerga del antiguo estilo. En fin.
ResponderBorrarEso, el privilegio de asomarnos a "la belleza trascendente" es lo que hemos perdido en medio del vértigo, entre muchas otras cosas, mi querido don Lalo. Por eso mismo ya no se habla del disfrute sino del " desempeño sexual", tal como se le exige a un operario eficiencia y eficacia en el cumplimiento de sus funciones. A propósito : para la fórmula del orgasmo en cinco minutos ¿ Cuál será la eficiencia y cuál la eficacia?
ResponderBorrarEl libro referido es, sin duda, otra mercancía que pretende satisfacer una necesidad recién inventada. Hasta dónde llegará la insensatez humana que pretende reducir hasta los más exquisitos placeres a simples actos rutinarios y repetitivos, como si se quisiese aplicar una fórmula a todo. Otro libro cazabobos que seguramente tendrá su porción de mercado, porque lamentablemente siempre hay gente desesperada.
ResponderBorrarPero resulta un poco contradictorio, por no decir un despropósito total, que haya tiempo para leer libros completos y no para fornicar toda la noche. Me acuerdo de otro libro parecido: Sea feliz en diez pasos.
ResponderBorrarCami.
" Optimización del recurso ", llamaría un tecnócrata a esa extraña obsesión de echar un polvo en el menor tiempo posible, apreciado José. A ese paso, la eyaculación precoz va a convertirse en una ventaja comparativa.
ResponderBorrar" No es por vicio, ni es por fornicio : es por hacer hijos en tu santo servicio", rezaban de rodillas los matrimonios santificados, antes de consagrarse- en el más hondo sentido de esta expresión- a los goces del cuerpo.
ResponderBorrarPero esos al menos gozaban, por el hecho mismo de la transgresión. Ahora lo que pretendemos es instrumentalizar el fornicio, uno de los pocos territorios salvajes que nos quedaban.